Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

FAULKNERIANA

De Intruso en el polvo, de WF
Esta vez. Quizá Esta vez con tanto que perder y tanto que ganar: Pennsylvania, Maryland, el mundo, la cúpula dorada del propio Washington para coronar con una victoria desesperada e increíble la jugada desesperada, la tirada de dados de hacen lLos años; o para cualquiera que haya navegado alguna vez aunque sólo en una barquita y por vela una colcha, el omento de 1492 en que alguien pensó Ahora: el límite absoluto sin retorno, el de dar vuelta ya y regresar a casa o navegar irremisiblemente hacia adelante y hallar tierra o precipitarse por el final tronador del mundo. Una vocecita, una poetisa sensible y profunda de los tiempos de mi juventud dijo que el té derramado se va con las hojas y todos los días muere un crepúsculo, una extravagancia de poeta que como suele acontecer refleja verdad pero invertida y al revés puesto que el distraído manipulador del espejo ensimismado en su obsesión ha olvidado que la parte de atrás del espejo es cristal también: ojalá lo fuesen, pero en vez de ello, el crepúsculo de ayer y el té de ayer son ambos indiferenciables de las esparcidas heces indestructibles indisolubles arrojadas por los interminables pasillos de mañana, en los zapatos con los que habremos de andar y hasta las sábanas entre las que habremos de dormir (o intentar): pues a nada se escapa, nada se elude; el perseguidor es quien corre y la noche de mañana es sólo un largo combate insomne con las omisiones y pesadumbres de ayer»:

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