Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA POBREZA DE NABOKOV

De Vladimir Naboko: los años rusos 
Al regresar a Berlín se alojaron durante una breve temporada en un lugar cuya patrona guardaba el teléfono en un baúl que siempre cerraba con llave. Las llaves y las cerraduras parecían elementos grotescos peculiarmente berlineses (llaves para tu propia habitación, llaves para salir por la puerta de la calle de noche: no es extraño que interpreten un papel tan importante en La dádiva), pero un teléfono guardado bajo llave era demasiado y los Nabokov se fueron. Se instalaron en una espaciosa habitación en el piso de un hombre que tenía dos hijos retrasados. Una noche, cuando se sentaron para cenar lo que la doncella acababa de servirles en su habitación, entró un desconocido y preguntó: «Qué hacen ustedes aquí? Esta habitación la pago yo.» «No, la pagamos nosotros», respondieron ellos. Resultó que el casero la había alquilado por segunda vez a los Nabokov, que, de todos modos, ya se alegraron de irse.

Cuando alquilaron dos habitaciones en el número 12 de la Passauer Strasse encontraron unos caseros mucho más agradables en los Von Dailwitz: él era un alemán báltico que hablaba ruso y ella alemana pura. Los Nabokov permanecieron allí dos años. Desde sus habitaciones podían ver a los amigos que frecuentaban un restaurante ruso en la acera de enfrente, y unas cuantas puertas más arriba había una librería rusa donde Nabokov gustaba de pasar el rato hojeando libros. Más adelante recordaría que ni una sola vez pagó un libro en Berlín y que, en vez de ello, leía poco a poco volúmenes enteros en las librerías.

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