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-¿Empezamos?
-Empezamos. Pero antes déjeme hacerle otra pregunta. Es la última.
-Adelante.
-¿Por qué ha aceptado escribir este libro?
-¿No se lo he dicho ya? Por dinero. Me gano la vida escribiendo.
-Sí, ya lo sé, pero ¿solo ha aceptado por eso?
-Bueno, también es verdad que no siempre se le presenta a uno la oportunidad de escribir sobre un personaje como el Zarco, si es a eso a lo que se refiere.
-¿Quiere decir que el Zarco le interesaba antes de que le ofrecieran escribir sobre él?
-Claro, igual que a todo el mundo.
-Ya. De todos modos la historia que voy a contarle no es la del Zarco sino la de mi relación con el Zarco; con el Zarco y con ...
-Ya lo sé, también hemos hablado de eso. ¿Podemos empezar?
-Podemos empezar.
-Cuénteme cuándo conoció al Zarco.
-A principios de verano del 78. Aquella era una época extraña. O yo la recuerdo así. Hacía tres años que Franco había muerto, pero el país continuaba gobernándose por leyes franquistas y oliendo exactamente a lo mismo que olía
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