Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA CIUDAD Y EL CAMPO

Madrid, 1921: un dietario, Josep Pla
La forzosa soledad que impone la ciudad no se cura completamente en el campo o a orillas del mar, pero la mejoría es grande. El campo, el mar, para una persona no aburrida  interiormente, tienen un gran interés. No se alcanza el reposo absoluto, y menos aún el reposo del espíritu; pero la tierra y el mar, al situar las cosas en una perspectiva más auténtica y vital que la ciudad, hacen que se tome interés por todo, obligan, porque todo es más eterno, a poner apostillas a los hechos más triviales. Las modas, las apariencias, ¿qué queréis que provoquen sino necedades? Por otro lado, Ia vida transcurre poco a poco, menos cinematográficamente, y las personas no totalmente exprimidas pueden hallar, en ese paso suave y lento de las cosas, un gran sosiego interior.
El campo, el mar, actualizan minuciosamente los recuerdos. Para un campesino, para un marinero, Ia vida de la memoria es algo mucho más importante que para un tendero de la ciudad. Casi toda la vida interior de la gente del campo o del mar está hecha de recuerdos. Un tendero, un empleado, en cambio, sólo suelen recordar alguna fiesta cívica, los discursos sonoros y grotescamente arrebatados que en ella se hicieron. .. ¿Y qué hay más semejante a un salvaje sino un hombre desmemoriado? Aquí el recuerdo está vivo: se evocan los hechos pasados más nimios, se canta una antigua canción, se sienten unos celos mal curados, se ve el rostro de un amigo que está lejos.

Si yo fuese un solitario viviría en las grandes ciudades. Considero, sin embargo, que el solitario es uno de los tipos humanos más ridículos que existen. Un solitario, en general, es un refinado, un hombre que necesita la abstracción y hacer funcionar una supuesta racionalidad. Suele ser, además, un hombre pedante, egoísta y glacial, De todo esto tal vez valga la pena librarse. A mí, por descontado, me gusta la materia, más que nada, la realidad. Siento que la vida del pueblo me acerca  a la realidad, a la corporeidad. Descubro en las cosas tal como son el máximo encanto, elementos de maravilla insospechados. Esta línea serena del horizonte, esta vela latina que se desliza por la sonrisa innumerable del mar ¿qué más podría desear? 

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