Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

GAL


Un tal González, Sergio del Molino, p. 340

Antes de que Margarita Robles asumiera su cargo, Garzón hizo un último intento de figurar y se presentó en el despacho de Belloch, haciendo corazón de cada una de sus tripas. Le dio la enhorabuena sin efusiones y empezó a contarle, al estilo González, con subordinadas y sin pausas, su proyecto de reforma del ministerio. Belloch lo interrumpió en cuanto encontró un resquicio:

-Mira, Baltasar, no sigas, lo siento, no voy a contar contigo. Te dejo lo de la droga, si quieres, pero nada más. Garzón no dio un portazo, pero salió del ministerio dando zancadas, rojo, humilladísimo. En su despacho de la droga pidió línea con la Moncloa, pero no se la dieron. El presidente no se podría poner en todo el día, lo sentían mucho. A la tercera llamada, gritó al teléfono:

-Habéis valorado muy mal mi peso político. Ojalá no tengáis que arrepentiros.

Dimitió a los pocos días, aunque sólo después de que Belloch dijera en público que aceptaría encantado su renuncia.

-Este Baltasar -dijo el biministro cuando recibió la noticia de su dimisión, en medio de un almuerzo con su equipo del ministerio- no pilla una indirecta.

Al día siguiente, Garzón se reincorporó a la Audiencia Nacional. Saludó a los conserjes, a los administrativos, a los secretarios y a los ujieres. Se sentó en su despacho y llamó a un ordenanza:

-Por favor, que me traigan todo el sumario del GAL, y avisa a mi equipo para que nadie haga planes para la cena. Vamos a pasar mucho rato leyendo.


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