Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

NABOKOV HABLA DE HJ –Y DE OTROS-


De Vladimir Nabokov. Los años americanos, p.226-227
Nadie, ni siquiera Flaubert o James, ha tenido más sensibilidad que Nabokov para los métodos y convenciones narrativas. Analizaba el dominio de la transición en Flaubert y lo comparaba con el de Tolstói. Analizaba el contrapunto flaubertiano (la feria agrícola) y lo contrastaba con su contrapartida joyceana (la procesión del virrey). Saboreaba el intento de aproximación de Tolstói al monólogo interior en Ana Karénina antes de criticar el convencionalismo del stream of consciousness joyceano. Dejó claro el disgusto que le producían las soluciones narrativas fáciles (las cartas como medio de transmisión de una información rápida en la narrativa del siglo XViII o en Jane Austen, escuchando a escondidas a Proust), y en su lugar elogió la implacable determinación de Flaubert de buscar solamente lo que la situación permite. Inventó sus propios términos para describir el punto de vista narrativo, «el agente tamizador» a través del cual o por medio del cual vemos a los otros personajes, o el intermediario del autor o chico de los recados, al que Henry James llama machaconamente la «ficelle», pero al que Nabokov cristianamente bautiza el «peny», para luego desestimarlo no sin disgusto:
el llamado perry, palabra derivada posiblemente de periscopio, pese a la doble r, o quizá de parry [parada], en vaga conexión con el florete de la esgrima. Pero esto tiene poca importancia, ya que de todos modos soy yo quien inventó este término hace ya muchos años. Designa al esbirro más bajo del autor: al personaje que, a lo largo del libro, o al menos en ciertas partes, está, por así decir, de servicio, y cuyo único objetivo, cuya única razón de ser, es visitar los lugares que el autor quiere que visite y ver a los personajes que el autor quiere que el lector conozca. En esos capítulos, el perry carece de identidad propia. No tiene voluntad, ni alma, ni corazón, ni nada: es un mero perry en peregrinación, aunque desde luego puede recuperar su identidad en alguna otra parte del libro. El perry visita una casa sólo porque el autor quiere describir a los personajes de esa casa. El perry es muy servicial. Sin el perrry, la historia resulta a veces difícil de dirigir y de desarrollar; aunque es preferible cargarse el relato que tener a un perry
arrastrando su hilo como arrastra un insecto lisiado un trozo de telaraña polvorienta.

2 comentarios:

Madison dijo...

He leido bastantes libros suyos el último, hace relativamente poco tiempo, se titula Habla memoria.
No me decepcionó, me gusta como escribe, me gusta lo culto que era.
Este que nombras no lo he leido, así que te agradezco que lo hayas puesto.
Un saludo

Pedro Incio dijo...

El libro que cito es una biografía del autor; si quieres saber lo listo que podía llegar a ser, lee "Opiniones contundentes". Desde Joyce a Dostoievski no deja títere con cabeza.
Un saludo
Pincio

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