De El abrigo de Proust de Lorenza Foschini, p. 73
En 1937 Robert Proust preparó un
cuaderno de dictados para las clases dominicales que organizaban para los niños
en la calle St. Nievens. Un día a la semana reunían a todos los niños de la
guerra, con la intención de que no se cortara del todo el cordón umbilical que
los mantenía unidos entre sí y con su tierra natal. Robert daba clases de
castellano. En el cuaderno aparecen frases de los autores de su biblioteca,
escogidas por él aquí y allá. Abría los libros de sus escritores favoritos y
copiaba los pasajes elegidos. La lista de autores es larga: se recogen reflexiones
de, entre otros, Montesquieu, Goethe, Victor Hugo, Zola, Schiller, Tolstoi,
Hume, Carlyle y Auerbach. El cuaderno es pequeño, cuadriculado, de esos que
usan los estudiantes. Al ir hojeándolo leo estas tres frases de Safo:
“Ante el odio, nada mejor que el
silencio”
Y más abajo:
«Una persona bella solo lo es
mientras la ven los demás, pero una persona sabia lo es incluso cuando nadie la
ve.»
Y por último:
«Si la muerte fuera buena, los
dioses no serían inmortales.»
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