Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 1.331. EL PASAJERO-STELLA MARIS / CORMAC McCARTHY


Por la noche habla nevado un poco y sus cabellos tiesos eran como de oro y cristalinos y sus ojos más helados que fríos y duros como piedras. Una bota amarilla se le había caído y yacía en la nieve a sus pies. La forma de su abrigo descansaba espolvoreada en la nieve allí donde ella lo había dejado y solo llevaba puesto un vestido blanco y pendía entre los desnudos postes grises de los árboles invernales con la cabeza gacha y las manos ligeramente vueltas hacia fuera como las de ciertas estatuas ecuménicas cuya postura reclama que su historia sea tenida en cuenta. Que se tome en consideración que el mundo en su ser más profundo está cimentado en la aflicción de sus criaturas. El cazador se puso de rodillas e hincó el rifle en la nieve con el cañón hacia arriba y se quitó los guantes y los dejó caer y juntó las manos una sobre otra. Pensó en rezar, pero no conocía ninguna oración para semejante cosa. Agachó la cabeza. Torre de marfil, dijo. Casa de oro. Largo rato estuvo allí de rodillas. Al abrir los ojos el cazador vio una cosa menuda semienterrada en la nieve y se inclinó y apartó la nieve con los dedos y era una cadena de oro con una llave metálica y un anillo de oro blanco. Se lo guardó todo en el bolsillo del chaquetón. Había oído el viento por la noche. El quehacer del viento. Un cubo de la basura chocando ruidoso contra los ladrillos que había detrás de su casa. La nieve cayendo en la oscuridad del bosque. Levantó la vista hacia aquellos fríos ojos esmaltados que despedían destellos azules en la tenue luz invernal. Se había ceñido el vestido con un fajín rojo para que pudieran encontrarla. Una pincelada de color en la escrupulosa desolación. Hoy, que era Navidad. Esta fría y apenas mentada Navidad.

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