Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

SALO

De El espía, de Justo Navarro, p. 95-96

Apareció Mussolini entre los paracaidistas que lo rescataban y los carabineros que lo vigilaban. Lo filmaban dos cámaras. Pueden hacer de mí lo que quieran, dijo Mussolini, y entre los paracaidistas y los carabineros había una felicidad de fiesta de fin de la temporada de esquí, pero en septiembre, sin nieve. Mussolini vestía un elegante y acorazado abrigo negro con las solapas levantadas, cruzado, y un sombrero negro, quizá para disimular la semejanza entre la cabeza y la mole del hotel. Parecía exhausto, libre de un peso que aún lo cansaba, algo alegre, pero decepcionado lastimado y humillado. El día antes había pedido una pistola a la camarera del hotel, Lisetta, se llamaba, y, a falta de pistola, con una cuchilla de afeitar se había abierto la muñeca izquierda. Eso no lo contó la emocionante, vibrante, palpitante voz del locutor en el noticiario que Pound vio en el Cinema Grifone de Rapallo. El capitán de las SS Otto Skorzeny montó a Mussolini en un monomotor biplaza Fieseler Storch, rumbo a Pratica di Mare, donde esperaba un Heinkel para el trayecto Viena-Múnich. Cuando el piloto personal del general Student, el capitán Gerlach, vio que el SS Skorzeny quería subir con Mussolini al monomotor se resistió. El Fieseler Storch es un biplaza protestó. El gigantesco oficial de las SS no cabía en la avioneta. Pero subió, medio cuerpo fuera de la carlinga, como una robusta joroba con cabeza y gorra de las SS en la espalda de Mussolini. Los carabineros que habían vigilado al prisionero empujaron la avioneta para que despegara con el Duce en fuga. Mussolini se sujetaba el sombrero para que no se lo llevara el viento. Se dirigía a fundar en el despacho de Hitler la Repubblica Sociale Italiana, RSI.

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