Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 267. SUBTERRANEOS / VICENTE LUIS MORA

Hábitat
Pero ahí no acaban las suposiciones. Hay algo más, según me cuentan. La disposición de los contenedores no se debió, en contra de lo que suele creerse, a ningún plan establecido; fue el azar y no un designio, quien comenzó a mover las piezas. Tampoco había una mente perversa o genial en el principio de todo: simplemente, una empresa en quiebra. Sí, como lo oye. Una empresa naviera, que se encontró en suspensión de pagos y con cinco mil contenedores diseminados en barcos, por todos los puertos y mares del mundo. Pensaron que vendiendo las mercancías que incluían los cubículos de acero era factible salvar la firma, pero los costes de traer todos los buques a Misrat disparataron las deudas, y cuando los capitanes atracaron sólo inflaron las deudas con sus reclamaciones de honorarios. La suspensión devino quiebra y la solución —los contenedores—, problema. Éstos fueron vaciados para hacer frente a los acreedores y, como habían vendido también las naves y solares de almacenamiento, alguien tomó la decisión de enviar los contenedores vacíos al desierto, justo donde ha comenzado el Hábitat. No me mire así, lamento que la explicación no sea romántica, usted me dijo que investigara y he investigado. Lo repetiré de nuevo. No hay nada irracional en el princzpio. Subrayo esta palabra porque las cosas cambian a partir del origen, bastante pragmático, como puede ver, del asunto, Los cinco mil contenedores fueron abandonados en el desierto al azar, a veces unos a continuación de otros, a veces encima de los ya existentes. El único plan rector era quitarlos de en medio, eso era todo, como si fueran cajas de cerillas mojadas. Sus toneladas de acero y su puzzle multicolor taparon arena hasta ser visibles desde el cielo. Se hicieron fotos casuales, turísticas, desde un avión.
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