
De El final del desfile, de Ford Madox Ford, p. 107
Y Tíetjens, que era incapaz de odiar a nadie, al ver a aquel tipo simpático y sencillo con aspecto de colegial, se preguntó por qué la humanidad, que resultaba casi agradable descompuesta en unidades, era, como masa, un fenómeno tan odioso. Si se cogían doce hombres, ninguno de ellos detestable ni carente de interés, porque cada uno de ellos tenía detalles técnicos que aportar sobre su especialidad, y se formaba con ellos un club o un gobierno, en el acto, las opresiones, las inexactitudes, el cotilleo, las venganzas, las mentiras, las corrupciones y las vilezas, los convertían en esa combinación de un lobo, un tigre, una comadreja y un mono cubierto de piojos que era la sociedad humana. Y recordó las palabras que dijo una vez un ruso: «Gatos y monos. Monos y gatos. Ahí está toda la humanidad».
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