Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

BOWIE


El club de lectura de David Bowie, p. 151

THE AGE OF AMERICAN UNREASON SUSAN JACOBY (2008)

Tras la muerte de David Bowie, Donald Trump, que todavía no era presidente de los Estados Unidos, expresó su pesar con su estilo característico. «No sabía que estaba tan mal», dijo en el Wall Street ]ournal. «Era un tipo estupendo”. La admiración que despertaba en Bowie este polémico ensayo de Jacoby deja entrever que, para él, el surrealista  ascenso al poder de un hombre que supuestamente jamás se había acabado un libro, incluso los que había escrito él mismo, de estupendo no tenía nada.

SusanJacoby publicó TheAge if American Unreason en 2008, antes de la llegada de Twitter, Facebook y el bombardeo a escala industrial de las fake news. Con una cólera nacida de la frustración, Jacoby señala al 42 % de estadounidenses que cree que todos los seres humanos han existido en su forma presente desde el principio de los tiempos, al25 % de profesores de instituto estadounidenses que enseñan biología y creen que los humanos y los dinosaurios coexistieron en la Tierra, a los dos tercios de estadounidenses que son incapaces de nombrar los tres poderes del Estado o a algún juez del Tribunal Supremo, al fundamentalismo religioso que hace imposible mantener una conversación provechosa sobre la investigación de las células madre o el derecho al aborto, y la “ciencia basura» en la que se sustenta el movimiento antivacunas. Uno de los principales problemas, dice Jacoby, es que los estadounidenses no leen tanto como antes. Han perdido la costumbre de pensar con calma y profundidad en las cosas; de ahí que ya no sientan ningún respeto por la historia, el conocimiento o la  experiencia.

Aunque seguramente situaríamos a Jacoby y a Bowie en el mismo bando del conflicto cultural, hay aspectos de The Age if American Unreason que, sospechamos, debieron de irritarle. El tono de Jacoby resulta a ratos un tanto moralizante y elitista. Sostiene que internet es la autopista que lleva al pensamiento basura, y a veces es así, pero Bowie siempre supo ver su potencial utópico, apenas visible entre las tinieblas, y fue uno de sus primeros defensores. La escritora alega que leer por placer es una experiencia totalmente opuesta a leer en un ordenador o en un dispositivo electrónico. Pero esto lo escribió antes de que llegara el iPad de Apple o el Kindle de Amazon, y quizás ahora pensaría de modo distinto.


GPS


Tinta roja, Isaac Rosa, p. 324

GPS

Sabía que me engañabas, y solo necesitaba probarlo. He dicho «sabía», y no «sospechaba”, porque era una certeza. Es verdad que no tenía ninguna evidencia, pero la falta de pruebas solo significaba que eras muy hábil disimulando. Sabía que me engañabas pero preferí callar, no decir nada, no preguntarte. ¿Qué te iba a decir? Tú lo habrías negado, como ahora lo niegas, y mi pregunta solo habría servido para prevenirte, para que pusieses más cuidado en no dejar huellas de tu engaño.

Debo reconocer que fuiste muy hábil en ocultar esas huellas. De hecho, nunca encontré ninguna. Ni una sola. Por más que revisé tu teléfono buscando mensajes o llamadas, escudriñé tu agenda de contactos para encontrar un nombre simulado bajo el que ocultases a tu amante, y espié durante semanas tu correo electrónico, tu historial de navegación, tu actividad en redes sociales, rompiendo incluso contraseñas. Pero no encontré nada. Nada.

Otro en mi lugar habría desistido, convencido de que todo era un temor sin fundamento. Yo   no. Yo sabía que me eras infiel. ¿Que por qué insistía en pensar que había otro hombre, pese a la falta de pruebas? Porque te conozco bien. Porque a mí no puedes engañarme. Porque llevarnos quince años juntos. Dieciséis. Y de repente comencé a observar en ti un extraño cambio de actitud. Ni siquiera ahora sabría explicártelo, ponerte ejemplos. En realidad todo era igual, mantenías tus rutinas, tus horarios, tus entradas y salidas, tampoco en casa habías cambiado tus hábitos. Ni siquiera conmigo: me besabas al llegar, hablábamos durante la cena, follábamos en fin de semana. ¿Entonces? No lo sé. Había algo en ti, un aire extraño, una forma de quedarte callada, de ausentarte, una sospechosa sonrisa al descuido, un entusiasmo por cualquier minucia que no te había visto en muchos años. Incluso físicamente: estabas más hermosa, ni siquiera diría que te arreglabas más, era otra cosa, la mirada, la piel, un resplandor.


EMPRENDEDORES


Tinta roja, Isaac Rosa, p. 188

WORKAMPING

Quiero empezar esta charla motivacional con un consejo para los emprendedores: marchaos de vacaciones. Sí, ya sé lo que estáis pensando: “No puedo cerrar mi negocio, perderé clientes”, “Si no trabajo, no ingreso”, «Los gastos fijos no se van de vacaciones”, «Tengo que pagar la cuota de autónomo”... Sí, yo pensaba lo mismo. Me pasé seis años sin vacaciones. O, más bien, sin lo que llaman «vacaciones” quienes no se sienten emprendedores, porque para mí emprender no es un trabajo sino una pasión. Ya lo dijo Confucio: «Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”.

Como muchos de vosotros, para triunfar, primero tuve que fracasar. La inspiración me víno después de caer. De hecho, me tomé mis primeras vacaciones en seis años para recuperarme de ese fracaso. Y ya sabéis lo que dijo Forbes: «El fracaso es éxito si aprendemos de él”.

Me fui de vacaciones, sí. Cogí a mi familia y me los llevé a un camping, que era lo único que podíamos permitirnos. Y fue allí, estando de vacaciones, cuando encontré mi oportunidad. Lo dijo uno de los hombres que más admiro, Richard Branson: «Las oportunidades de negocio son como los autobuses: siempre viene otro en camino”. Y así fue: mi autobús llegó cuando acababa de perder uno. Habrá quien lo llame suerte, pero para un emprendedor la suerte no existe, es el nombre que damos a la capacidad innata de reconocer una oportunidad y aprovecharla.

Allí estaba yo hace dos años, en mi camping, intentando aprender alguna lección de mi último fracaso. Entonces me di cuenta de algo: yo no era el único emprendedor allí. Entre los campistas había muchos como yo. Normal, pensaréis: la mayoría de los autónomos no pueden cogerse vacaciones, y los que sí pueden, solo les llega para irse un par de semanas a un camping.


INCIPIT 1.114. FORTUNATA Y JACINTA / GALDOS


JUANITO SANTA CRUZ

LAS noticias más remotas que tengo de la persona que lleva este nombre me las ha dado Jacinto María Villalonga, y alcanzan al tiempo en que este amigo mío y el otro y el de más allá, Zalamero, Joaquinito Pez, Alejandro Miquis, iban a las aulas de la Universidad. No cursaban todos el mismo año, y aunque se reunían en la cátedra de Camús, separábanse en la de Derecho Romano: el chico de Santa Cruz era discípulo de Novar, y Villalonga de Coronado. Ni tenían todos el mismo grado de aplicación: Zalamero, juicioso y circunspecto como pocos, era de los que se ponen en la primera fila de bancos, mirando con faz complacida al profesor mientras explica, y haciendo con la cabeza discretas señales de asentimiento a todo lo que dice. Por el contrario, Santa Cruz y Villalanga se ponían siempre en la grada más alta, envueltos en sus capas y más parecidos a conspiradores que a estudiantes. Allí pasaban el rato charlando por lo bajo, leyendo novelas, dibujando caricaturas o soplándose recíprocamente la lección. cuando el catedrático les preguntaba. Juanito Santa Cruz y Miquis llevaron un día una sartén (no sé si a la clase de Novar o a la de Uribe, que explicaba Metafisica) y frieron un par de huevos. Otras muchas tonterías de este jaez cuenta Villalonga, las cuales no copio por no alargar este relato. Todos ellos, a excepción de Miquis que se murió el 64 soñando con la gloria de Schiller, metieron infernal bulla en el célebre alboroto de la noche de San Daniel.


BOWIE


El club de lectura de David Bowie, p. 234

El Berlín de los años veinte era una ciudad en proceso de cambio. Una serie de crisis políticas y económicas, y en especial la hiperinflación -en noviembre de 1923, el coste de una hogaza de pan llegó a los 200.000 millones de marcos- resultó en un repunte del crimen, la prostitución y el antisemitismo. A la vez, estas crisis trajeron consigo un periodo de intensa actividad cultural e intelectual que parecía alimentarse del ambiente de ebullición sexual polimorfa por la que se hicieron famosos los bares y cabarés berlineses.

Antes del diluvio es un cursillo acelerado para juerguistas sobre las películas de Josef von Sternberg, las obras de Bertolt Brecht, la áspera música atonal de Arnold Schoenberg y las escabrosas caricaturas de George Grosz. Puede que con él Bowie se diera cuenta de la importancia que tuvo Berlín para Brecht, en cuya obra Baal, de 1918, acabaría apareciendo, y que uniera los puntos que conectaban al director de teatro Erwin Piscator con las ideas del fundador de la Bauhaus Walter Gropius sobre el teatro total-una experiencia de 360 grados con escenarios y asientos rotatorios, pantallas de cine y un túnel por el que salía el coro para rodear al público- y con el tipo de espectáculos de rock que él ansiaba montar.

El Berlín de entreguerras era el hogar de Sigmund Freud y de Albert Einstein; y también de Vladimir Nabokov; que publicó sus «novelas berlinesas», entre ellas Risa en la oscuridad, Desesperación o La dádiva con el seudónimo de «Sirin”. Puede que fuera Friedrich quien, citando La dádiva, involuntariamente le regalara a Bowie la imagen de Nabokov bañado por los rayos del sol que el cantante usaría años más tarde en el tema «I'd Rather Be Higb. Fiódor, el héroe de La dádiva, vaga entre los bañistas en un bello paraje junto al lago que está justo a las afueras de Berlín y observa las piernas hinchadas de los viejos que allí yacen tumbados al sol para después tumbarse él mismo y disfrutar de la caricia del sol. En la canción de Bowie, claro está, Nabokov no es un viejo enclaustrado en un hotel de Montreux, sino un hombre en la flor de la vida: lustroso, desnudo; un tributo en bronce a la capacidad de Berlín de promover el talento.


COMODO


SPQR, Mary Berad, p. 424

¿«Buenos emperadores» y «malos emperadores»?

La historia convencional de los casi dos siglos de autocracia entre Tiberio y Cómodo, aquellos catorce emperadores que desfilaron a lo largo de tres dinastías imperiales, se centra en las virtudes y los vicios del ocupante del trono, y en su uso y abuso del poder autocrático. Es difícil imaginar la historia de Roma sin Nerón «tañendo mientras ardía Roma» (más exactamente, tocando irresponsablemente la lira mientras la ciudad quedaba destruida por un descomunal incendio en el año 64 d. C.), fallando chapuceramente en su intento de asesinar a su madre haciendo que se ahogase en una barca extremadamente frágil (una peculiar mezcla de ingenuidad, crueldad y disparate) o torturando a los cristianos, como si fueran los culpables del gran incendio: la primera de una serie de esporádicas reacciones violentas contra la nueva religión. Sin embargo, Nerón es solo uno del extenso repertorio de las diferentes versiones de sadismo imperial.

La imagen del emperador Cómodo, vestido de gladiador y amenazando a los senadores sentados en las primeras filas del Coliseo mientras blandía ante ellos la cabeza de un avestruz decapitada, resume a la perfección el ridículo sadismo de la autocracia corrupta. Un testigo presencial, que describió el incidente, admite que estaba aterrorizado pero, al mismo tiempo, tuvo que reprimir un peligroso ataque de risa arrancando unas hojas de laurel de la corona que llevaba y metiéndoselas en la boca para sofocar las carcajadas. Las excentricidades del huraño Tiberio en su piscina de la isla de Capri, donde según decían empleaba a muchachos («pececitos») para que le mordisqueasen los genitales bajo el agua, apuntan a la sexualidad coercitiva del poder imperial. Las escenas se recrean con regodeo en la película Calígula de Bob Guccione de la década de 1970. Todavía más espeluznante es la historia de cómo convirtió Domiciano el sadismo en un pasatiempo solitario. De él se decía que se encerraba solo en su habitación y se pasaba las horas torturando moscas y matándolas con su cálamo. “¿Hay alguien ahí con el emperador?», inquirió alguien en una ocasión. «Ni siquiera una mosca», respondió bruscamente un cortesano.

Hay también algunos ejemplos de destacada virtud imperial. Los Pensamientos filosóficos de Marco Aurelio, por más cliché que sean («No actúes como si fueras a vivir diez mil años. La muerte se cierne sobre ti»), hoy en día siguen sumando admiradores, compradores y defensores, desde gurús de la autoayuda hasta el ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.


WIKIPEDIA

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