Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

JAMESIANA 4

JLB. PROLOGO A “ LA HUMILLACION DE LOS NORTHMORE”
Hijo del converso swedenbrogiano del mismo nombre y hermano del ilustre psicólogo que fundó el pragmatismo, HJ nació en Nueva Cork el 15 de abril de 1843. El padre quería que los hijos fueran cosmopolitas –ciudadanos del mundo en el sentido estoico de la palabra- y dispuso que los educaran en Inglaterra, en Francia, en Ginebra y en Roma. En 1860, Henry regresó a América, donde emprendió y abandonó un vago estudio del derecho. A partir de 1864 se dedicó a las letras, con creciente abnegación, lucidez y felicidad. Residido desde 1869 en Londres y en Sussex. Sus ulteriores viajes a América fueron ocasionales y no pasaron de New England. En julio de 1915 adoptó la ciudadanía británica, por entender que el deber moral de su patria era declarar la guerra. Murió el 28 de febrero de 1916. “Ahora, por fin, esa cosa distinguida, la muerte”, dijo en la hora de la agonía.
La edición definitiva de su obra abarca treinta y cinco volúmenes revisados minuciosamente por él. La parte principal de esa escrupulosa acumulación consta de cuentos y novelas. También incluye una biografía de Hawthorne, a quien siempre admiró, y estudios críticos sobre Turgeniev y Flaubert, de quienes fue amigo íntimo. Tenía en poco a Zola y, por intrincadas razones, a Ibsen. Protegió a Wells, que le correspondió con ingratitud. Fue padrino de casamiento de Kipling. La obra completa encierra estudios de muy diversa índole: el arte de narrar, el hallazgo de termas aún no explorados, la vida literaria como tema, el procedimiento indirecto, los males y los muertos, las virtudes y los riesgos de la improvisación, lo sobre natural, el curso del tiempo, la obligación de interesar, los límites que debe ponerse el ilustrador para no rivalizar con el texto, lo inadmisible del dialecto, el punto de vista, el relato en primera persona, la lectura en voz alta, la representación del mal, nunca especificado, el destierro del americano en Europa, el destierro del hombre en el universo… Estos análisis, debidamente organizados en un volumen, integrarían una luminosa retórica.
Presentó en los teatros de Londres varias comedias, que fueron saludadas con silbidos y con la respetuosa censura de Bernard Shaw. Nunca fue popular, la crítica británica le ofrendó una distraída y frígida gloria que solía excluir la lectura.
“Sus biografías”, ha escrito Ludwig Lewisohn, “son más significativas por lo que omiten que por lo que contienen.”
He visitado algunas enciclopedias del Oriente y del Occidente; he compilado una enciclopedia antológica de la literatura fantástica; he traducido a Kakfa, a Melville y a Bloy; no sé de una labor más extraña que la de HJ. Los escriotres que he enumerado son desde la primera línea, asombrosos; el universo que proponen en sus páginas es casi profesionalmente irreal; J, antes de manifestar lo que es, un habitante resignado e irónico del infierno, corre el albur de parecer un mero novelista mundano, más incoloro que otros. Iniciada la lectura, nos molestan algunas ambigüedades, algún raso superficial; al cabo de unas páginas descubrimos que esas deliberadas negligencias enriquecen el libro. No se trata, entiéndase bien, de la pura vaguedad de los simbolistas, cuyas imprecisiones, a fuerza de eludir un significado, pueden significar cualquier cosa. Se trata de la voluntaria omisión de una parte de la novela, que nos permite interpretarla de una manera o de otra; ambas premeditadas por el autor, ambas definidas. Así, ignoramos en The lesson of the Master, si el consejo dado al discípulo es o no pérfido; en The turn of the Screw, si los niños son victimas o agentes de los espectros que a su vez pueden ser demonios; en The Scared Fount, cuál d elas damas que simulan indagar el misterio de Gilbert Long es la protagonista de ese misterio; en The Abasemenet of the Northmores, el destimo final del proyecto de Mrs. Hope. Quiero anotar otro problema de este delicado relato de una venganza; los intrínsecos méritos o deméritos de Warren Hope, a quien sólo hemos conocido a través de los ojos de su mujer.
James ha sido acusado de incurrir en rasgos melodramáticos; ello se debe a que los hechos, para ese autor, son mera hipérboles o énfasis de la trama. Así, en The American, el crimen de madame de Bellegarde es increíble en sí, pero aceptable como cifra de la corrupción de una antigua familia. Así, en aquel relato que se titula The Death oh the Lion, el fallecimiento del héroe y la pérdida insensata del manuscrito no son más que metáforas que declaran la indiferencia de quienes pretenden admirarlo. Paradójicamente, J no e sun novelista psicológico. Las situaciones, con sus libros, no surgen de los caracteres, los caracteres han sido imaginados para justificar las situaciones. Lo contrario ocurre con Meredith.
[…] y el apasionado artículo de Graham Green en la obra colectiva The Englist Novelists (1936). Ese artículo termina con las siguientes palabras: “… HJ, tan solitario en la historia de la novela como Shakespeare en la historia de la poesía”.

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