De Un corazón sencillo de Flaubert, p. 68-69 (Valdemar)
En la iglesia, siempre contemplaba al Espíritu Santo, y observó que tenía cierto parecido con el loro. Su semejanza le resultó aún más manifiesta en una imagen de Épinal que representaba el bautismo de Nuestro Señor. Con sus alas de púrpura y su cuerpo de esmeralda, era verdaderamente el retrato de Lulú.
Lo compró, y luego lo colgó en lugar del conde de Artois; de manera que, de un solo vistazo, los tenía a los dos. Se asociaron en su pensamiento, de modo que el loro se encontró santificado por aquella relación con el Espíritu Santo, que así se hada más vivo e inteligible. El Padre, para enunciarse, no había podido elegir una paloma, puesto que esos animales no tienen voz, sino más bien a uno de los ancestros de Lulú. Y Félicité rezaba mirando la imagen, pero de cuando en cuando se volvía un poco hacia el pájaro.
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