Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

BENETIANA

De Egos revueltos, de Juan Cruz, p. 262-263
Estábamos cerca de la Navidad. Algunos días después, a primeros de enero de 1993, moría Juan Benet, y el entierro fue para muchos de nosotros como la confirmación, en medio del frío ceniciento de la mañana, de que se acababa un tiempo, una noche feliz, una tarde larguísima, la vida misma tal como la quisimos los que le convertimos a él y a sus compañeros de generación —Hortelano, Barral, Gil de Biedma, Angel González...— en el símbolo de una manera de ver, de beber y de vivir...
[…]
Al día siguiente supe que los hijos de Benet habían indicado a Blanca Andreu que, muerto Juan, su presencia en aquella casa, en la calle Jarama, 7, una dirección mítica en la historia literaria, al menos en la historia madrileña de la literatura del siglo xx, ya no era bienvenida.
Ahí entendí todo, y ahí entendí por qué, una vez más, callar hubiera sido más sabio que hablar. Pero yo hablaba y hablaba; Julio Cortázar se refería al relleno de las almohadas para expresar los excesos de los habladores; pues ahí estaba yo, rellenando almohadas, en el vacío increíble de aquel mediodía tan triste...
Benet ya no estaba, y había acabado un tiempo.
El sonido del cementerio era como un golpe seco de silencio. Enero de 1993.

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