Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

CRIADAS Y SEÑORAS

De Capital de John Lanchester, p. 254
Además, que la hubiera contratado el marido hacía sentirse incómoda a la mujer, y al principio le había costado tratar con ella: la vigilaba mucho, era rencorosa e insistió en el período de prueba de cuatro semanas, cosa que el marido no había mencionado. Tal como se lo dijo ella fue una clara advertencia de que si encontraba un motivo para librarse de Matya, lo aprovecharía.

Pero habían pasado más de tres meses y aquellos primeros momentos eran ya agua pasada. Arabella era una persona propensa a discutir, a guardar rencor a otros y a hacerles pasar un mal rato, pero era tan holgazana que en la práctica lo dejaba pasar. Estar enfadada mucho tiempo le resultaba tan fatigoso que prefería transigir para no esforzarse. Matya había tenido una infancia difícil, había emigrado a Londres para huir de ciertas cosas, sabía lo que era el resentimiento y planificar venganzas, y aquella situación le parecía estimulante. Intuía que a Arabella le habría encantado encontrarle mil defectos para poder acusar a su marido, pero como no se los encontraba, se olvidaba de aquella inquina. Además, Matya le hacía la vida más fácil porque era muy eficaz con los niños y estaba claro que Arabella sentía un afecto profundo y sincero por cualquiera que le facilitase la existencia. Cuando los del supermercado llegaban a la casa con cajas de comestibles, Arabella les decía: «Sois unos ángeles», con tal vehemencia que parecía decirlo muy en serio, y en cierto modo era así.

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