Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA ARISTORACIA


Proust, novela familiar, p. 22

Se trata de sentir cómo se crea o se pierde un ambiente, de imbuirse del arte de reavivar una conversación o de cambiar de tema con una sola palabra. Este entrenamiento mudo, que consiste en escuchar y mirar, en  leer los rostros y olfatear la atmósfera, en imitar y repetir sin consignas, me forjó una convicción profunda que podría ser el cimiento de cualquier educación: lo que se transmite de verdad no se enseña.

Y eso podría darse superlativamente en la aristocracia. El juego, que transcurre entre líneas, radica en captar, pillar e interceptar los signos subliminales del camuflaje en una vida en la que hay que borrar cualquier esfuerzo, ocultar cualquier pasión y callar cualquier sufrimiento, obedeciendo a una ortopedia mental cuyas reglas no están escritas. Nadie habla nunca de sí mismo, no se causa revuelo, se evitan los temas conflictivos porque «menuda pesadez», y resulta inconcebible mostrar cualquier emoción en público. La alegría y la tristeza, la agitación y el dolor, el entusiasmo y la melancolía tienen que ver con la clase social. «No se llora como una criada», decía una y otra vez mi bisabuela, cuyo odio por la efusión la llevó a celebrar un baile al morir uno de sus hijos, que se había alistado como voluntario y dado la vida por Francia en 1916, en vísperas de su vigésimo cumpleaños.


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