Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

¡¡¡FAULKNER¡¡¡


Truman Capote, George Plimpton, p. 301

Le pregunté: «¿Cómo conociste a Faulkner?». Me dijo que Bennett Cerf les daba las llaves de Random House a los escritores más especiales. Sobre todo, a los escritores de fuera que no tenían un lugar donde trabajar cuando visitaban Nueva York. Truman me dijo que había visto a Faulkner muchas noches en la editorial. Al final, Bennett se quejó y le dijo a Bill que no bebiera allí, porque las oficinas olían como una destilería. Llegaban los trabajadores por la mañana y lo encontraban durmiendo la mona en el sofá de Cerf. Era malo para el negocio. La gente veía a un viejo borracho y no se daban cuenta de que aquel tipo iba a ganar un premio Nobel.

En fin, a Truman le gustaba muchísimo Faulkner. Faulkner tenía esa cosa ... fingía ser un pueblerino, utilizaba formas muy coloquiales de hablar y cosas de ese tipo. Un buen tipo. Truman decía que Faulkner se emborrachó en alguna de sus fiestas y le preguntó si se podía dar un baño. Estuvo en la bañera cuarenta o cincuenta minutos y Truman se preocupó por él, así que entró en el baño y se encontró a Faulkner en la bañera, llorando. Truman se sentó en la taza del váter y asegura que no se dijeron ni una palabra, pero que fue un gran consuelo para Faulkner que él estuviera allí.


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