Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 1.250. LOS SETENTA Y CINCO FOLIOS / MARCEL PROUST


Habían metido los preciosos sillones de mimbre bajo la galería acristalada, pues empezaban a caer gotas de lluvia y mis padres, después de haber luchado un segundo en las sillas de hierro, habían regresado para sentarse a cubierto. Pero mi abuela, con el cabello entrecano al viento, seguía con su paseo rápido y solitario por los senderos del jardín, porque decía que se iba al campo para estar al aire libre y era una pena no aprovecharlo. Con la cabeza erguida, aspirando el viento que soplaba y le hacía decir que «por fin se podía respirar», aceleraba el paso y parecía no sentir la lluvia que empezaba a herirla ni las burlas de mi tío abuelo, que le gritaba desde la terraza: «Qué agradable la lluvia, Adele, qué buena, ¿verdad? Le sienta bien a tu vestido nuevo ( esto era para intentar ganarse cobardemente la complicidad de mi abuelo, que se limitó a menear la cabeza». Es curioso que nunca se comporte como el resto del mundo». Lo decía porque lo pensaba. Pero también lo decía porque, dado que ella nunca era como él, y quizá, en algún inconfesado fondo de su conciencia él no estaba del todo seguro de llevar siempre la razón, no le molestaba poner de su lado al «resto del mundo». El jardín no era muy grande y mi abuela no tardaba mucho en volver a pasar cerca de nosotros.


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