Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EL AMOR


Hacer la guerra, Simone Weil, p. 111

El rechazo de la fuerza alcanza su plenitud en la concepción del amor. El amor cortés del país de Oc es lo mismo que el amor griego, aunque el papel tan distinto que tiene la mujer oculta esta identidad. Pero el menosprecio de la mujer no era lo que inducía a los griegos a honrar el amor entre hombres, cosa hoy baja y vil. Honraban igual el amor entre mujeres, como vemos en El banquete de Platón y en el ejemplo de Safo. Lo que honraban así no era sino el amor imposible. Por consiguiente, no era sino la castidad. Debido a la extrema facilidad de las costumbres, en el comercio entre hombres y mujeres casi no había obstáculos, mientras que la vergüenza impedía a toda alma bien orientada pensar en un goce que los propios griegos consideraban contra natura. Cuando el cristianismo y la gran pureza de las costumbres importada por las tribus germánicas colocaron entre el hombre y la mujer la barrera que faltaba en Grecia, se instauró entre ellos el amor platónico. El vínculo sagrado del matrimonio ocupó el lugar de la identidad de los sexos. Los trovadores auténticos no sentían más atracción por el adulterio que Safo y Sócrates por el vicio, lo que necesitaban era el amor imposible. Hoy solo podernos concebir el amor platónico como un amor cortés, pero se trata del mismo amor.

La esencia de este amor queda reflejada en unas líneas maravillosas de El banquete:

[ ... ] lo más importante es que el Amor no comete ni sufre ninguna injusticia, ni entre los dioses, ni entre los hombres. Porque lo que tenga que sufrir no lo sufre obligado, porque la fuerza no afecta al Amor. Y, cuando actúa, no lo hace obligado, porque cada cual obedece de buena gana y en todo al Amor. Un acuerdo consentido por ambas partes es justo, dicen las leyes de la ciudad real.


INCIPT 1.494. LA SANTA COMPAÑA / LG ACEBEDO


PÓRTICO. PRIMER DÍA

El vuelo del botafumeiro

No tengo mala opinión del miedo. Junto al freno de la vergüenza y a los dictámenes de la razón, el miedo me ha salvado a menudo del peligro, que, en contra de lo que me habían dicho tantas veces de joven, no viene de la astucia del demonio, sino de la ignorancia de los hombres o de lo contrario, de su exceso de curiosidad.

Era domingo, año de jubileo, y yo acababa de llegar a Santiago de Compostela sin miedo alguno, pero con el cuerpo bastante molido tras un trayecto de doce jornadas en el interior de un carruaje. No veía el momento de apearme cuando el coche por fin se detuvo frente a la portada de la catedral en obras, en una plaza copada por los puestos de obradores de piedra que trabajaban en la remodelación del edificio, junto a tenduchos de vendedores que  pregonaban sus mercancías: estrellas de Salomón para los partos, reliquias de mártir, huesos de santo, redomas de agua milagrosa, higas para el mal de ojo, remedios contra la peste y pedazos de la santa cruz. Escuchando a los variados contadores de milagros, había ciegos, mudos, impedidos, endemoniados y leprosos llegados a Santiago por el aliento de la esperanza de su curación.


INCIPIT 1.493. SUSPENSE / JOSPEH CONRAD


En la ladera de una árida montaña, cuya cresta pelada dibujaba en lo alto del cielo oscuro un contorno resplandeciente y fantasmal, un brillo enrojecía las fachadas de los palacetes de mármol que allí se agolpaban. El sol invernal se estaba poniendo por el Golfo de Génova. Más allá de la inmensa costa, hacia el este, el cielo era como un cristal oscurecido. También el mar abierto aparecía cristalino con una pátina púrpura en la que la luz de la tarde se demoraba como si quisiera aferrarse al agua. Las velas sin viento de unas cuantas feluccas lucían rosadas y alegres, inmóviles en la penumbra que iba adueñándose de todo. Todas las proas se dirigían hacia la soberbia ciudad. Al abrigo del largo embarcadero que tenía una torre circular y achaparrada en el extremo, el agua del puerto se había ennegrecido. Una embarcación mayor con velas cuadradas salía de él y, frenada de repente por la llegada de la calma, encaraba el rojo disco del Sol.


LA PASION


Hacer la guerra, Simone Weil, p. 81

La tragedia ática, al menos la de Esquilo y la de Sófocles, es la verdadera continuación de la epopeya. La idea de justicia la ilumina sin intervenir nunca; la fuerza aparece con su fría dureza, siempre aompañada por los efectos funestos que no respetan ni a quien la ejerce ni a quien la padece; la humillación del alma acongojada no se oculta, tampoco se envuelve con piedad fácil ni se expone al desprecio; más de un ser herido por la degradación de la desgracia se nos presenta como admirable. El Evangelio es la última y maravillosa expresión del genio griego, lo mismo que la Ilíada es la primera. En él asoma el espíritu de Grecia no solo porque se ordena buscar, excluyendo cualquier otro bien, «el reino de la justicia de nuestro Padre celestial», sino también porque en él aparece la miseria humana en un ser divino y humano a la vez. Los relatos de la Pasión muestran que un espíritu divino, unido a la carne, es alterado por la desgracia, tiembla ante el sufrimiento y la muerte, se siente, en el colmo del desamparo, separado de los hombres y de Dios. El sentimiento de la miseria humana les confiere ese  acento de sencillez que es la marca del genio griego y el gran mérito de la tragedia ática y la Ilíada. Hay frases que suenan extrañamente parecidas a las de la epopeya, y el adolescente troyano enviado al Hades, aunque él no quería partir, nos trae a la memoria lo que Cristo le dice a Pedro: «Otro te atará y te llevará a donde no quieres ir». Este acento no puede separarse del pensamiento que inspira el Evangelio, porque el sentimiento de la miseria humana es una condición de la justicia y el amor.


La Ilíada o el poema de la fuerza


Hacer la guerra, Simone Weil, p. 39

El verdadero héroe, el verdadero asunto, el centro de la llíada es la fuerza. La fuerza que ejercen los hombres, la fuerza que somete a los hombres, la fuerza ante la cual se retrae la carne de los hombres. El alma humana aparece aquí continuamente modificada por su relación con la fuerza, arrastrada, cegada por la fuerza de la que cree disponer, doblada bajo el yugo de la fuerza que soporta. Quienes habían soñado que la fuerza, gradas al progreso, ya pertenecía al pasado han podido ver en este poema un documento; quienes saben discernir la fuerza, hoy como ayer, en el centro de todas las historias humanas encuentran aquí el más bello, el más puro de los espejos.

La fuerza convierte en una cosa a quien está sometido a ella. Cuando se ejerce a fondo convierte al hombre en una cosa en el sentido más literal, porque le convierte en un cadáver. Había alguien y, un momento después, ya no hay nadie. Es el cuadro que la Ilíada no se cansa de presentarnos:

... los caballos

arrastraban con estrépito los carros vados por los caminos de

la guerra,

y añoraban a sus conductores sin tacha. Estos, en la tierra

yacían, a los buitres mucho más gratos que a sus esposas.


LA GUERRA CIVIL


Hacer la guerra, Simone Weil, p. 21

Por poner otro ejemplo, si alguien osa defender delante de un hombre de partido la idea de un armisticio en España, este responderá con indignación, si es de derechas, que hay que luchar hasta el final para imponer el orden y aplastar a los promotores de anarquía; responderá con no menos indignación, si es de izquierdas, que hay que luchar hasta el final por la libertad del pueblo, por el bienestar de las masas trabajadoras, por la aniquilación de los opresores y los explotadores. El primero olvida que ningún régimen político, del tipo que sea, acarrea desórdenes que puedan igualar ni de lejos a los de la guerra civil, con las destrucciones sistemáticas, las matanzas en serie en la línea de fuego, el menoscabo de la producción y los cientos de crímenes individuales cometidos a diario en los dos bandos debido a que cualquier canalla puede tener un fusil. El hombre de izquierdas, por su parte, olvida que, incluso en el bando de los suyos, las necesidades de la guerra civil, el estado de sitio, la militarización del frente y la retaguardia, el terror policial, la falta de límites para la arbitrariedad, la falta de garantías individuales, suprimen la libertad mucho más radicalmente que la subida al poder de un partido de extrema derecha; olvida que los gastos de guerra, las ruinas y el freno de la producción condenan al pueblo, y, por mucho tiempo, a privaciones mucho más crueles que las causadas por sus explotadores. Ambos, el hombre de derechas y el hombre de izquierdas, olvidan que largos meses de guerra civil han implantado poco a poco en cada bando un régimen casi idéntico. Cada uno de ellos ha perdido su ideal sin darse cuenta, sustituyéndolo por una entidad vacía; para cada uno de ellos la victoria de lo que aún sigue llamando su idea ya solo puede definirse como el exterminio del adversario; y cada uno de ellos, si le hablan de paz, responderá desdeñosamente con el argumento contundente, el argumento de Minerva en Homero, el argumento de Poincaré en 1917: «Los muertos no lo quieren».


ADOLFO SUAREZ


Cualquier cosa pequeña, Rafael Roig, p. 62

España es un desguace, por eso nos llaman así. La inflación supera el veintiséis por ciento, el paro anda en las mismas, hay huelgas a diario, por no hablar de los atentados terroristas. Ahora quieren firmar entre todos los grupos políticos un pacto con severas medidas económicas, ellos sabrán por qué. El presidente Suárez es simpático, como cualquier otro arribista, y tiene un atractivo pasado de moda, ya sabes, pelo cortado a navaja, ternos y la fea costumbre de meter los pulgares en los bolsillos del chaleco, y una manera de fumar sacada de las películas de gánsteres, en fin, parece un jugador de billar fanfarrón en algún casino de provincias. Pero gusta a las mujeres, Ginny; gusta a las madres, les encantaría acostarse con él o al menos que lo hiciera su hija, y que así él fuera su yerno. Con eso se ganan las elecciones en las democracias, muchacho.

_¿y las Canarias? -pregunta Loyola, que ya conoce la respuesta.

-Eso lo llevan en la sección de Islas Próximas. Las islas somos la mejor forma de convivencia, porque tenemos menos prisa. Madeira, Azores ... Nada nuevo ni nada peor, es lo que me dicen. ¿y vosotros?


DEP


El plural es una lata, J.Benito Fernández, p. 484

A las diez de la mañana del miércoles 6, aunque un día frío luce el sol, a Juan Benet le dan sepultura junto a los restos de sus padres y hermano en La Almudena, una de las mayores necrópolis de Europa. Todos los familiares están en torno a la tumba. Todos de pie alrededor del ataúd miran fijamente la fosa con una mirada vacía, falta de expresión. Algunos lloran calladamente. Cerca de cuatrocientas personas acudieron a la despedida. Carmen Romero, Rosa Conde, Clemente Auger, Fernando Morán, Alberto Oliart, Carmen Delgado de Torres, Joaquín Leguina, Máximo Cajal, Elías Querejeta, Álvaro de Luna, Manuel Matji, Miguel Ángel Aguilar, Luis Carandell, Pedro Altares, Rafael Sánchez Ferlosio, Javier Pradera, Carmen Martín Gaite, Jaime Salinas, Vicente Malina Foix, Javier Marías, Manuel de Lope, Juan Cruz, Rafael Borrás, Antonio Martínez Sarrión, Eduardo Chamorro, Rocío Martínez, Mariano Antolín Rato, Marisa Torrente, Marcos Giralt Torrente, Gonzalo Torrente Ballester, Silvia Llopis, José Esteban, Jesús Aguirre, Francisco Rico, Enrique Pérez Galdós, Peche y Pablo García-Arenal, Jesús Méndez Sáez, Ignacio Pérez de Juan, Joaquín Díez-Cascón, Pilar Gutiérrez, Arturo de Castro, Javier Rodríguez Ibrán, Eduardo Sánchez Várez, Consuelo Giménez Sánchez, María Jesús Martín-Ampudia, etcétera. Una vez tapada la huesa, se deshace el apiñamiento.

Por la tarde, Jaime Salinas telefonea a la poeta y traductora Julia Escobar Moreno para convenir una sesión de trabajo en sus memorias. Julia cree que Jaime prefiere aplazar la cita, pero no. Con una voz de infinito pesar, él le comunica que se ha quedado totalmente huérfano de amigos íntimos y que esta pérdida es la que más le ha dolido. Al final, se emplazan para almorzar juntos el día siguiente cerca del domicilio de Jaime. En torno al mantel, consternado a la vez que burlón, le confesó a Julia que en el entierro de Juan Benet había tanta prima donna, que ya no se sabía muy bien quién era el muerto.

El Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos celebra el 21 de enero un funeral y concierto a las seis y media en la iglesia de San Manuel y San Benito (Alcalá 83) en memoria de Juan Benet Goitia. Aunque de enorme influencia intelectual, Benet dejó escasa huella literaria -sería ridículo intentar imitarle-, pero sí discípulos. Solamente la gloria sobrevive a la muerte.


INCIPT 1.492. EL PLURAL ES UNA LATA / J.BENITO FERNANDEZ


EN EL PASILLO DE LOS ESCALOFRÍOS

CADA VEZ que comienzo a escribir una biografía siento el vértigo del debutante, tengo las dudas del principiante, como los narradores más conspicuos ante el inicio de una nueva novela. Con esta biografía sabía que me enfrentaba a un trabajo difícil, el más difícil. Nunca el proceso de elaboración de un libro me causó tanta pesadumbre y desaliento. Quizá sea esta la biografía que más disgustos y desvelos -escalofríos- me ha proporcionado, pero también es de  la que me siento más satisfecho, por ser la más completa.

Mi natalicio tuvo lugar en una casa de indianos. Mi bisabuelo materno -soy su homónimo- fue emigrante en Brasil y en 1932 mandó construir en Estás, parroquia de Tomiño (Pontevedra), una vivienda de estilo ecléctico, con cuatro fachadas, compuesta por una planta baja, primera y bajo cubierta. El cemento le permitió crear formas y tamaños en los paramentos que difícilmente habría logrado con la piedra: relieves de los arcos de las puertas, ménsulas de la galería, gotas, mútulos, figuras vegetales, geométricas. Avecindado en Madrid desde los cuatro años, de niño pasé los veranos en aquella casa. Como las alcobas estaban en la primera planta,  siempre esperaba que subiese alguno de los mayores; no me gustaba ser el primero a la hora de irme a dormir ante aquel silencio de muerte. Si esa noche era excepcionalmente cruda y había tormenta con truenos y aguaceros que incluían el apagón eléctrico, mi terror se acentuaba. Había que subir unas pinas escaleras que llevaban a un largo corredor a oscuras. Tras un descansillo y otro pequeño tramo de tres escalones había un interruptor de porcelana con cable trenzado al que un arrapiezo como yo apenas alcanzaba. Con la luz apagada iba en busca de mi habitación, al fondo del pasillo la última a la derecha, la misma donde nací.


INCIPIT 1.491. CUALQUIER COSA PEQUEÑA / RAFAEL REIG


Es un edificio colonial de dos plantas, un antiguo colegio británico en el barrio del puerto, cerca de la aduana marítima -la alfándega, así la llamamos aquí, no sé si por influencia del portugués o del gallego-; en la planta baja hay una lencería, una clínica dental y una acogedora, y abarrotada, tienda de libros de lance; allí estaban en otros tiempos los despachos y el refectorio de la selecta Clifford School; un cartel discreto anuncia con letras apenas legibles, en la segunda planta, MUDANZAS PANERO, adonde se accede por una herrumbrosa puerta metálica muy estrecha, entre las cristaleras de la clínica y la librería. Tiene dos timbres y solo en el de la derecha hay pegada una borrosa etiqueta que pone Panero. Parece la entrada a un túnel, un tabuco para guardar herramientas o la mazmorra en la que el dentista interviene a los pacientes más ruidosos; pero se abre a una amplia escalera de piedra que lleva al segundo piso, donde hay dos puertas: la de la izquierda (allí estuvo el dormitorio de los internos) permanece cerrada con llave, nadie sabe qué hay ahora en su interior, y los de Mudanzas Panero la llaman La Catacumba; la otra es la de los supuestos trajineros a los que jamás se ha visto transportar un mueble o ni siquiera un paquete, por más que a veces alguno lleve un portafolios de cuero.


Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate y Cayetana Fitz-James Stuar


El plural es una lata, J.Benito Fernández, p. 295

Con motivo del enlace de Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate y Cayetana Fitz-James Stuart, que tiene lugar en la capilla privada del palacio de Liria el jueves 16 de marzo, los Juanes y sus amigos publican un anuncio pagado a escote en la página 38 de El País el mismo día: «LA RUMOR HISPANIA LTDA. 'Filial de la Romour inc., N.J.' Anuncia a su distinguida y noble clientela el traslado de sus oficinas centrales a la calle de Princesa, sin, desde donde seguirá suministrando a la afición madrileña sus habituales y reconocidos servicios. Resultados comprobados. Máxima discreción». Ofició el sacerdote jesuita José María Martín Patino, amigo del novio desde los tiempos del seminario. A la boda asistieron un centenar de convidados. Por parte de Jesús Aguirre firmó como testigo Javier Pradera, instalado en un traje de chaqué. El juez Clemente Auger fue invitado como representante de la autoridad civil. Juan García Hortelano, el mejor cronista posible: lenguaraz y sarcástico. Un soberbio y vanidoso como Benet no podía disputar el protagonismo del nuevo duque.


Anastas ou a orixe da constitución


El plural es una lata, J.Benito Fernández, p. 322

La compañía gallega de teatro Troula, dirigida por Antonio Francisco Simón, pone en escena Anastas ou a orixe da constitución. Asisten Salinas, Malina, Marías, Peche, Benet, Sarrión y Reyes, Hortelano y María con su hija Sofía ... Según los recuerdos del director, tuvo gran éxito de asistencia. «El público se reía o murmuraba, según lo ya previsible, pero en medio de los silencios, se oía una tremenda carcajada. Entre bastidores, los actores no lo entendíamos ... hasta que, al final, después de los aplausos, se presentó ante nosotros Juan Benet, al que no conocíamos, responsabilizándose de las muchas carcajadas». «Lo que más me impresionó es que con un texto tan opaco, tan lento como los de Benet, lograse poner en movimiento, dar fluidez, marcar un ritmo a sus palabras. Es uno de esos casos en que el director y los actores 'salvan la obra'. Los actores no eran profesionales; tenían ese tufillo a representación de fin de curso, pero el director había hecho verdaderas proezas con los elementos más rudimentarios (lo que por otra parte me desconcertó es constatar que el gallego está más cerca del castellano que del portugués; sonaban todos como sueno yo cuando pruebo a hablar la lengua del país vecino). De nuevo en la sala mucha gente joven y dejando de lado la vieja guardia que constituía nuestro grupo, desconocida y no-madrileña. ¡Cada día me convenzo más que la lacra de este país es Madrid! Tras la representación el Benet & Cía. improvisó una fiesta con la compañía de teatro en Bocaccio. Si hubiera sido en otro sitio, si no hubiera estado Benet con su corte, posiblemente hubiera ido para poder hablar con el director. La María, la Sofía e incluso el Hortelano nos volvimos directamente a nuestras respectivas casas», escribe Salinas a su compañero. Hubo una nueva representación el día después a las siete de la tarde, día que el autor lo pasó en casa «embriagado por el triunfo de ayer».


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