Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA PAGUITA


Lugar seguro, Isaac Rosa, p. 42

Y eso que tampoco llegaste a enterarte del experimento de renta básica rural, la paguita, que duró solo dos años hasta que el nuevo gobierno la eliminó, y que era una cuantía pequeña pero suficiente, junto con las ayudas europeas a la repoblación, para que la primera expedición dejase las ciudades. El Gran Regreso, así lo llamó la prensa, con mayúsculas históricas y ese afán por identificar y bautizar un nuevo fenómeno sociológico cada pocos meses. Y en parte era cierto, algunos estaban de verdad regresando: desde las grandes capitales, incluso desde el extranjero aprovechando las ayudas para retornados, volvían a sus pueblos y ciudades pequeñas, al lugar de origen de sus padres o hasta de sus abuelos, el pueblo donde ya no iban ni de vacaciones pero que ahora señalaban como raíz, y sobre todo fuente de derecho para cobrar ellos también la paguita. Muchos otros no regresaban a ningún sitio, si acaso al pueblo que conocieron en algún fin de semana de casa rural; más bien elegían el destino mejor puntuado en las webs de repoblación, o el pueblo donde ya se habían instalado sus amigos y familiares, o simplemente el que ofrecía casas baratas o incluso gratis para nuevos pobladores. La mayoría, por supuesto, no tenía más intención que vivir de la paguita y aprovecharse de las ayudas, habitar un sitio tranquilo y asequible, criar a sus hijos en la idealizada naturaleza, teletrabajar con buenas vistas y no muy lejos de la capital, montar pequeños negocios  teniendo la subsistencia garantizada, unirse a alguna de las primeras cooperativas, tontear con la agricultura o dedicarse a sus inquietudes artísticas y demás chorradas improductivas que les íbamos a pagar entre todos. Esperaban encontrar en lo rural la confirmación de sus romantizaciones urbanitas: una vida sencilla y auténtica, con más tiempo, relaciones sociales incontaminadas, escala humana, manzanas que siguen sabiendo a manzana. Lo que encontraron al principio fue, en muchos casos, el rechazo de los que nunca se habían marchado de esos mismos pueblos, o de los que ya habían regresado años antes sin ayudas, y que ahora se sentían más invadidos que repoblados.


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