Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

NARCISO

De El impostor de JCercas, p.154-155
¿Quién es el Narciso del mito?

Hay varias versiones de él; la más conocida -y la mejor- es la que narra Ovidio en el libro tercero de Las metamorfosis. Se trata de una historia trágica, que empieza con un acto de violencia: Cefiso, el dios-río, rapta y viola a la azul Liríope, una náyade que, de resultas de aquella violación, engendra un niño de belleza deslumbrante, a quien llama Narciso. Liríope se apresura a preguntarle a Tiresias, el adivino ciego, si su hijo vivirá mucho tiempo; la respuesta de Tiresias es extraña y tajante: sí, «Si se non nouerit; vale decir: sí, «Si no se conoce a sí mismo». La infancia de Narciso transcurre plácidamente, ajena al enigmático vaticinio del portavoz del destino. Durante su adolescencia, hombres y mujeres se enamoran de él, pero él no corresponde a nadie. Un día, cazando ciervos por el bosque, lo ve Eco –“la ninfa de la voz, la que no ha aprendido ni a callar cuando se le habla ni a hablar ella la primera”- y también se enamora de él; leal a su frialdad y a su soberbia, Narciso la rechaza y, llena de vergüenza, abrumada de dolor, Eco se esconde en el bosque mientras clama contra quien ha despreciado a tantos hombres y mujeres antes que a ella: “Ojalá ame él del mismo modo --lo maldice-, y del mismo modo no consiga al objeto de sus deseos”. Entonces Némesis, hija de la noche y diosa de la venganza, atiende el ruego de Eco; su generosidad sella la perdición de Narciso. Al llegar a una fuente límpida y rodeada de césped, «de aguas resplandecientes como la plata>>, Narciso se tiende a descansar y a beber, pero, en cuanto trata de apagar su sed en la fuente, una sed distinta e insaciable brota de él: mientras bebe, «cautivado por la imagen de la belleza que está viendo, ama una esperanza sin cuerpo: cree que es cuerpo lo que es agua. Se extasía ante sí mismo y permanece inmóvil y con el semblante inalterable, como una estatua tallada en mármol de Paros». La maldición de Eco se cumple: al enamorarse de su imagen reflejada en el agua, Narciso concibe un amor imposible; pero el vaticinio de Tiresias también se cumple: al verse a sí mismo, al conocerse a sí mismo, Narciso muere, y su cadáver se convierte en «una flor amarilla con pétalos blancos alrededor del centro»: la flor del narciso.

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