Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 295. LOS DISPAROS DEL CAZADOR / RAFAELCHIRBES



Llamo a Ramón, mi criado, y le pido que me ayude a salir, y me abrazo a él, que me envuelve en una toalla y me habla en voz baja, repitiendo muchas veces las mismas palabras como si quisiera hipnotizarme. Las gotas de agua se quedan en el mármol del suelo, junto a la bañera, como los restos de una belleza destruida.
Antes, cuando mi hijo traía a Roberto para que pasara con nosotros las tardes de domingo, encontraba en sus ojos infantiles destellos de esa belleza. Pensaba que dentro de él crecían los colores que luego habrían de perseguirlo para siempre. Mi propia mirada descubría las fuentes en las que bebía: el sol dibujando una telaraña en el jardín, el libro de los animales, las colecciones de cromos, la caja de metal en la que Eva guardaba  golosinas que extraía con su mano deforme por la artrosis, pero que a Roberto le parecía la de un mago, el  cajón de las viejas fotografías. A veces, cuando lo sentía extasiado en mis brazos, deseaba su felicidad, su muerte.
Ramón me coge del brazo y me conduce a lo largo del  pasillo desde el salón donde he permanecido oyendo la radio, hasta mi cuarto. Se pone del lado derecho. Siempre es así. Avanzamos juntos por el pasillo, él flanqueándome el lado derecho. 

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