Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

PADRES COBARDES E HIJOS CONMOVEDORES

De En presencia de un payaso de Andrés Barba, p. 49-50
“¿Eres marica?”, preguntó.
Su padre se dio la vuelca con una lentitud casi teatral.
“¿Cómo has dicho?”
“¿Eres marica?”, repitió casi temblando.
“No, ¿y tú?”, respondió su padre entendiendo toda la situación de un golpe y con cierta sorna.
“NO.”
Hubo un pequeño silencio acompasado por la música constante del reloj de pared. El sonido del segundero les dejó en una situación ridícula, como si uno de los dos estuviera buscando una respuesta en un concurso cronometrado.
 “¿Tienes algún interés especial en que lo sea?”, preguntó su padre sonriendo.
“No,”
No le gustaba que se estuviese burlando de él, pero la actitud de su padre hizo que el cuarto de estar se volviera de pronto más amplio, más respirable.
“En ese caso ninguno de los dos somos maricas, parece ser”
“Sí, eso parece”, respondió él.
“Demos gracias a la Virgen de los Remedios.”
Hubo unas centésimas de segundo de suspensión nerviosa y luego se rieron los dos, más por incomodidad que porque se hubiesen relajado realmente. Cambiaron de tema  de inmediato.
Resultaba extraña la forma en la que aquel recuerdo se había situado en la memoria de su adolescencia como un episodio feliz. No se trataba de que hubiese supuesto el fin de la sospecha de que su padre fuese gay, todo lo contrario, a sus cuarenta y tres años Marcos estaba más convencido que nunca de que a su padre le atraían los hombres, pero durante aquellos instantes sintió como si se hubiese extendido entre los dos un vínculo indisoluble, una verdadera complicidad, un instante de gracia.

Marcos Trelks -escribió muy despacio en su cuaderno- entendió que los elementos dados no modifican nuestra apreciación del mundo sino las condiciones en las que se nos da esa información, cuando su padre le dijo que no era homosexual. Treinta años después su padre se empeña en no salir del armario y van quedando menos personas a las que reprochárselo. La cobardía es conmovedora hasta cierto punto.

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