I. RETRATOS
Retrato de mi violador
Porque a mí también, en el fondo,
me parece más interesante lo que sucede en la cabeza del verdugo. Entender a
las víctimas es fácil, todos podemos ponernos en su lugar. Incluso alguien que
no ha vivido algo así –una amnesia traumática, la parálisis psíquica, el
silencio de las víctimas– puede imaginar lo que es, o cree que lo puede
imaginar.
Entender al victimario es otra
cosa. Estar en un cuarto a solas con un niño, una niña de siete años, tener una
erección ante la idea de lo que le vas a hacer. Pronunciar las palabras que
hagan que ese niño se te acerque, meter el pene erecto en la boca de ese niño,
hacer que abra la boca bien grande. Eso sí que es fascinante. Va más allá de la
comprensión. Por no hablar de lo que sigue al terminar: vestirte, regresar con
la familia como si no hubiera pasado nada.
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