Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DE LOS MADRILEÑOS

Madrid 1921: un dietario, Josep Pla
Madrid, mayo: Resplandeciente
Siempre que paseo por Madrid -por el centro se entiende- me sorprende ese aire que tiene la gente –inencontrable en ninguna otra ciudad de Europa- de estar encantada de la. vida. Todo se nos aparece bajo un aspecto resplandeciente, brillante. Una de las características más curiosas de Madrid es la tersura que llegan a tener ciertas cosas, ciertos objetos. Es el país de los zapatos mejor lustrados del mundo, de las cabezas más perfectamente engominadas, de los cueros más relucientes, de los metales más rutilantes, de las uñas más grotescamente manicuradas, de los parqués más encerados, de los ojos más espontáneamente iluminados. El casco blanco de los guardias parece de porcelana; hay maquillajes hechos con una perfección diabólica los tricornios de la Guardia Civil tienen un lustre de tinta, como los cilindros untados de una rotativa. El alcaloide visual de la España popular, ¿no será siempre este tricornio entre un gitano de charol, una gitana de pelo planchado, unas esposas resplandecientes y una nube de polvo del camino salpicada de corpúsculos como puntas de diamante? En Madrid todo tiene una tersura casi deshumanizada: el cielo el aire, la electricidad. Debe de ser por eso por lo que los pantalones de ciertos burócratas, como la sotana de ciertos clérigos, tiene aquí un brillo tan riguroso que os transporta fácilmente al mundo mineral.

Después, claro está, si dejáis el centro y os adentráis en los suburbios, las cosas ya no son tan resplandecientes. Suelen ser más bien opacas.

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