Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ACROPOLIS


Los griegos antiguos, Edith Hall, p. 198

No obstante, su logro más duradero fue el plan, puesto en marcha en 447 a. C., consistente en emplear parte de la riqueza que los atenienses habían conseguido gracias a la expansión de su imperio para financiar la transformación arquitectónica de la Acrópolis, que albergaba a los dioses de la ciudad y el erario público. Durante las invasiones de 480, los persas habían arrasado los templos, y los edificios no se reconstruyeron hasta que se ejecutó el plan de Pericles.

En 432 a. C. se terminó de construir el nuevo y deslumbrante Partenón, el templo de Atenea, con sus columnas dóricas y sus frisos y esculturas en el frontón. Las obras las supervisó el escultor Fidias, autor también de la enorme escultura en oro y marfil de Atenea Partenos: de más de diez metros de altura, con casco y peto, la diosa lleva un escudo a un lado y una pequeña estatua de Niké (Victoria) en la mano derecha. Recubierta  con un baño de oro de más de mil kilos, la Atenea Partenos de Fidias era una de las estatuas más imponentes que los griegos vieron jamás. En el friso del Partenón, que recorre toda la superficie externa del templo interior, se ven escenas que evocan una procesión en honor de la diosa: caballos y  jinetes, carros, hombres con instrumentos musicales, bandejas y jarras de agua, animales sacrificiales, un grupo de diez hombres importantes (héroes, quizá), dioses sentados y una escena en la que aparecen un hombre y una mujer adultos, tres niños y una tela plegada. A los atenienses, el conjunto solo podía evocarles la procesión panatenaica.


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