Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

PROUST


Monsieur Proust, Céleste Albarete, p. 228

No voy a comentar las estupideces que se han contado y han sido recogidas en un libro, y que tendrían más o menos como escenario el establecimiento de Le Cuziat: una historia de ratas atravesadas por espinas cuya agonía habría ido él a contemplar, y aquella según la cual habría mostrado fotografías de su madre a los rufianes de la casa, para que se burlaran de ellas y disfrutaran el placer del sacrilegio. ¿ Cómo se atreven a publicar semejantes aberraciones? Monsieur Proust tenía desde siempre fobia a las ratas, hasta el punto, me contó un día, de que ni siquiera podía soportar su simple vista. Respecto a las fotografías de su madre, nunca salieron de los cajones de la cómoda de su habitación, excepto cuando me pedía que las cogiera para volver a verlas o para enseñármelas, siempre con amor y emoción. Por último, nunca sacaba nada de casa, y, salvo sus comidas, sus utensilios de aseo, su ropa, sus cuadernos y su portaplumas, nunca manipulaba nada con las manos. Aunque parezca extraordinario, si pienso que me llamaba a mí para que le diera cualquier cosa, por pequeña que fuera, la idea de que hubiera abierto un pesado cajón para escoger determinadas fotos, meterlas en un sobre, y después llevárselas y hacer las manipulaciones subsiguientes es completamente impensable para alguien que le conociera como yo. La única cosa que sacó de su casa fue azúcar, que me hizo preparar en un paquete para regalárselo a mi cuñada, madame Lariviére, durante las restricciones de la guerra.


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