Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

BENETIANA

De Un caso de conciencia, de JB
Me recorrí casi todos los caminos de la comarca; creo que conozco todos los montes de su ribera mediterránea y de la sierra de la Matanza; no os imagináis qué clase de país es, tan distinto de éste: un monte bajo —sin un árbol—, muy severo y cuajado de matorral; apenas hay nada que ver en él. Casi todo el año un frío horrible, un frío que llega hasta los huesos porque la piel, de puro aterida, se olvida de él: como si la piel, al igual que las hojas, cayera en otoño para dejarte en los huesos todo el invierno, con una estufa que no tira y los libros de la mina. Ese carbón de Teruel es reacio al fuego, no se deja prender y echa un tufo horrendo a aceite quemado. Y no hay nada que ver, unos pocos arroyos helados, unas lomas cubiertas por la escarcha y —eso sí— un cielo despejado donde todo lo que puede albergar un poco de calor se disipa en la luz. En ocasiones, habiendo imaginado haber entrevisto un débil asomo de su presencia, abandonaba la barraca para caminar hasta el mediodía a lo largo de toda esa planicie helada y desnuda para no encontrar, junto a un aprisco abandonado y los restos de un fuego, otra cosa que el relincho de un caballo. Pero seguía buscándole, por la tarde, bordeando la Sierra de la Matanza para asomarme por encima de Valacloche sobre el valle del Guadalaviar, al que siempre he visto correr llevando humo (aparte) «hacia ese mar en cuyas riberas descansa, en cuyas playas saboreará la paz de mi ausencia, cuyo único objeto no será otro que el de engendrar amenazas a ese cuerpo inmundo que a veces se deja acariciar» para repetirme una y otra vez: «Todo pasará, todo pasará, dentro de pocos meses serás otro hombre»

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