Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EXPAÑA

Ordesa, Mauel Vilas, p. 212
Mi padre no me enseñó a quererle. Me cogía de la mano cuando era un niño y salíamos a la calle. Tampoco nadie le dijo a él si quería ser padre, si verdaderamente había tomado la decisión de ser padre de una manera libre y sin coacciones. Mi padre escribía sus duplicados, iba anotando allí lo que vendía a los sastres de las provincias de Huesca, Lérida y Teruel; sastres que hicieron trajes a medida a hombres que ya murieron y que tal vez fueron enterrados con esos trajes; murieron también los sastres y ninguno de sus hijos heredó el negocio porque ya no había negocio que heredar.
No supo enseñarme a quererle, pero cómo se hace eso.
Varias veces le dieron diplomas porque era el viajante que más vendía. A mí me ponían matrículas de honor en aquella carrera pobretona que estudié en Zaragoza, una carrera cuya finalidad era aprenderse cuatro frases sobre Lo pe de Vega y unas cuantas destrezas para analizar las oraciones subordinadas de relativo: menudo acierto de carrera. Era lo mismo, lo mismo lo que hizo mi padre y lo que hice yo. El subdesarrollo persistía, se había camuflado un poco pero seguía estando allí.
Los ricos seguían siendo los otros.
Nunca nosotros.

No hubo manera de pillar un chollo, eso es España para todos nosotros, para cuarenta y cuatro millones de españoles: ver cómo un millón de españoles pillan un chollo y tú no lo pillas.

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