Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 81. EL BANDIDO / ROBERT WALSER

Edith lo ama. Luego volveremos sobre ello. Tal vez no tendría que haber trabado relación con ese inútil sin dinero. Parece que ella le envíe delegadas o, cómo decirlo, mediadoras. Amigas así tiene él en todas partes, pero nunca ocurre nada serio, y aún menos con la famosa historia de los cien francos. En una ocasión puso por pura condescendencia, por filantropía, cien mil marcos en manos de otros. Si le toman el pelo, él se suma alcachondeo. Con eso bastaría para encontrarlo realmente sospechoso. No tiene un solo amigo. Durante "todo este tiempo" que lleva entre nosotros, no ha logrado, para su contento, ganarse el aprecio del mundo masculino. ¿Acaso no es eso una prueba de la mayor y más grave falta de talento que uno pueda imaginarse? Hace ya tiempo que sus buenas maneras "crispan los nervios" de mucha gente. Y esta muchacha, la pobre Edith, lo ama, mientras él sale todas las noches, a eso de las nueve y media, y porque aún haca calor, a tomar un baño. Lo hace por mi culpa, pero si rechistar. Uno se ha esfrozado lo indecible para crearlo. ¿Acaso cree este peruano, o lo que sea, que puede hacerlo él solito? "¿Qué hay?" Así es como las chicas del pueblo se dirigen a él, y él -¡ay Dios mío¡-, que parece idiota, cree que este modo que tienen las muchachas de preguntarle qué quiere es encantador. hace tiempo que lo tratan, acá y allá, como a un auténtico desecho, y para colmo, él

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