Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DE LA POLITICA

Los ángeles feroces, José Ovejero, p. 260
Cástor se olvidó de comer. Eran años complicados; había sido subsecretario de algo y acababa de ser ascendido a secretario de otra cosa. No lo digo yo así por desprecio a la política, es él quien lo habría dicho. Para él la actividad política no estaba ligada a un contenido. A partir de cierto nivel da igual en lo que trabajes: puedes pasar de asuntos sociales a política energética o a cuestiones de interior. Nadie espera que seas un experto; tu función es imponer medidas que otros elaboran, descabezar a la disidencia, presentar el producto de forma atractiva, mostrar capacidad de decisión, perspectiva, visión de futuro. Así que a Cástor le daba igual la materia con la que trabajaba, porque la auténtica materia era el poder. Lo digo con la misma ecuanimidad que habría mostrado Cástor, del que se pueden decir muchas cosas, pero es un hombre ecuánime que no se engaña; sí engaña a otros porque eso es absolutamente imprescindible. Cástor siempre cuenta cuál fue la clave del gran éxito de los nazis -a veces tiene que explicar a quienes le escuchan, si son muy jóvenes, quiénes eran los nazis, se ha habituado a ello-. La clave era dar a los alemanes lo que querían pero prometiéndoles algo distinto. Algo que pudieran aceptar con buena conciencia: la familia, la nación, el futuro, nuevos valores. Y a cambio les daban venganza, les daban eliminación de la competencia, les daban control. Pero casi nadie habría votado a un partido que les hubiera dicho directamente que gasearía a hombres, mujeres y niños, que repartiría sus despojos entre los alemanes, que llevaría a los hijos de los alemanes a morir en la guerra.

Cástor, a su modesto nivel, hace lo mismo. Promete lo que quieren oír los demás, no porque vaya a dárselo ni porque los demás lo esperen, sino para no tener que hablar de aquello que todos desean. El arte de la política no es mentir, tampoco ser sincero, sino saber qué se puede decir y qué no.

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