Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ECFRASIS

Madrid 1821: un dietario, Josep Pla, p. 101.102
En la sala que está junto a la de Rafael, en el Museo del Prado, hay una pequeña tela de Mantegna que es uno de los cuadros de más mérito que hay en Madrid. Es una obra de pequeñas dimensiones, de un palmo y medio cuadrado. No hay quizá ninguna otra, en el riquísimo museo, que produzca tal impresión de grandiosidad.
Se titula El tránsito de la Virgen,· es una obra de apariencia glacial, que, de tan buena que es, semeja un grabado. Representa la muerte de la Madre de Dios. Horizontal, apergaminada, se extiende la figura sobre un ataúd cubierto de un paño de color de orujo. A su alrededor están los doce apóstoles. El de la izquierda mirando al cuadro sostiene una palma y va vestido con una túnica de color verdoso; esta figura es de una fabulosa elegancia. Los demás apóstoles rodean el ataúd. Sobre la cabeza de las figuras, el pintor ha puesto un nimbo de oro seco, macizo, como un plato de oro. San Pedro, en el centro, lee un libro, y otro apóstol, a su lado, balancea el incensario con el ademán un poco tímido de quien no lo ha hecho antes nunca. Los apóstoles de la derecha cantan con un cirio en la mano y la boca abierta.

Todos estos personajes están enmarcados por unas columnas laterales de un peso y un estilo académicos y romanos, de una frialdad marmórea. Al fondo se abre un gran ventanal que deja ver un paisaje delicioso. En primer término hay una represa de agua y unas construcciones hidráulicas, y al fondo, en la ribera, unas paredes y unas casas muy blancas, muy construidas -como los muros de la época italiana de Corot- entre una espesa frondosidad. Falta, quizá, una pizca de aire, pero toda la tela es de un equilibrio, de una perfección y de una inteligencia impresionantes. Mantegna es, tal vez, con Piero della Francesca, el pintor de Arezzo, el pintor del Renacimiento que demuestra hasta qué punto la inteligencia -a la que se tiene tendencia, en arte, a considerar un factor de envaramiento-puede llegar a ser realista. El Greco se podría presentar como un caso contrario: como el caso del pintor que convierte la realidad más viva en inteligencia. 

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