Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

JUAN GOYTISOLO


Diarios 2, Rafael Chirbes, p. 88

También Juan Goytisolo se mostró efusivo. Nos habíamos cruzado tres o cuatro veces el día anterior, y no nos habíamos dirigido la palabra: después de una desagradable experiencia que tuve con él y que sería largo describir aquí, mantengo la posición de que hay que evitar tener contactos con Goytisolo si uno no quiere acabar atrapado en alguna red de  malentendidos. Ayer me envió un emisario para preguntarme si me parecía bien que hablásemos. Le dije que no tenía ningún inconveniente (pensé: ¿por qué no viene él y tiene que mandarme a alguien?). Hoy se ha acercado: Los incidentes pasan, la amistad queda, me ha dicho. Y ha añadido: Mándame algún libro tuyo. Amigos comunes me dicen que son muy buenos, pero yo no los he leído (pienso: ¿y por qué no te has acercado a una librería y te has comprado alguno? Yo, los tuyos que he leído, los he comprado). Sé que no es verdad, al menos Mimoun me consta que lo leyó y, además de leerlo, comentó a bastantes personas que era una novela muy mala. Cualquier palabra que un español escribe sobre Marruecos, Goytisolo la lee y la comenta, la fiscaliza, es competencia desleal en un mercado cautivo; como Cristo ve a cualquiera que profana un templo suyo y lo castiga. A pesar de eso, me parece miserable por mi parte andar dándole vueltas a esas estupideces de vieja diva, lo veo tan mayor, y, de rebote, me veo tan mayor yo mismo, que le dejo en la recepción del hotel un ejemplar dedicado de Los viejos amigos. Es cierto que me ha producido ternura verlo así de frágil. No me lo había parecido en el primer momento, más bien me dio la impresión de que el tiempo no había pasado por él: tiene la cara prácticamente igual que hace treinta años, y eso te confunde; pero habla con una voz muy débil, está extremadamente delgado y camina con paso vacilante. Ignacio Olmos, el director del Cervantes de aquí, de Berlín, me ha dicho que está muy mal. Viaja con una mujer que le sirve de enfermera y a la que ayer la escuché hablarle de no sé qué pastillas que le habían parecido muy baratas, y también se refirió a una mantita. No pude apartar la imagen: el azote de España acurrucado y envuelto en una mantita. Qué cabrona es la vida.


1 comentario:

Recomenzar dijo...

Entre una vagina peluda que me ha asustado y untexto complejo para mi debilidad mental,me gusta su blog sale de lo común saludos

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