Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

AMOR. HOMBRES


Serotonina, Michel Houellebecq, p. 58
El hombre, en principio, es más reservado, admira y respeta ese desenfreno emocional sin comprenderlo plenamente, le parece extraño complicar tanto las cosas. Pero poco a poco se transforma, poco a poco es absorbido por el vórtice de pasión y de placer creado por la mujer, más exactamente reconoce la voluntad de la mujer, su voluntad incondicional y pura, y comprende que esta voluntad, aunque la mujer exige el homenaje de las penetraciones vaginales frecuentes y de preferencia cotidianas, pues son la condición normal para que se manifiesten, es una voluntad en sí absolutamente buena en la que el falo, centro de su ser, cambia de estatuto porque se convierte asimismo en la condición de que sea posible manifestar el amor, ya que el hombre apenas dispone de otros medios, y merced a este curioso desvío la felicidad del falo pasa a ser un fin en sí mismo para la mujer, un fin que no tolera casi restricciones en cuanto a los medios empleados. Poco a poco, el inmenso placer que procura la mujer modifica al hombre, que le otorga agradecimiento y admiración, su visión del mundo se ve transformada, de manera imprevista accede a la dimensión kantiana del respeto, y poco a poco llega a contemplar el mundo de otra forma, la vida sin una mujer (e incluso, precisamente, sin esa mujer que le proporciona tanto placer) se vuelve realmente imposible y se asemeja a la caricatura de una vida; en este momento, el hombre empieza en verdad a amar. El amor en el hombre es, por tanto, un fin, una realización y no, como en la mujer, un comienzo, un nacimiento; he aquí lo que se debe considerar.


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