EN OTRO PAÍS
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Una vez mi padre me dio un consejo que nunca pude olvidar: «¡También los paranoicos tienen enemigos!» me dijo, a los gritos, en el teléfono, tratando de hacerse entender desde la lejanía, en febrero o marzo de 1957. No era un consejo pero siempre lo usé así: una máxima privada que condensa la experiencia de una vida. Esa frase era el fin de un relato, el cristal donde se reflejaba la catástrofe, Mi padre había estado casi un año preso porque salió a defender a Perón en el 55 y de golpe la historia argentina le parecía un complot tramado para destruirlo,
Se crió en el campo, un médico de provincia que cuando tomaba y estaba alegre enfurecía a mi madre cantando «La pulpera de Santa Lucía» con una variante obscena que había aprendido en un prostíbulo de Trenque Lauquen, Se hizo peronista
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