Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

UN PARRAFO DE FAULKNER¡¡¡

De Intruso en el polvo de WF
—Sí —dijo el carcelero. Luego se volvió y siguió subiendo, soltándose del cinturón el manojo de llaves por debajo de la canana, hasta la gruesa puerta de roble que coronaba el final de las escaleras (era de una sola pieza maciza labrada a mano de un grosor de unos cinco centímetros, provista de un voluminoso candado moderno en una barra de hierro hecha a mano que atravesaba dos armellas de hierro que como las gruesas bisagras en forma de risette habían sido también forjadas a mano, moldeadas a golpe de martillo cien años antes en aquella fragua de la acera de enfrente donde él había estado esperando el día anterior; el verano pasado un día un forastero, un hombre de ciudad, un arquitecto que le recordaba algo a su tío, sin sombrero y sin corbata, zapatos de tenis y unos pantalones de franela raídos y lo que quedaba de una caja de botellas de champán en un descapotable que debía haber costado tres mil dólares, metiéndose no a cruzar la ciudad sino por ella, sin hacer daño a nadie sólo metiendo el coche en la acera y atravesando tras ella la luna de un escaparate, muy borracho, muy alegre, con menos de cincuenta centavos en efectivo en el bolsillo pero todo tipo de tarjetas de identificación y un talonario de cheques cuyas matrices indicaban una cuenta en un banco de Nueva York de unos seis mil dólares, que insistió en que le metieran en la cárcel pese a que tanto el alguacil como el propietario de la luna sólo pretendían convencerle de que se fuera al hotel y la durmiese para poder extender un cheque por el valor de la luna y la
pared: hasta que por fin el alguacil metió en la cárcel, donde se durmió como un bendito y los del garaje mandaron a por el coche y a la mañana siguiente el carcelero telefoneó al alguacil a las cinco en punto para que viniera llevarse a aquel hombre porque había despertado a toda la casa hablando desde su celda a los negros de la celda común. Así que vino el alguacil y los de allí y luego quiso salir con el grupo de calle a trabajar y no le dejaron y coche estaba listo ya también pero ya no quería irse, en el hotel aquella noche y dos noches después su tío le llevó incluso a cenar, y allí él y su tío hablaron durante tres horas de Europa y París Viena y él y su madre escuchando también aunque su padre se había excusado: y allí aún dos días después intentando que su tío y el alcalde y los concejales y por último hasta los propios supervisores le dejaran comprar toda la puerta { o si no se la vendían toda, por lo menos la barra y la armella y las bisagras) abrió con la llave y tiró de la puerta hacia fuera.

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