En este cuento, como en toda la obra de JDS, se pasan el día fumando; pero mira que fuman. Tanto que a uno, exfumador reciente y penitente, le entra una insana envidia de esos tiempos y esas costumbres. Luego está el tema de la superioridad de unos frente a otros: se nota en este cuento cómo es de snob el mundo de la Quinta Avenida: como muestras: respuestas que alcanzan el nivel de interesante; todas las casas son asquerosas, también son asquerosas las delicatessen; miran por la ventana y no les importa nadie, cualquiera.
Es muy curiosa la lectura que se ha hecho en varios blogs del tema gay: todo lo gay que es el cuento, los dos varones, la bella y la bestia: la niña pobre y la rica: el chico rico y el amigo que vive de chapas con el escritor: adolescentes airados en la ficción y un viejo verde en la realidad –JDS-.
Los detalles, los divinos detalles, Dios está en los detalles, como nos han dicho Morelli, Riegl y Gombrich. Y alguno más.
El detalle de la comida: en mis años de niñez, en aquella Expaña que ya no existe más, se besaba el pan antes de tirarlo. Era pecado.
Por cierto: en la edición de Edhasa aparece pitillera por pitillera…
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