Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MUERTE EN VENECIA


Wagnerismo, Alex Ross, p. 371

Mientras Mann trabajaba en el ensayo, algo le impedía concentrarse. Un muchacho polaco de diez años llamado Wladyslaw Moes -Adzio, como lo llamaban sus amigos- jugaba todos los días en la playa y cenaba con su familia en el hotel. Katia Mann recordó más tarde cómo su marido se quedaba mirando fijamente a este niño «absolutamente encantador, guapísimo». Aunque no existe ninguna prueba de que Mann actuara nunca impulsado por este tipo de deseos pedófilos, los sintió y dejó constancia de ellos. Algunos pasajes absolutamente perturbadores de sus diarios indican que se sintió excitado sexualmente al ver a su hijo adolescente Klaus: «Alguien como yo no "debería" traer hijos a este mundo, evidentemente», escribió.

Después del Lido, Mann estudió el impulso destructivo que albergaba en su interior, igual que si estuviera sucediéndole a uno de esos amigos a los que escrutaba a través de unos anteojos.  Imaginó  lo que podría suceder si un escritor de su reputación se rindiera a los bajos instintos. El homoerotismo que asociaba con su amor a Wagner lo traspasa a una versión alternativa de sí mismo: más viejo, más convencional, más solitario, atrapado en el intelecto y en la fama.

Así nació Gustav von Aschenbach, la figura central de Muerte en Venecia, que apareció en 1912. Como reveló Mann más tarde, en la historia «no hay nada inventado», al menos en su marco escénico. Una sombría travesía adriática, encuentros incómodos con un envejecido petimetre y un gondolero amenazador, un lío con el equipaje, rumores de una epidemia de cólera y un muchacho cuyo nombre se percibe equivocadamente como Tadzio: todo ello  procede de la experiencia personal de Mann. Además, la carrera literaria imaginaria de Aschenbach se confecciona con varios de los proyectos abandonados de Mann. Muerte en Venecia se aparta de la realidad en los últimos capítulos, cuando Aschenbach no solo admira al muchacho polaco, sino que lo persigue. La amenaza del cólera resulta ser real y Aschenbach, desesperado por poder seguir viendo a Tadzio, no consigue advertir a la familia del niño. Muere en la playa, contemplando a su amado.


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