Esto no puede ser—replicó Don Quijote—, porque allá me anocheció y amaneció; y tomó a anochecer y amanecer tres veces; de modo que, a mi cuenta tres días he estado en aquellas partes remotas y escondidas a la vista nuestra.
MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha
Parte II, cap. XXIIIPRIMERA PARTE
EL ACCIDENTE
A mis padres
Marcos Montes se despertó unos minutos antes de que sonara el despertador. Oyó entre sueños el ruido de una puerta, y después, ya desvelado, los gemidos y los resoplidos de esfuerzo de su mujer para meterse de nuevo en la cama, trabajosamente, acomodando su vientre abultado, en el que desde hacía algunos meses maduraba y se removía una nueva vida, La rutina, el paso de los días y de los meses, había convertido ya en cotidianas todas esas mágicas alteraciones, como había hecho difusa y prorrogable la conciencia—tan intensa, tan novedosa en un principio—de su futura paternidad.
Ya no se volvió a dormir. Había soñado algo aquella noche; algo impresionante y conmovedor que ahora no conseguía recordar. Tan sólo conservaba la atmósfera del sueño, una vaga sensación, huidiza como un perfume, que se esfumaba cada vez que tiraba de ella, intentando sacar por ese hilo todo el ovillo del sueño. Pero el despertador estaba a punto de sonar; así lo decían los cuatro dígitos que fulguraban en la oscuridad como pequeñas brasas, a medio metro de su cabeza. Sin encender la luz, sin hacer ruido, Marcos Montes se incorporó y se puso las zapatillas, paró el despertador
Te quiero más que a la salvación de mi alma
LOS HOMBRES
De Marcos Montes, de David Monteagudo, p. 72-73
«Sí—piensa Marcos Montes—, los hombres... los chicos... Los hombres se comportan como níños cuando van en grupo... En la escuela, luego en el servicio militar, más tarde en la fábrica, o en la mina; en realidad es siempre lo mismo. Solamente cuando está solo, en la singularidad, se comporta el hombre como un ser adulto. Por eso los líderes surgen siempre de forma tan natural, como si fueran aclamados por unanimidad, porque son los que demuestran un comportamiento más individual. Son los que crean las normas en vez de seguirlas».
«Sí—piensa Marcos Montes—, los hombres... los chicos... Los hombres se comportan como níños cuando van en grupo... En la escuela, luego en el servicio militar, más tarde en la fábrica, o en la mina; en realidad es siempre lo mismo. Solamente cuando está solo, en la singularidad, se comporta el hombre como un ser adulto. Por eso los líderes surgen siempre de forma tan natural, como si fueran aclamados por unanimidad, porque son los que demuestran un comportamiento más individual. Son los que crean las normas en vez de seguirlas».
INCIPIT 289. LAS AMISTADES PELIGROSAS / CH. DE LACLOS
CARTA PRIMERA
Cecilia Volang esa Sofía Cama y, en el convento de Ursulinas de..
Ya ves, mi buena anhiga, que te cumplo la palabra, y que los gorros y los perendengues no llenan todo mi tiempo; siempre me quedará un ratito para ti. Sin embargo, he visto en sólo este día más atavíos que en los cuatro años que hemos pasado juntas; y creo que la orgullosa Tanville tendrá más pesar cuando haga yo mi primera visita, en que desde luego me propongo pedir el verla, que el que ha creído darnos ella siempre que ha venido a vernos in fiocchí. Madre me ha consultado sobre todo; me trata mucho menos como educanda que antes; tengo una doncella a mi servicio, una pieza y un gabinete de que dispongo, y te escribo en un escritorio muy bonito, de que tengo la llave y en que puedo encerrar cuanto quiera. Me ha dicho madre que la veré todos los días cuando se levante; que para comer bastará que esté peinada, porque estaremos siempre solas, y que entonces me dirá a qué hora deberé pasar a verla después de mediodía. Lo restante del tiempo queda a mi disposición, y tengo mi arpa, mi dibujo, y libros como en el convento, con la diferencia de que ahora no viene a regañarme la madre Perpetua, y que podría yo, si quisiese, estar siempre mano sobre mano; pero como no está conmigo mi Sofía para hablar con ella y reír, tanto vale ocuparme en algo.
Aún no son las cinco; no debo ir a ver a madre sino a las siete: he aquí bastante tiempo, si tuviese algo que decirte, pero no me han dicho nada todavía.
¡¡¡¡FAULKNER¡¡¡
De Los altos, de William Faulkner (Cuentos completos: Alfaguara)
Hemos terminado por ser como esas criaturas que los médicos podrían haber creado en un laboratorio, criaturas que han aprendido a despojarse de los huesos y de las entrañas y pese a todo seguir vivas, mantenerse indefinidamente con vida, con vida acaso para siempre, sin siquiera saber que los huesos y las entrañas las han dejado atrás. Nos hemos despojado de la columna vertebral; hemos decidido poco más o menos que un hombre ya no tiene necesidad de columna vertebral; tener columna vertebral es una antigualla. Pero el surco en que estaba la columna vertebral sigue estando en donde siempre estuvo, y la columna vertebral también se ha mantenido con vida, y algún día volveremos a colocárnosla en su sitio. No sé bien del todo ni cuándo ni cuánta torsión hará falta para que lo entendamos y lo terminemos de aprender, pero será algún día.
[…]
—Sí, señor. Nos hemos olvidado de los lugareños, de la gente. La vida se ha abaratado a más no poder se lo digo yo, pero de barata la vida no tiene un pelo. La vida posee un valor inmenso. No me refiero a ese ir pasando de un cheque de la Administración de Ajustes Agrarios al siguiente que llegue, sino al honor y al orgullo y a la disciplina que bastan para que un hombre sea digno de preservación, para que posea algún valor. Eso es lo que hemos de aprender de nuevo. Puede que cueste lo suyo, que cueste incluso mucho, que nos vuelvan a enseñar todo eso; puede que fuese la caminata hasta Virginia, porque de allí es de donde era su madre, y el perder una guerra y volver desde allá también a pie, puede que eso fuera lo que le enseñó al viejo Anse. Sea como fuere, parece que él sí lo supo aprender, y tan bien lo aprendió que se lo dejó en herencia a sus hijos. ¿Se ha dado usted cuenta de que todo lo que tuvo que hacer Buddy fue decir a sus hijos que era hora de marcharse, porque el Gobierno les había mandado aviso? ¿Se ha fijado cómo le dijeron ellos adiós? Hombres hechos y derechos que se dan un beso sin nada que ocultar sin vergüenza ninguna. A lo mejor es justamente eso lo que intento decir... Ea —dijo—. Así ya va bien.
LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA
De Sunset Park, de Paul Auster, p.277-278
Se aprieta el hielo contra la mano hinchada, y mientras la mira, piensa en el soldado sin manos de la película que vio con Alice y Pilar en el invierno, el joven soldado que vuelve a casa de la guerra, incapaz de desnudarse e irse a la cama sin la ayuda de su padre, y tiene la impresión de haberse convertido en ese muchacho, que no puede hacer nada sin que su padre lo ayude, un chico sin manos, un muchacho que no debería tener manos, un chico a quien las manos no han traído sino problemas en la vida, sus coléricas y agresivas manos, esas manos que empujan llenas de furia, y entonces le viene a la memoria el nombre del soldado de la película, Homer, Homer Nosecuántos, como el poeta Homero, que escribió la escena sobre Odiseo y Telémaco, padre e hijo juntos después de tantos años, lo mismo que su padre y él, y el nombre de Homero le hace pensar en el hogar, como en la expresión sín hogar, todos están ahora sin hogar, tal como ha dicho a su padre por teléfono, Alice y Bing son personas sin hogar, y él también, la gente de Florida que vivía en las casas que él limpiaba son personas sin hogar, sólo Pilar tiene hogar, ahora ella es su techo, y de un puñetazo lo ha destruido todo, ya nunca vivirán juntos en Nueva York, ya no hay futuro para ellos, ya no hay esperanza, y aunque ahora huya a Florida para estar a su lado, no habría esperanza para ellos, y si se queda en Nueva York para defenderse en los tribunales, tampoco podrán esperar nada, ha decepcionado a su padre, ha fallado a Pilar, ha defraudado a todo el mundo, y mientras el coche cruza el puente de Brooklyn y contempla los enormes edificios de la otra orilla del East River, piensa en las construcciones perdidas, en los edificios derruidos e incendiados que ya no existen, los inmuebles perdidos y las manos perdidas, y se pregunta si vale la pena tener esperanza en el porvenir cuando no hay futuro, y de ahora en adelante, dice para sí, dejará de tener esperanza en nada y vivirá exclusivamente para hoy mismo, para este momento, este instante fugaz, el ahora que está aquí y ya no está, el momento que se ha ido para siempre.
Se aprieta el hielo contra la mano hinchada, y mientras la mira, piensa en el soldado sin manos de la película que vio con Alice y Pilar en el invierno, el joven soldado que vuelve a casa de la guerra, incapaz de desnudarse e irse a la cama sin la ayuda de su padre, y tiene la impresión de haberse convertido en ese muchacho, que no puede hacer nada sin que su padre lo ayude, un chico sin manos, un muchacho que no debería tener manos, un chico a quien las manos no han traído sino problemas en la vida, sus coléricas y agresivas manos, esas manos que empujan llenas de furia, y entonces le viene a la memoria el nombre del soldado de la película, Homer, Homer Nosecuántos, como el poeta Homero, que escribió la escena sobre Odiseo y Telémaco, padre e hijo juntos después de tantos años, lo mismo que su padre y él, y el nombre de Homero le hace pensar en el hogar, como en la expresión sín hogar, todos están ahora sin hogar, tal como ha dicho a su padre por teléfono, Alice y Bing son personas sin hogar, y él también, la gente de Florida que vivía en las casas que él limpiaba son personas sin hogar, sólo Pilar tiene hogar, ahora ella es su techo, y de un puñetazo lo ha destruido todo, ya nunca vivirán juntos en Nueva York, ya no hay futuro para ellos, ya no hay esperanza, y aunque ahora huya a Florida para estar a su lado, no habría esperanza para ellos, y si se queda en Nueva York para defenderse en los tribunales, tampoco podrán esperar nada, ha decepcionado a su padre, ha fallado a Pilar, ha defraudado a todo el mundo, y mientras el coche cruza el puente de Brooklyn y contempla los enormes edificios de la otra orilla del East River, piensa en las construcciones perdidas, en los edificios derruidos e incendiados que ya no existen, los inmuebles perdidos y las manos perdidas, y se pregunta si vale la pena tener esperanza en el porvenir cuando no hay futuro, y de ahora en adelante, dice para sí, dejará de tener esperanza en nada y vivirá exclusivamente para hoy mismo, para este momento, este instante fugaz, el ahora que está aquí y ya no está, el momento que se ha ido para siempre.
INCIPIT 288. VIA REVOLUCIONARIA / RICHARD YATES
Uno
Los sonidos finales del ensayo general dejaron a los Laurel Players allí plantados, sin nada que hacer, callados e indefensos, parpadeando ante las candilejas de un auditorio vacío. Apenas se atrevieron a respirar cuando la figura solemne y menuda del director salió de los asientos desnudos para reunirse con ellos en el escenario, mientras sacaba de bastidores sin contemplaciones una escalera de mano y trepaba a la mitad de la misma y les decía, tras aclararse varias veces la garganta, que eran gente con muchísimo talento, gente con la que era maravilloso trabajar.
—No ha sido fácil —dijo, mientras sus gafas despedían discretos destellos hacia el proscenio—. Hemos tenido muchos problemas, y, para seros franco, ya casi me había resignado a no esperar gran cosa de vosotros. Pues bien. Tal vez os sonará cursi, pero aquí ha pasado algo. Esta noche, mientras estaba sentado ahí abajo, he tenido la clara certeza de que todos vosotros estabais poniendo el corazón por primera vez en vuestro trabajo.
Abrió los dedos de una mano sobre el bolsillo de su camisa para ilustrar hasta qué punto el corazón era una cosa simple, física; luego los cerró formando un puño, que procedió a agitar lentamente en una larga y callada pausa dramática, mientras cerraba un ojo y dejaba que su húmedo labio inferior escenificara una mueca de orgullo triunfal.
—Haced lo mismo mañana por la noche —dijo— y la función será apoteósica.
Podrían haberse echado a llorar. Temblorosos, procedieron en cambio a lanzar vítores y risas, a estrecharse las manos y a besarse, y alguien salió a por una caja de cer-
SOBRE LA ESCOPETA NACIONAL
De Berlanga, el último austro-húgaro, p. 134-135
P. -— ¿Es cierto qua Francis Franco, el nieto del general, se presentó un día en el rodaje dispuesto a echarte una mano
R — No, no. Francis Franco estuvo presente en el rodaje casi todos los días, porque él, junto con un socio, tiene una empresa que organiza cacerías. Yo recurrí a él, a sugerencia de Jimmy Giménez Arnau, ante el problema de las localizaciones, y estuvimos viendo una de las fincas de su familia, una especie de palacete gótico que estaba lleno de regalos que le habían hecho a Franco, Durante estos contactos surgió la posibilidad de que, teniendo él esa empresa. nos asesorara en lo referente a la cacería. Y así fue, Además nos suministró parte del material, parte del atrezzo
Un día no encontrábamos los ligueros y las medias que se requerían para una escena de Mónica Randall, y yo sabía. Por conversaciones informales mantenidas en algunas fiestas, que María del Carmen, la hermana de Francis, podía tener esas prendas. Así que le pedí a Francis que llamara a María del Carmen, y ella dijo que no las tenía. O quizá no estaba en su casa... Ya no me acuerdo. Al final la sastra de la película tuvo que improvisar unos modelitos.
P. —, ¿Sabía la familia de Franco de qué iba la película?
R. — Supongo que sí, Yo le dejé un guión a Francis, También le dije que la película no atacaba directamente a su abuelo o a su familia.
P. — De modo que una película que pone en la picota a la clase política franquista, que muestra, como signo evidente de corrupción, el mercado de favores que se organizaban cualquiera de esas cacerías, pudo haber sido rodada en una propiedad de los Franco y, de hecho, tuvo corno asesor a otro miembro de la familia,,, Cáspita
P. -— ¿Es cierto qua Francis Franco, el nieto del general, se presentó un día en el rodaje dispuesto a echarte una mano
R — No, no. Francis Franco estuvo presente en el rodaje casi todos los días, porque él, junto con un socio, tiene una empresa que organiza cacerías. Yo recurrí a él, a sugerencia de Jimmy Giménez Arnau, ante el problema de las localizaciones, y estuvimos viendo una de las fincas de su familia, una especie de palacete gótico que estaba lleno de regalos que le habían hecho a Franco, Durante estos contactos surgió la posibilidad de que, teniendo él esa empresa. nos asesorara en lo referente a la cacería. Y así fue, Además nos suministró parte del material, parte del atrezzo
Un día no encontrábamos los ligueros y las medias que se requerían para una escena de Mónica Randall, y yo sabía. Por conversaciones informales mantenidas en algunas fiestas, que María del Carmen, la hermana de Francis, podía tener esas prendas. Así que le pedí a Francis que llamara a María del Carmen, y ella dijo que no las tenía. O quizá no estaba en su casa... Ya no me acuerdo. Al final la sastra de la película tuvo que improvisar unos modelitos.
P. —, ¿Sabía la familia de Franco de qué iba la película?
R. — Supongo que sí, Yo le dejé un guión a Francis, También le dije que la película no atacaba directamente a su abuelo o a su familia.
P. — De modo que una película que pone en la picota a la clase política franquista, que muestra, como signo evidente de corrupción, el mercado de favores que se organizaban cualquiera de esas cacerías, pudo haber sido rodada en una propiedad de los Franco y, de hecho, tuvo corno asesor a otro miembro de la familia,,, Cáspita
NABOKOVIANA
Del prólogo del hijo a El original de Laura de VN, p. 16-17
Y así, por fin, llegamos a Laura, y de nuevo nos surge el fuego. Durante los últimos meses de su vida en el hospital de Lausana, Nabokov trabajó febrilmente en este libro, impávido ante las bromas de los insensibles, los interrogatorios de ios bienintencionados, las conjeturas de los curiosos del mundo exterior, y asimismo impávido ante sus propios sufrimientos. Entre éstos una continua hinchazón debajo y alrededor de las uñas de los pies. A veces casi prefería librarse de ellas por completo que someterse a inciertas pedicuras de las enfermeras, y sentía el impulso irresistible de arreglárselas y buscar alivio escarbándoselas dolorosamente él mismo. Reconoceremos en Laura algunos ecos de este tormento.
Miraba el exterior soleado y comentaba suavemente que cierta mariposa había alzado ya el vuelo. Pero ya no habría más caminatas por las laderas cubiertas de hierba, red en ristre y con la obra gestándose en su cabeza. El libro seguía progresando, pero en el microcosmos claustrofóbico de un cuarto de hospital, y Nabokov empezó a temer que la inspiración y la concentración no pudieran ganar la batalla contra su salud en declive. Entonces tuvo una conversación muy seria con su mujer, en la que le dejó dicho que si moría antes de terminar Laura ésta tenía que ser pasto de las llamas.
Las mentes menos brillantes de entre las hordas de escribidores de cartas que habrían de caer sobre mí afirmaban que si un artista desea destruir una obra suya, por juzgarla imperfecta o incompleta, lo lógico era que procediera a hacerlo él mismo de forma limpia y previsora antes de que llegara su hora. Estos sabios olvidan, sin embargo, que Nabokov no quería quemar El original de Laura a toda costa, sino vivir lo suficiente para acabar las fichas que le faltaban para completar cuando menos un primer borrador. Se ha especulado también que Franz Kafka encargó deliberadamente a Max Brod que destruyese la reedición de La metamorfosis y otras obras maestras publicadas o inéditas, incluidas El castillo y El proceso, siendo perfectamente consciente de que Brod no tendría valor para llevar a cabo esa tarea (una estratagema bastante cándida en una mente tan valerosa y lúcida como la de Kafka), y que Nabokov había razonado de forma parecida al encomendar la destrucción de Laura a mi madre, alguien absolutamente de fiar y enormemente valiente. Las razones de su incumplimiento del encargo habría que buscarlas en la procrastinación —debida a la edad, a la debilidad, al inmenso amor por su esposo muerto.
Cuando la tarea pasó de mi madre a mí, reflexioné mucho sobre el asunto.
Y así, por fin, llegamos a Laura, y de nuevo nos surge el fuego. Durante los últimos meses de su vida en el hospital de Lausana, Nabokov trabajó febrilmente en este libro, impávido ante las bromas de los insensibles, los interrogatorios de ios bienintencionados, las conjeturas de los curiosos del mundo exterior, y asimismo impávido ante sus propios sufrimientos. Entre éstos una continua hinchazón debajo y alrededor de las uñas de los pies. A veces casi prefería librarse de ellas por completo que someterse a inciertas pedicuras de las enfermeras, y sentía el impulso irresistible de arreglárselas y buscar alivio escarbándoselas dolorosamente él mismo. Reconoceremos en Laura algunos ecos de este tormento.
Miraba el exterior soleado y comentaba suavemente que cierta mariposa había alzado ya el vuelo. Pero ya no habría más caminatas por las laderas cubiertas de hierba, red en ristre y con la obra gestándose en su cabeza. El libro seguía progresando, pero en el microcosmos claustrofóbico de un cuarto de hospital, y Nabokov empezó a temer que la inspiración y la concentración no pudieran ganar la batalla contra su salud en declive. Entonces tuvo una conversación muy seria con su mujer, en la que le dejó dicho que si moría antes de terminar Laura ésta tenía que ser pasto de las llamas.
Las mentes menos brillantes de entre las hordas de escribidores de cartas que habrían de caer sobre mí afirmaban que si un artista desea destruir una obra suya, por juzgarla imperfecta o incompleta, lo lógico era que procediera a hacerlo él mismo de forma limpia y previsora antes de que llegara su hora. Estos sabios olvidan, sin embargo, que Nabokov no quería quemar El original de Laura a toda costa, sino vivir lo suficiente para acabar las fichas que le faltaban para completar cuando menos un primer borrador. Se ha especulado también que Franz Kafka encargó deliberadamente a Max Brod que destruyese la reedición de La metamorfosis y otras obras maestras publicadas o inéditas, incluidas El castillo y El proceso, siendo perfectamente consciente de que Brod no tendría valor para llevar a cabo esa tarea (una estratagema bastante cándida en una mente tan valerosa y lúcida como la de Kafka), y que Nabokov había razonado de forma parecida al encomendar la destrucción de Laura a mi madre, alguien absolutamente de fiar y enormemente valiente. Las razones de su incumplimiento del encargo habría que buscarlas en la procrastinación —debida a la edad, a la debilidad, al inmenso amor por su esposo muerto.
Cuando la tarea pasó de mi madre a mí, reflexioné mucho sobre el asunto.
ZSA ZSA
Zsa Zsa Gabor recibe con humor la noticia de la amputación de su pierna
La actriz Zsa Zsa Gabor, prácticamente inconsciente debido a su delicado estado de salud, recibió este sábado la noticia de la amputación de parte de su pierna derecha y, lejos de hundirse, se lo tomó con cierto humor, según reveló hoy su esposo, Frederic Von Anhalt.
«Ella dijo... 'De todas maneras voy a morir'», comentó Von Anhalt, según publica el portal del canal CNN.
Gabor, de 93 años, «está mejorando» y el doctor le dijo que la herida «tiene buen aspecto, mejor de lo esperado», añadió Von Anhalt, que decidió no informar a su esposa de lo que sucedía el pasado 14 de enero, fecha de la intervención, realizada en el centro médico Ronald Reagan de la Universidad California en Los Ángeles.
Von Anhalt tomó esa decisión por miedo a que la intérprete sufriera un ataque cardiaco.
«Los próximos siete días serán cruciales» en su recuperación, afirmó Von Anhalt.
Los médicos realizaron la amputación por encima de la rodilla para impedir una gangrena, según su publicista, John Blanchette.
Al parecer, los médicos habían recomendado la amputación parcial antes de las Navidades, pero la intérprete no quería someterse a la cirugía.
El delicado estado de salud de Gabor empeoró seriamente en julio pasado cuando sufrió una caída en su casa del lujoso barrio de Bel-Air, a consecuencia de la cual fue sometida a una operación para reemplazarle la cadera.
Gabor, en silla de ruedas desde un accidente de automóvil en 2002, fue ingresada posteriormente debido a complicaciones derivadas de la intervención quirúrgica, fue operada de dos coágulos, uno muy cerca del corazón, y llegó a recibir la extremaunción.
La actriz Zsa Zsa Gabor, prácticamente inconsciente debido a su delicado estado de salud, recibió este sábado la noticia de la amputación de parte de su pierna derecha y, lejos de hundirse, se lo tomó con cierto humor, según reveló hoy su esposo, Frederic Von Anhalt.
«Ella dijo... 'De todas maneras voy a morir'», comentó Von Anhalt, según publica el portal del canal CNN.
Gabor, de 93 años, «está mejorando» y el doctor le dijo que la herida «tiene buen aspecto, mejor de lo esperado», añadió Von Anhalt, que decidió no informar a su esposa de lo que sucedía el pasado 14 de enero, fecha de la intervención, realizada en el centro médico Ronald Reagan de la Universidad California en Los Ángeles.
Von Anhalt tomó esa decisión por miedo a que la intérprete sufriera un ataque cardiaco.
«Los próximos siete días serán cruciales» en su recuperación, afirmó Von Anhalt.
Los médicos realizaron la amputación por encima de la rodilla para impedir una gangrena, según su publicista, John Blanchette.
Al parecer, los médicos habían recomendado la amputación parcial antes de las Navidades, pero la intérprete no quería someterse a la cirugía.
El delicado estado de salud de Gabor empeoró seriamente en julio pasado cuando sufrió una caída en su casa del lujoso barrio de Bel-Air, a consecuencia de la cual fue sometida a una operación para reemplazarle la cadera.
Gabor, en silla de ruedas desde un accidente de automóvil en 2002, fue ingresada posteriormente debido a complicaciones derivadas de la intervención quirúrgica, fue operada de dos coágulos, uno muy cerca del corazón, y llegó a recibir la extremaunción.
EROS
De Sunset Park, de Paul Auster, p. 200-201
El cuerpo humano es extraño, imperfecto e imprevisible. El cuerpo humano guarda muchos secretos, y no los revela a nadie, salvo a aquellos que han aprendido a esperar. El cuerpo humano tiene orejas. Tiene manos. Se crea dentro de otro cuerpo humano, y el ser humano que emerge de ese otro cuerpo humano es necesariamente débil, pequeño y desvalido. El cuerpo humano está creado a imagen y semejanza de Dios. El cuerpo humano tiene pies. Tiene ojos. Es innumerable en sus fbrmas, sus manifestaciones, sus grados de taniaño, forma y color, y observar un cuerpo humano es aprehender únicamente ése y ningún otro. El cuerpo humano se puede aprehender, pero no comprender. El cuerpo humano tiene hombros. Tiene rodillas. Es objeto y sujeto, la parte de afuera de un interior que no alcanza a verse. El cuerpo humano crece desde lo pequeño de la infancia a lo grande de la madurez, y luego empieza a morir. El cuerpo humano tiene caderas. Tiene codos. Vive en la mente de quien lo posee, y vivir dentro del cuerpo humano poseído por la mente que percibe otro cuerpo humano es vivir en un mundo de otros. El cuerpo humano tiene pelo. Tiene boca. Y genitales. El cuerpo humano está hecho de polvo, y cuando ese cuerpo humano deja de ser, vuelve al polvo de donde vino una vez.
[…]
Son retratos íntimos, dice para sí, no dibujos eróticos, figuras que hacen lo que los cuerpos humanos suelen hacer cuando nadie los mira, y si muchos de los hombres de esos retratos singulares están en erección, es porque un hombre corriente tiene cincuenta erecciones y semierecciones al día; o eso le han dicho.
El cuerpo humano es extraño, imperfecto e imprevisible. El cuerpo humano guarda muchos secretos, y no los revela a nadie, salvo a aquellos que han aprendido a esperar. El cuerpo humano tiene orejas. Tiene manos. Se crea dentro de otro cuerpo humano, y el ser humano que emerge de ese otro cuerpo humano es necesariamente débil, pequeño y desvalido. El cuerpo humano está creado a imagen y semejanza de Dios. El cuerpo humano tiene pies. Tiene ojos. Es innumerable en sus fbrmas, sus manifestaciones, sus grados de taniaño, forma y color, y observar un cuerpo humano es aprehender únicamente ése y ningún otro. El cuerpo humano se puede aprehender, pero no comprender. El cuerpo humano tiene hombros. Tiene rodillas. Es objeto y sujeto, la parte de afuera de un interior que no alcanza a verse. El cuerpo humano crece desde lo pequeño de la infancia a lo grande de la madurez, y luego empieza a morir. El cuerpo humano tiene caderas. Tiene codos. Vive en la mente de quien lo posee, y vivir dentro del cuerpo humano poseído por la mente que percibe otro cuerpo humano es vivir en un mundo de otros. El cuerpo humano tiene pelo. Tiene boca. Y genitales. El cuerpo humano está hecho de polvo, y cuando ese cuerpo humano deja de ser, vuelve al polvo de donde vino una vez.
[…]
Son retratos íntimos, dice para sí, no dibujos eróticos, figuras que hacen lo que los cuerpos humanos suelen hacer cuando nadie los mira, y si muchos de los hombres de esos retratos singulares están en erección, es porque un hombre corriente tiene cincuenta erecciones y semierecciones al día; o eso le han dicho.
INCIPIT 287. RIÑA DE GATOS / EDUARDO MENDOZA
1
4 de marzo de 1936
Querida Catherine:
Poco después de cruzar la frontera y de evacuar los enojosos trámites aduaneros, me he dormido arrullado por el traqueteo del tren, porque había pasado una noche de insomnio, acosado por el cúmulo de problemas, sobresaltos y agonías derivados de nuestra tormentosa relación. Por la ventanilla del tren sólo veía la oscuridad de la noche y mi propia imagen reflejada en el cristal: la efigie de un hombre atormentado por el desasosiego. El amanecer no trajo el alivio que a menudo acompaña el anuncio de un nuevo día. El cielo seguía nublado y la palidez de un sol mortecino hacía aún más desolado el paisaje exterior y el paisaje de mi propio espíritu. En estas circunstancias, al borde de las lágrimas, me quedé dormido. Al abrir los ojos, todo había cambiado. Lucía un sol radiante en un cielo sin límites, de un azul intenso, apenas alterado por unas nubes pequeñas, de una blancura deslumbrante. El tren recorría la yerma meseta castellana. ¡España por fin!
¡Oh, Catherine, mi adorada Catherine, si pudieras ver este magnífico espectáculo comprenderías el estado de ánimo con que te escribo! Porque no es sólo un fenómeno geográfico o un simple cambio de paisaje, sino algo más, algo sublime. En Inglaterra, como en el norte de Francia, por donde acabo de pasar, la campiña es verde, los campos son fértiles, los árboles son altos, pero el cielo es
LA POLITICA
De Riña de gatos: Madrid 1936, de Eduardo Mendoza, p. 231
—Parker tiene razón. Vuelva a casa, olvídese de Madrid. Es una ciudad sucia, revuelta, la gente no sabe estar en su sitio. Y no se preocupe por su amigo Primo; no le pasará nada. El fascismo es un incordio, pero no es un problema. El problema viene de Rusia. Tarde o temprano Inglaterra habrá de aliarse con Alemania para hacer frente a la amenaza comunista. —Se volvió al retrato de Su Majestad Eduardo VIII y lo señaló con la pipa—. Su Majestad así lo entiende y no oculta sus simpatías por Hitler. Hitler no es un demócrata cabal, es cierto, pero la política no permite hacer distingos. Por eso no es para personas educadas y sensibles como usted, Whitelands. Vuelva a Londres, a sus cuadros y a sus libros. Y pídale perdón a Catherine. Ella le cubrirá de improperios, pero le perdonará. Lo está deseando. Las mujeres son una lata, pero son lo mejor que tenemos. La política, en cambio, es horrible. Los comunistas y los nazis son unos monstruos, y nosotros, que somos los buenos, no pasamos de canallas.
—Parker tiene razón. Vuelva a casa, olvídese de Madrid. Es una ciudad sucia, revuelta, la gente no sabe estar en su sitio. Y no se preocupe por su amigo Primo; no le pasará nada. El fascismo es un incordio, pero no es un problema. El problema viene de Rusia. Tarde o temprano Inglaterra habrá de aliarse con Alemania para hacer frente a la amenaza comunista. —Se volvió al retrato de Su Majestad Eduardo VIII y lo señaló con la pipa—. Su Majestad así lo entiende y no oculta sus simpatías por Hitler. Hitler no es un demócrata cabal, es cierto, pero la política no permite hacer distingos. Por eso no es para personas educadas y sensibles como usted, Whitelands. Vuelva a Londres, a sus cuadros y a sus libros. Y pídale perdón a Catherine. Ella le cubrirá de improperios, pero le perdonará. Lo está deseando. Las mujeres son una lata, pero son lo mejor que tenemos. La política, en cambio, es horrible. Los comunistas y los nazis son unos monstruos, y nosotros, que somos los buenos, no pasamos de canallas.
INCIPIT 286, PUNTO OMEGA / DON DELILLO
ANONIMATO
3 de septiembre
Había un hombre de pie contra la pared norte, apenas visible. La gente entraba de dos en dos y de tres en tres y se detenía en la oscuridad mirando la pantalla y luego se iba. En ocasiones apenas traspasaban el umbral, grupos más grandes entrando como sin rumbo, turistas aturdidos, y miraban y trasladaban el peso del cuerpo de un pie al otro y luego se iban
No había donde sentarSe en la galería. La pantalla descansaba directamente en el suelo, unos tres por cuatro metros, sin elevación, en mitad de la sala. Era una pantalla translúcida y había personaS pocas que se demoraban el tiempo suficiente como para ir derivando hasta el otro
9
SOBRE VERA
De Vladimir Nabokov. Los años rusos, p.238
Si bien era consciente de que no tenía una educación universitaria ni estaba dotada para escribir, Vera Slónim era muy culta, inteligente, imaginativa. Al igual que Nabokov, tenía tendencia a la sinestesia, se deleitaba con nimiedades que era fácil pasar por alto, experimentaba un sentimiento de maravilla ante el mundo. Tenía muchísima memoria, especialmente para los recuerdos de la infancia y para todo lo que estuviera en verso. En quince minutos se aprendía de memoria un breve poema lírico y se sabía no solamente pasajes enteros de Pushkin y del Homero de Zhukovski, sino virtualmente todas las líneas de verso escritas por Nabokov. Este valoraba especialmente en ella el mejor sentido del humor de todas las mujeres a las que había conocido en su vida,
En otros aspectos es muy diferente de Nabokov. Se interesa por la política. Reconoce su disposición a ver el lado negativo de las cosas y las personas antes que el positivo, mientras que Nabokov, a pesar de sus ataques despiadados contra la vulgaridad, ya fuera tosca o refinada, creía en la bondad fundamental de la vida y ello influía en sus juicios. Rígida, resuelta, dotada de firme voluntad, Vera juzga a las personas con severidad y no tolera el menor asomo de póshlost o crueldad. De naturaleza suspicaz, siempre se ha asegurado de que podría defenderse a sí misma o defender a sus seres queridos. En Berlín llevaba una pistola encima.
Defensora celosa de su intimidad, Vera Nabokov nunca pretendió para sí misma la menor gloria en el éxito de su esposo. «Cuanto más fuera me deje usted», me indicó cuando empezaba a preparar el libro, «más se acercará a la verdad.» De hecho, en su dedicación a la literatura y a Vladimir Nabokov, Vera sería su esposa, musa y lectora ideal; su secretaria, mecanógrafa, editora, correctora de pruebas, traductora y bibliógrafa; su agente, administradora, asesora jurídica y chófer; su ayudante en la preparación de libros, su ayudante en la enseñanza y su suplente en la cátedra. Pero nunca, afirma ella, su modelo: Nabokov siempre «tuvo el buen gusto de no meterme en sus libros».
Si bien era consciente de que no tenía una educación universitaria ni estaba dotada para escribir, Vera Slónim era muy culta, inteligente, imaginativa. Al igual que Nabokov, tenía tendencia a la sinestesia, se deleitaba con nimiedades que era fácil pasar por alto, experimentaba un sentimiento de maravilla ante el mundo. Tenía muchísima memoria, especialmente para los recuerdos de la infancia y para todo lo que estuviera en verso. En quince minutos se aprendía de memoria un breve poema lírico y se sabía no solamente pasajes enteros de Pushkin y del Homero de Zhukovski, sino virtualmente todas las líneas de verso escritas por Nabokov. Este valoraba especialmente en ella el mejor sentido del humor de todas las mujeres a las que había conocido en su vida,
En otros aspectos es muy diferente de Nabokov. Se interesa por la política. Reconoce su disposición a ver el lado negativo de las cosas y las personas antes que el positivo, mientras que Nabokov, a pesar de sus ataques despiadados contra la vulgaridad, ya fuera tosca o refinada, creía en la bondad fundamental de la vida y ello influía en sus juicios. Rígida, resuelta, dotada de firme voluntad, Vera juzga a las personas con severidad y no tolera el menor asomo de póshlost o crueldad. De naturaleza suspicaz, siempre se ha asegurado de que podría defenderse a sí misma o defender a sus seres queridos. En Berlín llevaba una pistola encima.
Defensora celosa de su intimidad, Vera Nabokov nunca pretendió para sí misma la menor gloria en el éxito de su esposo. «Cuanto más fuera me deje usted», me indicó cuando empezaba a preparar el libro, «más se acercará a la verdad.» De hecho, en su dedicación a la literatura y a Vladimir Nabokov, Vera sería su esposa, musa y lectora ideal; su secretaria, mecanógrafa, editora, correctora de pruebas, traductora y bibliógrafa; su agente, administradora, asesora jurídica y chófer; su ayudante en la preparación de libros, su ayudante en la enseñanza y su suplente en la cátedra. Pero nunca, afirma ella, su modelo: Nabokov siempre «tuvo el buen gusto de no meterme en sus libros».
JB, IN MEMORIAM
Prólogo a Otoño en Madrid hacia 1950
Sin embargo, de la misma manera que el perfeccionamiento de su arte es consecuencia directa de su voluntad y de su dedicación al oficio, su poder de invención está en cierto modo fuera de su alcance por cuanto con mucha frecuencia es el resultado de un golpe de fortuna en la forma de un hallazgo o de un encuentro. De qué manera tan evidente se percibe cómo un hombre en posesión de unas acrisoladas facultades no consigue ponerlas a prueba y demostrar lo que es capaz de hacer porque un destino cicatero -cualquiera que sea la forma que adopte para dar prueba de su ceguera- le niega el oportuno hallazgo.
La invención, en principio, no obedece a otra regla que a la de romper el círculo de lo inventado. Sin embargo no tiene necesariamente que buscar la sorpresa. Me atrevo a decir que la sorpresa tan sólo conforma una aureola alrededor del espacio habitual de los hechos, a cuyos cánones y reglas queda reducida en cuanto se disipan sus efectos, por lo general efímeros. Porque son pocos los hechos que después de sorprender siguen siendo sorprendentes. Se puede decir que los que lo consiguen entran dentro de otra categoría, la de las invenciones y descubrimientos que el escritor y el artista en general buscan con tanto afán no sólo por su valor y efectos intrínsecos sino porque ante ellos tiene que poner a prueba un arte y un estilo para llevarlos a sus máximas posibilidades, única salvaguardia contra el propio manierismo. Ahora bien, la costumbre se adueña de todo, incluso de los hechos fortuitos, y traza una tela de araña (esa bella palabra inglesa, gossamer, cuya etimología remite al verano de San Martín, cuando se levanta la veda de los gansos y sobre los prados y arbustos húmedos y soleados pasa flotando ingrávida e inaprensible una telilla de hilos plateados a medio camino entre el ser y la nada) en la que queda apresada la invención —y sus secuaces— para incrementar con unas páginas más una obra tan inacabada como hambrienta. Quién sabe si la mayor sabiduría consiste en invertir los términos del sacrificio y restituir la invención a su posición original.
Sin embargo, de la misma manera que el perfeccionamiento de su arte es consecuencia directa de su voluntad y de su dedicación al oficio, su poder de invención está en cierto modo fuera de su alcance por cuanto con mucha frecuencia es el resultado de un golpe de fortuna en la forma de un hallazgo o de un encuentro. De qué manera tan evidente se percibe cómo un hombre en posesión de unas acrisoladas facultades no consigue ponerlas a prueba y demostrar lo que es capaz de hacer porque un destino cicatero -cualquiera que sea la forma que adopte para dar prueba de su ceguera- le niega el oportuno hallazgo.
La invención, en principio, no obedece a otra regla que a la de romper el círculo de lo inventado. Sin embargo no tiene necesariamente que buscar la sorpresa. Me atrevo a decir que la sorpresa tan sólo conforma una aureola alrededor del espacio habitual de los hechos, a cuyos cánones y reglas queda reducida en cuanto se disipan sus efectos, por lo general efímeros. Porque son pocos los hechos que después de sorprender siguen siendo sorprendentes. Se puede decir que los que lo consiguen entran dentro de otra categoría, la de las invenciones y descubrimientos que el escritor y el artista en general buscan con tanto afán no sólo por su valor y efectos intrínsecos sino porque ante ellos tiene que poner a prueba un arte y un estilo para llevarlos a sus máximas posibilidades, única salvaguardia contra el propio manierismo. Ahora bien, la costumbre se adueña de todo, incluso de los hechos fortuitos, y traza una tela de araña (esa bella palabra inglesa, gossamer, cuya etimología remite al verano de San Martín, cuando se levanta la veda de los gansos y sobre los prados y arbustos húmedos y soleados pasa flotando ingrávida e inaprensible una telilla de hilos plateados a medio camino entre el ser y la nada) en la que queda apresada la invención —y sus secuaces— para incrementar con unas páginas más una obra tan inacabada como hambrienta. Quién sabe si la mayor sabiduría consiste en invertir los términos del sacrificio y restituir la invención a su posición original.
ZSA ZSA GABOR
Zsa Zsa Gabor pierde parte de su pierna derecha
A sus 93 años y tras la celebración de la Nochevieja con su familia, Zsa Zsa Gabor se enfrenta de nuevo a un problema de salud. La actriz fue ingresada en un hospital el domingo por la noche, en donde los médicos le diagnosticaron una gangrena que hace necesaria la amputación de la parte baja de su pierna derecha.
"Desarrolló una lesión en la pierna que se había hinchado hace unos días, por lo que estuvo en tratamiento en el hospital, pero este no ha hecho efecto", ha informado su representante, John Blanchette. "De hecho, la herida ha crecido y los médicos decidieron operarla hace varios días".
Sin embargo, la actriz no quiso hospitalizarse hasta después del Año Nuevo, ya que quería pasar las que piensa serán las últimas fiestas acompañada de su familia. Los médicos la visitaron en su domicilio a última hora del domingo y, tras constatar que la gangrena que sufre puede poner en riesgo su vida, la ingresaron para amputarle la pierna por debajo de la rodilla lo antes posible.
El verano pasado, la actriz de origen húngaro se sometió a una cirugía para reemplazar su cadera, rota tras una caída casera. Tres semanas después de aquella operación, Gabor tuvo que volver al hospital para que se le extirpara un coágulo de sangre. Estuvo grave durante días e incluso pidió que un sacerdote le diera la extremaunción. Sin embargo, en agosto fue dada de alta y pudo volver a su casa.
INCIPIT 285. SUNSET PARK / PAUL AUSTER
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Durante casi un año ya, viene tomando fotografías de cosas abandonadas. Hay como mínimo dos servicios al día, a veces hasta seis o siete, y siempre que entra con sus huestes en otro domicilio, se enfrenta con las cosas, los innumerables objetos desechados por las familias que se han marchado. Los ausentes han huido a toda prisa, avergonzados, confusos, y seguro que dondequiera que habiten ahora (si es que han encontrado un lugar para vivir y no han acampado en la calle) sus nuevas viviendas son más pequeñas que los hogares que han perdido. Cada casa es una historia de fracaso —de insolvencia e impago, deudas y ejecución de hipoteca— y él se ha propuesto documentar los últimos y persistentes rastros de esas vidas desperdigadas con objeto de demostrar que las familias desaparecidas estuvieron allí una vez, que los fantasmas de gente que nunca verá ni conocerá siguen presentes en los desechos esparcidos por sus casas vacías.
Sacar la basura, llaman a ese trabajo, y él forma parte de un equipo de cuatro personas empleado por la Compañía Inmobiliaria Dunbar, que subcontrata sus servicios de «mantenimiento de viviendas» a los bancos de la zona que
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