Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

CARVER

El niño había abierto los ojos, y los había cerrado. Volvió a abrirlos. Miraron fijamente hacia el frente unos instantes; luego giraron despacio dentro de sus órbitas hasta detenerse en Howard y Ann, y acto seguido se apartaron de ellos.
—Scotty —dijo su madre, acercándose a la cama.
—Eh, Scott —dijo su padre—. Eh, hijo.
Se inclinaron sobre él. Howard le cogió la mano izquierda con las dos suyas y se puso a darle palmaditas y a apretarla. Ann se acercó más y le besó en la frente una y
otra vez. Le puso las manos a ambos lados de la cara.
—Scotty, tesoro; somos mamá y papá —dijo—. ¿Scotty?
El niño volvió a mirarles, aunque sin dar ninguna muestra de reconocimiento o comprensión. Luego sus ojos se cerraron con brusquedad, y su boca se abrió y lanzó un aullido que yació por completo sus pulmones. Su cara, después, pareció relajarse y suavizarse. Los labios se le abrieron
con el último resuello, y el aire le salió de la garganta a través de los dientes apretados.
Los médicos lo llamaron «oclusión oculta», y dijeron que acontecía una vez entre un millón. Si hubiera sido detectada y se hubiera recurrido a la cirugía de inmediato, Scotty tal vez se habría salvado, pero lo más probable es que no hubiera sido así. En cualquier caso, ¿qué habrían podido buscar en el interior de Scotty? Ni en los análisis ni en las radiografías se había detectado nada. El doctor Francis estaba muy afectado.
—No puedo expresarles lo mal que me siento. Lo siento tanto; no encuentro las palabras —dijo, y los condujo hasta la sala de médicos.

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