Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DE LAS MUJERES

De La sonata a Kreuzer de Lev Tolstoi, p. 50-51
 -Como usted sabe-empezó mientras guardaba en el saco el azúcar y el té-, el dominio de las mujeres que el mundo padece viene de todo esto.
-¿Cómo que el dominio de las mujeres?-dije-.  Si los derechos, si las ventajas de los derechos corresponden a los hombres.
-Eso es, sí, sí, eso mismo-me interrumpió Pózdnyshev-. Eso mismo le quiero decir. Lo que yo le  digo es que justamente esto explica este extraordinario fenómeno. Pues, por un lado, como es  bien sabido, la mujer ha sido relegada al grado más bajo de humillación y, por otro lado, ella nos domina. Ocurre lo mismo que con los judíos; del mismo modo que ellos con su poder sobre el dinero se resarcen de su opresión, pues igual hacen las mujeres. "¿De manera que ustedes quieren que seamos únicamente comerciantes? Muy bien, seremos comerciantes y os dominaremos"-, dicen los judíos. "¿De manera que quieren ustedes que sólo seamos un objeto de los sentidos? Muy bien, pues como tal objeto de los sentidos os esclavizaremos", dicen las mujeres. La carencia de derechos en la mujer no estriba en el hecho de que ella no pueda votar o ser un juez (dedicarse a estos menesteres no constituye ningún derecho), sino en ser igual que el hombre en el trato sexual, en tener derecho a disfrutar de los hombres o a abstenerse de su trato según deseen, a escoger a su antojo al hombre que quiera y no ser únicamente ella la elegida. Usted dirá que esto es indecente. De acuerdo. Entonces que el hombre tampoco goce de este derecho. Porque ahora es la mujer la que está privada del derecho que tiene el hombre. Y la cosa es que justamente para resarcirse de este derecho ella actúa sobre los sentidos del hombre y mediante los sentidos lo subyuga, de manera que parece que sea él quien elija, cuando en realidad quien elige es ella. Y, una vez ha dominado este sistema, luego ya abusa de él y así adquiere un poder terrible sobre los hombres.
-¿Y dónde ve usted este gran poder?-pregunté.

-¿El poder, dónde? En todas partes, en todo. Paséese usted por las tiendas de cualquier gran ciudad. Y verá millones; la verdad es que es incalculable el trabajo que los hombres han invertido allí. Pero, fíjese usted, ¿en el noventa por ciento de estas tiendas hay al menos algo de uso masculino? Todo el lujo de la vida es demandado y mantenido por las mujeres. Cuente usted todas las fábricas. Una enorme parte de ellas elabora adornos inútiles, carruajes, muebles, juguetes para las mujeres. 

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