Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

TANATOS E HIPONOS


La estrella de la mañana, KO Knausgard, p. 734

Si resulta que para ver la muerte hay que suprimir el conocimiento, se suprime a la vez la conciencia de la muerte, entonces desaparece la muerte, y ya no queda nada por ver. La paradoja recuerda a lo que ocurre en el mito de Orfeo cuando baja al inframundo a llevarse a Eurídice, y Hades se lo permite con una condición: que no se vuelva a mirarla antes de que hayan subido de nuevo al sobremundo. Pero él quiere verla, se vuelve, y Eurídice desaparece. Solo está cuando él no mira. Si él mira, ella ya no está.

Esa idea, y que el éxtasis siempre ha formado una parte importante de la vida religiosa, hizo al chamán buscar el sueño y las visiones, porque los sueños, las visiones y el éxtasis tratan de la disolución de la conciencia del yo, que es la que une el conocimiento y la mirada.

En la antigua Grecia, la muerte y el sueño eran fenómenos emparentados, en la mitología eran hermanos, y en la Ilíada, incluso gemelos, Tánatos e Hipnos, que transportan a los muertos al reino de los muertos. Racionalmente, los dos están separados, como es natural: el sueño  es un estado en el que entramos deslizándonos y del que luego salimos de la misma manera, la muerte es absoluta. La pregunta que plantean los mitos griegos es si también la frontera entre la muerte y la vida es deslizante, un desplazamiento de estado, como el que se da entre el sueño y el estado de vigilia, o si es, como nosotros lo entendemos, absoluta, una cuestión de esto o aquello. Dicho de otra manera: ¿la frontera entre la vida y la muerte es el resultado de las limitaciones de nuestros sentidos, o es real?


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