Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DUQUESA DE GUERMANTES


Monsieur Proust, Celéste Albaret, p. 183

Pero creo que, entre todas estas damas, la que más importancia tuvo para monsieur Proust fue madame Straus, la viuda de Georges Bizet, que había vuelto a casarse. En su libro la convirtió en duquesa. Aunque no todos, sí una gran parte de los ingredientes de la duquesa de Guermantes se deben a ella, como a madame Lemaire y a madame de Caillavet los de las damas burguesas.

Hubo entre Proust y madame Straus una amistad que duró hasta la muerte; y en él, cuando era joven, e incluso después, antes de que yo le conociera, una gran ternura, de la que, por delicadeza, nunca me habló explícitamente. Pero yo lo percibía en la forma en que me pedía, con bastante frecuencia, que sacara del cajón de la cómoda una fotografía de ella vestida de luto, antes de que se Convirtiera en madame Straus. Y la miraba largo rato.

-¡Ah, Céleste! ¡Qué hermosa estaba con estos velos!

Era mucho mayor que él, puesto que se trataba de la madre de Jacques Bizet, su antiguo compañero de clase. Pero sentía por ella inmensa admiración y devoción, y no era difícil adivinar las emociones que habría despertado en él durante las turbulencias propias de la adolescencia, que sin duda se habían afirmado más tarde. Bastaba ver la tristeza con que me devolvía el retrato:

-¡Dios mío, cuánto ha cambiado!

Según lo que me contaba, ella también le había dedicado un aprecio, una admiración y un afecto muy especiales desde su juventud, pero teniendo siempre presente la diferencia de edad.

Monsieur Proust iba a las cenas y recepciones que ella organizaba, tanto para verla corno por el placer de relacionarse con escritores, pintores, músicos y nombres ilustres. Asistían  Paul Bourget, Charles Gounod, Jules Renard, el diseñador Forain, Degas, pero también la condesa de Chevigné y la condesa Greffulhe, en las que se inspiró asimismo para sus Guermantes, y Charles Haas, que aparece en parte reflejado en el personaje de Swann:

-¡Ah, Charles Haas, Céleste ... ! Era hijo de un corredor de Bolsa, y el único judío, junto con los Rothschild, que fue admitido en el Jockey Club por su comportamiento heroico en la guerra de 1870. Parecía que lo centrara todo, dinero, tiempo, ingenio, todo, en el arte de complacer a las damas. Y, por supuesto, obtenía su recompensa: se volvían locas por él. ¡Era tan distinguido, tan brillante! ¡Un auténtico dandy! ¡Parece que le veo todavía con su sombrero de copa gris forrado de verde!


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