Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 869. HOY, JUPITER / LUIS LANDERO


¿Posees ya uso de razón?
Cuando recuerda su pasado, la memoria siempre se detiene en la tarde en que estaba sentado a la sombra del eucalipto tutelar y oyó unos pasos grandes y apresurados que venían hacia él. No había tenido apenas tiempo de empezar a jugar. Aquellas piedrecitas eran todas jinetes, pero aún no había decidido si se trataba de árabes o de cowboys, si llevaban arcos o  revólveres, y si estas cortezas formaban un fuerte o un castillo. O quizá eran bárbaros surgidos del Oriente y toda esta extensión significaba una estepa, y sería invierno. Oía, e imitaba con la voz, la crecida multitudinaria, el retumbar de los cascos, el fragor del avance, las cometas, los gritos, los disparos, los relinchos, el zumbar de las flechas, y veía el tremolar de las banderas entre el polvo, las pellicas al aire, las insignias, las cabelleras, los plumajes. Todo encorajinado por la velocidad y el viento. O quizá eran los bandidos que mandaba el capitán Fosco, y en ese caso él, Dámaso Méndez, sería el defensor del fuerte. Y en esas fantasías estaba cuando oyó acercarse los pasos largos y resueltos, cada vez más poderosos, hasta que se detuvieron junto a él. Ahora se percibía bajo las suelas de las botas el leve crepitar de la arena y de las hojas y semillas resecas tras el largo verano.
-¿Qué haces otra vez tirado ahí en el suelo?
Dámaso salió del ensueño, pero por un instante una fina película de irrealidad se interpuso entre sus ojos y las cosas.
-Nada, estaba jugando.
-¿A qué?

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