Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 217. TOKIO YA NO NOS QUIERE / RAY LORIGA
No nevaba.
Sí nevaba en realidad, pero era nieve de mentira. Astrud Gilberto cantaba delante de un árbol de navidad, por eso la nieve de mentira. Luego la canción se terminaba.
Desde que los periódicos dicen que el mundo se acaba, siento que las canciones son más cortas y los días más largos. He pasado por tu casa pero me han dicho que no estabas, me han dicho que estabas en otra parte, en Tokio.
Hace años que se fue. Eso es lo que me han dicho. No me sorprendería que fuera cierto.
He visto ese extraño vídeo de la Garota de Ipanema en el canal clásico. Astrud Gilberto cantando sin apenas mover- se, la nieve artificial, los daiquiris, la banda, las señoritas alineadas junto al pequeño escenario.
La semana pasada, en la feria, vendieron dos coches antiguos, rojos como manos. Estábamos en Phoenix, Arizona y tu madre escribió algo en la ventana, en el cristal de la ventana y luego lo borró antes de que pudiéramos leerlo.
¿Qué crees que hacen todos ahora que no estás? Se reparten tus cosas, imitan tus gestos, deshacen tu cama.
En la habitación del hotel había flores de plástico, doscientos canales en la televisión, una moqueta verde con peces y todo tipo de dibujos fantásticos, estaba cansado y los
POESIA
CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA
De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada, renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo, embarazoso huésped,
memo vestido con mis trajes, zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar, Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
—seguro de gustar— es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el pis
o torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada, renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo, embarazoso huésped,
memo vestido con mis trajes, zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar, Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
—seguro de gustar— es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el pis
o torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
EL CORAZON DE LA FICCION
De Fuera de la literatura, de Joseph Conrad, p. 24-25
En el corazón de la ficción, incluso de aquella que menos merece tal nombre, es posible hallar verdad de alguna clase, así sea tan sólo la verdad de un ardor pueril y teatral en el juego de la vida, como sucede en las novelas de Dumas padre. En cambio, la justa verdad de la delicadeza humana se encuentra en las novelas de Henry James, y la cómica, sugestiva verdad de la rapacidad humana que campa por sus respetos entre los despojos de la existencia pervive en el monstruoso mundo creado por Balzac. La búsqueda de la felicidad por medios legales e ilegales, a través de la resignación o la rebeldía, de la astuta manipulación de las convenciones o de la solemnidad de quien se adhiere a la última de las teorías científicas, es el único tema que legítimamente le cabe desarrollar al narrador que sea de veras cronista de las vicisitudes del género humano en medio de los peligros que abundan en el reino de la tierra. Y el reino de esta tierra en sí, el terreno sobre el que se asientan las individualidades, sobre el que tropiezan o fenecen, ha de ingresar en el plan de su crónica fiel. Abarcar todo esto en una concepción armónica es una gran hazaña; aspirar incluso a ello con seriedad de intención, y no por el insensato acicate que pueda sentir un corazón ignorante, es ambición honrosa. Y es que se precisa de valentía para adentrarse con calma allí donde cualquier mentecato temerario puede estar ansioso de precipitarse. Como ya dijo un distinguido novelista francés de éxito notable a propósito de la ficción, «C’est un art trop difficile».
CONRAD HABLA DE LOS LIBROS
De Fuera de la literatura, de Joseph Conrad, p. 23
Sobre todo de compasión. Se ha dicho hace ya mucho que tienen los libros su destino. Lo tienen, claro que sí, y se parece mucho al destino de los hombres. Con nosotros comparten la gran incertidumbre que envuelve la ignomiia o gloria la severidad de lajusticia y la insensatez de la persecuciÓfl la calumnia y el malentendido, la vergüenza del éxitO inmerecido. De todos los objetos inanimados, de todas las creaciones humanas, los libros son los más cercanos a nosotros, pues contienen nuestro pensamiento mismo, nuestras ambiciones, nuestras indignaciones, nuestras ilusiones, nuestra fidelidad a la verdad, nuestra persistente tendencia al error. Pero se nos parecen sobre todo en la precariedad con que se aferran a la vida. Un puente construido de acuerdo con las reglas del arte de la construcción de los puentes con certeza tendrá una vida larga, honorable y útil. En cambio, un libro a su manera tan bueno como ese puente bien puede perecer en la oscuridad el día mismo en que nace. El arte de sus creadores no basta para dar a los libros más que un instante de vida. Los libros que han nacido del desasosiego, de la inspiración y de la vanidad del intelecto de los hombres, aquellos que más estiman las Musas, son los que más sujetos se hallan a la amenaza de una muerte prematura. A veces son sus defectos los que han de salvarlos. A veces, un libro de agradable factura bien puede —por emplear una expresión desmedida— carecer de un alma individual. Obviamente, un libro de esa clase no puede morir. En el peor de los casos, se desmenuzará hasta no ser más que polvo. En cambio, los mejores libros, los que se nutren de la simpatía y la memoria de los hombres, han vivido al filo de la destrucción, pues la memoria del ser humano es corta, cuando no escasa, y su simpatía, hemos de reconocerlo, es una emoción muy fluctuante, que no obedece a principios.
Sobre todo de compasión. Se ha dicho hace ya mucho que tienen los libros su destino. Lo tienen, claro que sí, y se parece mucho al destino de los hombres. Con nosotros comparten la gran incertidumbre que envuelve la ignomiia o gloria la severidad de lajusticia y la insensatez de la persecuciÓfl la calumnia y el malentendido, la vergüenza del éxitO inmerecido. De todos los objetos inanimados, de todas las creaciones humanas, los libros son los más cercanos a nosotros, pues contienen nuestro pensamiento mismo, nuestras ambiciones, nuestras indignaciones, nuestras ilusiones, nuestra fidelidad a la verdad, nuestra persistente tendencia al error. Pero se nos parecen sobre todo en la precariedad con que se aferran a la vida. Un puente construido de acuerdo con las reglas del arte de la construcción de los puentes con certeza tendrá una vida larga, honorable y útil. En cambio, un libro a su manera tan bueno como ese puente bien puede perecer en la oscuridad el día mismo en que nace. El arte de sus creadores no basta para dar a los libros más que un instante de vida. Los libros que han nacido del desasosiego, de la inspiración y de la vanidad del intelecto de los hombres, aquellos que más estiman las Musas, son los que más sujetos se hallan a la amenaza de una muerte prematura. A veces son sus defectos los que han de salvarlos. A veces, un libro de agradable factura bien puede —por emplear una expresión desmedida— carecer de un alma individual. Obviamente, un libro de esa clase no puede morir. En el peor de los casos, se desmenuzará hasta no ser más que polvo. En cambio, los mejores libros, los que se nutren de la simpatía y la memoria de los hombres, han vivido al filo de la destrucción, pues la memoria del ser humano es corta, cuando no escasa, y su simpatía, hemos de reconocerlo, es una emoción muy fluctuante, que no obedece a principios.
POESIA
ANTES DE QUE TI FOSES VIAXEIRO
De pasa un segredo, de Ramiro Fonte
Cando veñas ó norte, non preguntes
Por unha casa vella;
Pola sombra de seu, nas calexas deitada
Como se deita o inverno
Con derrotados meses sobre o mundo e as choivas.
Cando vefias ó norte, vello amigo,
Non preguntes ás brétemas que furtan
Os segredos das cousas;
Non interrogues fondas baixamares
—E menos nun agosto de altas lúas—,
Nin os bosques de antano,
Onde soñan as fajas e as carballeiras nobres.
Hai unha casa branca. Agardareite
Aireando os seus cuartos,
Abrindo as contras, para que a luz reciba
Aquilo que foi meu;
Ordenando papeis dos meus esquezos,
Libros daquela, versos
Por rematar aínda,
Escuros calendarios que escribiron
Anos mozos e nomes de rapazas.
E esta canción que é túa, e escribín para ti,
Antes de que ti foses viaxeiro,
Moito antes quizais
De que tiveses sede, e decidises
Partir, soñar, ama-lo corazón
Destas palabras poucas.
Cando chegues ó norte, non preguntes.
Dirache o teu desexo que eu estaba agardando.
De pasa un segredo, de Ramiro Fonte
Cando veñas ó norte, non preguntes
Por unha casa vella;
Pola sombra de seu, nas calexas deitada
Como se deita o inverno
Con derrotados meses sobre o mundo e as choivas.
Cando vefias ó norte, vello amigo,
Non preguntes ás brétemas que furtan
Os segredos das cousas;
Non interrogues fondas baixamares
—E menos nun agosto de altas lúas—,
Nin os bosques de antano,
Onde soñan as fajas e as carballeiras nobres.
Hai unha casa branca. Agardareite
Aireando os seus cuartos,
Abrindo as contras, para que a luz reciba
Aquilo que foi meu;
Ordenando papeis dos meus esquezos,
Libros daquela, versos
Por rematar aínda,
Escuros calendarios que escribiron
Anos mozos e nomes de rapazas.
E esta canción que é túa, e escribín para ti,
Antes de que ti foses viaxeiro,
Moito antes quizais
De que tiveses sede, e decidises
Partir, soñar, ama-lo corazón
Destas palabras poucas.
Cando chegues ó norte, non preguntes.
Dirache o teu desexo que eu estaba agardando.
INCIPIT 216. COMPAÑEROS DE VIAJE / HENRY JAMES
La Última Cena de Leonardo en Milán es indiscutiblemente la pintura más impresionante de Italia. Parte de su inmensa solemnidad se debe sin duda a que es una de las primeras grandes obras maestras italianas que salen al paso cuando se desciende desde el norte. Otra fuente secundaria de interés radica en la absoluta perfección de su deterioro. La imaginación experimenta un extraño deleite al cubrir cada uno de sus espacios vacíos, borrando su completa corrupción y reparando en la medida de lo posible su triste desaliño. La mejor prueba de su poderosa fuerza y perfección es el hecho de que. pese a haber perdido tanto, conserve todavía tanta belleza. Una elegancia inextinguible persiste en sus vagos trazos y en sus cicatrices sin cura; aún queda lo suficiente como para que el espectador pueda admirar la insondable sabiduría del artista. El lector recordará que el fresco cubre un muro en el extremo de lo que fue el refectorio de un antiguo monasterio, actualmente disuelto, cuyo
DE CONRAD, HENRY JAMES, VILA-MATAS Y ANQUE BOLAÑO
Prólogo de Miguel Martínez-Lage a Fuera de la literatura, de Joseph Conrad, p.15
De las ausencias más destacadas que pueda detectar el lector en este volumen recopilatorio, en este Conrad extranjero de la literatura por decisión propia, señalaría algunas que tienen cierta relevancia: he dejado sin incluir los ensayos que dedica a Henry James, Guy de Maupassant, Anatole France y Turgéniev (todos ellos de la sección «Letras» de Notas de vida y letras), porque no concuerdan con el tono «aliterario» de esta miscelánea, y seguramente hallarían mejor acomodo en un tomo dedicado a las lecturas de Conrad; en cambio, sí recojo el que dedica a Stephen Crane, por tratarse más del retrato de un amigo especialmente querido y de una celebración de la amistad que a mí personalmente me recuerda —premonitoriamente— la que dedicase Enrique Vila-Matas a su amigo Roberto Bolaño después de su muerte, en «Un plato fuerte de la China destruida».
De las ausencias más destacadas que pueda detectar el lector en este volumen recopilatorio, en este Conrad extranjero de la literatura por decisión propia, señalaría algunas que tienen cierta relevancia: he dejado sin incluir los ensayos que dedica a Henry James, Guy de Maupassant, Anatole France y Turgéniev (todos ellos de la sección «Letras» de Notas de vida y letras), porque no concuerdan con el tono «aliterario» de esta miscelánea, y seguramente hallarían mejor acomodo en un tomo dedicado a las lecturas de Conrad; en cambio, sí recojo el que dedica a Stephen Crane, por tratarse más del retrato de un amigo especialmente querido y de una celebración de la amistad que a mí personalmente me recuerda —premonitoriamente— la que dedicase Enrique Vila-Matas a su amigo Roberto Bolaño después de su muerte, en «Un plato fuerte de la China destruida».
METÁFORAS SURREALISTAS PARA DESCONFIADOS
De Culturas de La Voz de Galicia
«Lecturas para desconfiados»
José Monjardín Fernández. Ed. Dtien de Bux. 173 páginas. 16 euros
En el mundo de Arteya, los niños se dividen en reptiles, anfibios, mamíferos y pájaros. Los hay incluso con esencia de pez. La conclusión le debe de venir a José Monjardín de su experiencia docente, una peripecia que constituye mucho más que una profesión, si se sabe exprimir con los ojos precisos. En el proceso de observar el mundo, este ourensano del 59, Pepelino para la revoltosa tribu local de la que formó parte, ha localizado los pliegues de un universo propio que nos presenta en Lecturas para desconfiados, un regalo de relatos encadenados que Monjardín hilvana con’ el sobrevuelo que siempre proporciona el surrealismo y que él acomete con un humor personalísimo.
Hay en las 21 historias del libro un catálogo de situaciones con un propósito común: conviene no fiarse de las apariencias, no dar por bueno los que nos han contado de los lugares y las personas y aceptar que el aparente orden de nuestra realidad está sujeto a interpretaciones. En el caso de los niños, ya ha quedado reseñada la precisa clasificación que establece el autor a partir del paseíllo de criaturas que se suben a un autobús escolar (por ejemplo, los niños anfibios, «esos húmedos y blandos que mansamente nos llegan de hogares donde corre el llanto habitual»); pero hay mucho más. Deliciosa la regueifa que establece con una casera a propósito de las habilidades de los santos; tierna la historia mesetaria que aconteció en Villalpando con Aya Abla; inquietantes los retratos de hormigas, cerdos, perros y gallinas...
Esa interpretación abierta de la vida de las cosas que en ella acontecen la ha trasladado Monjardín a la estructura de un libro en el que conviven apuntes de apenas veinte líneas, que funcionan como disparos a la zona del cerebro en la que habita la memoria y hasta la nostalgia, con experimentos de factura más compleja, que alcanzan una profundidad que a veces requiere dos lecturas. Uno de los activos de este desnudo literario del ourensano tiene que ver con la construcción de un universo con reglas y geografía propias. Ahora que Avatar nos bombardea con los mundos paralelos, Pepe Monjardín deja claro en sus Lecturas que en su mente habita también un lugar, Arteya, con reglas y texturas propias. Seguro que la historia de este no-lugar no se cierra en este libro, editado en Ourense por Duen de Bux, una de esas alegrías que todavía proporciona la vieja Auria.
Fernanda Tabarés
FRESA DE LA SEMANA
La vaca ya no da más leche
RR, gerente del Consorcio Galego de Servicios de Igualdade e Bienestar
RR, gerente del Consorcio Galego de Servicios de Igualdade e Bienestar
SNOPES (TAKE THE MONEY AND RUN SNOPES)
EL País, 19 de febrero de 2010UNA:
Días más tarde, el 11 de diciembre, a las 09.44 horas, Pichel ofrece a otra arquitecta, Isabel, un contrato de dirección de obra para rehabilitar un edificio en ruinas en Pontedeume y convertirlo en albergue de peregrinos.
-Pichel: Mira, vamos va ver, esto, ¿te gustaría hacer el hospitalillo de Pontedeume?
-Isabel: Ah, pues sí. ¿Qué es?, ¿una obra muy pequeñita, muy grande, muy no sé qué? A ver, dime cómo es
-Pichel: Pues, vamos a ver, es que entonces hablo con los del Ayuntamiento.
-Isabel: Sí
-Pichel: Tienen que venir, que están cerrando un acuerdo con el Arzobispado.
-Isabel: Sí.
-Pichel: Y es un edificio que llevamos ya diez años detrás de él.
-Isabel: Me habías hablado, sí una idea tengo, que llevabais intentando comprarlo.
-Pichel: Está en... justo al lado de la iglesia de Santiago, en pleno centro.
-Isabel: Ah, qué bonito.
-Pichel: No es una pieza muy grande, pero es muy bonita.
-Isabel: Ah, pues sí y además está muy cerquita [...]
-Pichel: Siempre pasa lo mismo, vamos a ver, yo te daría... voy a hablar con el alcalde de Pontedeume.
-Isabel: Sí.
-Pichel: Porque ellos tienen, yo les estoy pidiendo que vengan a reunirse con nosotros, pero todavía no me lo han confirmado, sobre el martes día 15.
OTRA:
-Pichel: El jueves en Boimorto te vendría bien.
-Pepe: El jueves, ¿dónde nos vemos?
-Pichel: Iríamos por la tellería, que le echamos un vistazo, y entonces he invitado al alcalde y comeremos juntos, y hasta ahí puedo llegar.
-Pepe: Vale, pues me parece perfecto el jueves.
-Pichel: El resto es cosa tuya.
-Pepe: Nada, por supuesto es que entonces ya te santificamos [...]
-Pichel: Eso, ya nos llamamos, yo creo que quedamos un poquito antes, que así comemos después con él.
-Pepe: Perfecto.
-Pichel: Vamos todos
AUN MAS:
Cuando, ahogado por su situación económica, el empresario arrepentido Manuel Montes Carballa, que recibió adjudicaciones de la trama para restaurar retablos y altares, amenazó con tirar de la manta, la preocupación empezó a cundir entre los principales acusados que ya sospechaban de la investigación. Según el relato de Montes Carballa, un testimonio clave para la policía, desde Cartagena, donde está desplazado, el ex restaurador de Patrimonio Carlos Gómez Gil empezó entonces a hacerle envíos de dinero, en total 6.900 euros, para intentar comprar su silencio.
Una de las entregas, de 2.000 euros, tuvo lugar en la cafetería La Paloma de Pontevedra y presuntamente la abonó en un sobre un emisario de la empresa Ábside que también recibió contratos de la red. Todo por encargo de Gómez-Gil. El relato del empresario arrepentido es coherente con la conversación que la policía interceptó entre el propio Gómez-Gil y la representante de esa firma, Carmen Acuña, también imputada, en la que el primero le invita a "darle un sobrecito" a Montes Carballa.
Este último ratificó ante los agentes que una persona en nombre de Ábside le entregó cuatro billetes de 500 euros en un sobre cerrado. Posteriormente, según su relato, Gómez-Gil le mandó desde Cartagena 1.500 euros en cuatro envíos. La última entrega fue de 3.400 euros más y tuvo lugar a finales de noviembre. En ese mismo período, se multiplican las llamadas desesperadas de Gómez-Gil desde Cartagena a Pichel para convencerle de que le encomiende algún trabajo a la firma de restauración de Montes Carballa.
ESPAÑA. DE JAIME GIL DE BIEDMA A JUAN FERRATE
De Cartas y artículos, de Juan Ferraté y Jaime Gil de Biedma, p.62
En todo ello quizá influya el rumbo que está tomando nuestro país, que me resulta poco apetecible y que me hace temer que dentro de unos años seré un ente anacrónico. Parece que España, que es un país feudal que no ha tenido feudalismo, y un país burgués que jamás ha hecho la revolución burguesa, se prepara a ser un país neocapitalista sin gran capitalismo. Vamos a la economía de consumo, pero de un consumo mínimo: nuestro porvenir consiste en convertirnos en el menos desarrollado de los países desarrollados. Es decir: adquiriremos nuevas miserias y nuevos defectos sin perder ninguno de los antiguos. Creo que hemos entrado resueltamente por ese camino y ni siquiera la inmediata caída de Franco y un colapso político -cosas una y otra, casi por completo improbables- nos salvarían ya: el «milagro español» está en marcha y participaremos de la prosperidad europea a escala española; tendremos una prosperidad pequeña, bastante sórdida, pero que permitirá a todo quisque hablar con aire de superioridad de la falta de libertad y la falta de automóviles en las democracias populares.
Perdona el estado de ánimo un tanto gloomy con que he empezado la carta.
SNOPES (TAKE THE MONEY AND RUN SNOPES)
El portavoz del PP devolverá las dietas si lo pide la Cámara
El País - Santiago - 18/02/2010
El pasado lunes, Rodríguez Miranda explicó que el Parlamento asigna "automáticamente" una cantidad para sufragar los desplazamientos de los diputados y admitió que, "circunstancialmente", se desplazó hasta el Pazo do Hórreo en el vehículo "de algún compañero" porque no podía disponer del suyo propio, aunque le restó importancia.
"Es un hecho anecdótico con el que no se puede generalizar", recalcó después de que el PSdeG le acusase de cobrar durante la legislatura pasada un complemento de 26.000 euros de las arcas del Parlamento por viajar desde Ourense a Santiago, pese a trasladarse -según la versión de los socialistas- en coche oficial junto al vicepresidente de la Cámara, José Manuel Baltar Blanco.
En este escenario, Antonio Rodríguez Miranda afirmó que tiene "la conciencia plenamente tranquila" y negó haber percibido "las cantidades que manejan por ahí algunos partidos", en alusión a los 26.000 euros que le atribuye el PSdeG.
Por último, preguntado por si teme represalias por parte del PP, dijo "no tener conciencia" de haber incurrido "en ningún problema" que sea causa de la apertura de un expediente. "Pero serán los órganos del partido los que decidan", concluyó.
HENRY JAMES Y LAS CARTAS DE LORD CHESTERFIELD
Prólogo de Marc Fumaroli a Cartas a su hijo de Lord Chesterfield
La intuición de un novelista descubriría verdaderos abismos tras las apariencias de este «hombre sensible y bien educado», agotado por el chaparrón educativo desencadenado por su padre. Los lectores de las Cartas— constantemente reeditadas en Inglaterra hasta nuestros días, traducidas varias veces en Francia y en el resto de Europa, leídas ávidamente por los americanos, y en particular por Henry James—han olvidado tranquilamente al destinatario inicial.
Sería interesante poder extenderse sobre lo mucho que deben a las Cartas de Chesterfield Los embajadores o La princesa Casamassima de James. Sería interesante poder estudiar, en la prosopografía de los ricos americanos (y americanas: Natalie Barney, Winaretta Singer) que hicieron su Grand Tour por Europa, y «vivieron noblemente» al margen de toda baja tendencia democrática, hasta qué punto sufrieron la influencia del modelo varonil, pero adornado de feminidad, bosquejado y pintado por el gran señor whig del siglo XVIIIi. Como Henry James, o Bernard Berenson, descubrieron en las Cartas la expresión más acabada, y para ellos más accesible, de uno de los mitos más fascinantes de la historia que la Europa católica y monárquica haya inventado: el del Hombre del guante. Y si observamos la nueva y sorprendente vitalidad que, en pleno siglo XX, le han conferido, podremos preguntarnos con todo derecho si verdaderamente el «buen salvaje», tal como se revela al mundo en el Emilio de Rousseau, es la antítesis de El hombre del guante. Este buen salvaje, ¿no es en realidad la última metamorfosis de la libertad y de la independencia naturales del gran señor, liberadas finalmente de toda lealtad y librea monárquicas, y decididas a abrirse camino por sí solas, siguiendo un nuevo señuelo, no ya en la jungla de las cortes, sino en la del nuevo régimen social y político?
¿Y si, mucho antes que Henry James y que ios magníficos esnobs de una América «corrompida» por Europa, el más paradójico injerto del buen salvaje en El hombre del guante, el primero y ejemplar, no fue el autor de Los nátchez, y de las Memorias de ultratumba, el Encantador, el vizconde de Chateaubriand?
INCIPIT 215. EL PROYECTO LÁZARO / ALEKSANDAR HEMON
INCIPIT 215. EL PROYECTO LÁZARO / ALEKSANDAR HEMON
El tiempo y el espacio son las únicas cosas de las que estoy seguro: dos de marzo de 1908, Chicago. Más allá, queda el dolor y la bruma de la historia, en la que ahora me adentro.
A primera hora de la mañana, un joven escuálido llama al timbre del número 31 de Lincoln Place, la residencia de George Shippy, el temible jefe de policía de Chicago. La sirvienta, que según consta atendía al nombre de Theresa, abre la puerta (que, por supuesto, chirría de un modo inquietante), escruta al joven desde los maltrechos zapatos hasta el rostro moreno y esboza una sonrisa altanera para advertirle que más le vale tener un buen motivo para estar allí. El joven solicita ver al jefe Shippy en persona. Con recio acento alemán, Iheresa le explica que es demasiado pronto y que el jefe Shippy jamás recibe a nadie antes de las nueve. El joven le da las gracias con una sonrisa y promete volver a las nueve. La sirvienta no logra identificar su acento; decide avisar a Shippy de que el extranjero que ha venido en su busca parecía harto sospechoso.
El joven baja la escalera y abre la verja (que también chirría de un modo inquietante). Se lleva las manos a los bolsi-
FRASE DE LA SEMANA
“Dado que la vida es todo inclusión y discriminación, en tanto el arte es todo discriminación y selección, el artista, en busca del duro valor latente que le concierne e modo excluyente, olfatea el asa con el preciso instinto de un perro que sospecha dónde hay un hueso enterrado.
La diferencia aquí, sin embargo, estriba en que, mientras el perro desea su hueso sólo para destruirlo, el artista, en su minúsculo trozo limpio de desagradables adherencias y tallado en sagrada aspereza, encuentra la materia misma para una clara afirmación, a más afortunada oportunidad para crear lo indestructible”.
HJ
La diferencia aquí, sin embargo, estriba en que, mientras el perro desea su hueso sólo para destruirlo, el artista, en su minúsculo trozo limpio de desagradables adherencias y tallado en sagrada aspereza, encuentra la materia misma para una clara afirmación, a más afortunada oportunidad para crear lo indestructible”.
HJ
INCIPIT 214 QUE ME QUERES AMOR? / MANUEL RIVAS
Amor, a ti me venh ‘ora queixar
de mia senhor, que te faz enviar
cada u dormio sempre m ‘espertar
e faz-me de gram coita sofredor.
Pois m’ela nom quer veer nemfalar,
que me queres, Amor?
Fernando Esquio
Soño coa primeira cereixa do verán. Douila e ela lévaa á boca, mírame con ollos cálidos, de pecado, mentres fai súa a carne. De repente, bícame e devólvema coa lingua. E eu que marcho tocado para sempre, o óso da cereixa todo o día rolando no teclado dos dentes como unha nota musical silvestre.
Pola noite: “Teño algo para ti, amor”.
Pouso na boca dela o óso da primeira cereixa.
Pero, en realidade, ela non me quere ver nin faiar.
Bica e consola a miña nai e logo vaise cara a fóra. Mirádea, gústame tanto como se move¡ Parece que leva sempre os patíns nos pés.
O soño de onte, o que facía sorrir cando a sirena da ambulancia abría camiño cara a ningures, era que ela pa-
de mia senhor, que te faz enviar
cada u dormio sempre m ‘espertar
e faz-me de gram coita sofredor.
Pois m’ela nom quer veer nemfalar,
que me queres, Amor?
Fernando Esquio
Soño coa primeira cereixa do verán. Douila e ela lévaa á boca, mírame con ollos cálidos, de pecado, mentres fai súa a carne. De repente, bícame e devólvema coa lingua. E eu que marcho tocado para sempre, o óso da cereixa todo o día rolando no teclado dos dentes como unha nota musical silvestre.
Pola noite: “Teño algo para ti, amor”.
Pouso na boca dela o óso da primeira cereixa.
Pero, en realidade, ela non me quere ver nin faiar.
Bica e consola a miña nai e logo vaise cara a fóra. Mirádea, gústame tanto como se move¡ Parece que leva sempre os patíns nos pés.
O soño de onte, o que facía sorrir cando a sirena da ambulancia abría camiño cara a ningures, era que ela pa-
NABOKOV EN PROVIDENCE
De Providence, de Juan Francisco Ferré, p. 380-381
Sabe que soy director de cine y me ha visto muchas veces usando la cámara en los aledaños de la casa. A pesar del riesgo de incurrir en un delito, no puedo evitar que la cámara decida por mí y la filmo. Recurriendo al zoom vuelvo palpitantes algunos detalles morfológicos que la distancia disminuye y a los que ella también quiere realzar ante mis ojos con la mímica de sus posturas y gestos, una técnica de exhibición aprendida en las revistas que devora como todas las de su especie buscando modelos de éxito con los que identificarse y triunfar en la vida. Un día de éstos me creará un problema serio, se presentará en casa con intenciones definidas por la subcultura adolescente a la que pertenece y tendré que echarla y arriesgarme a que le cuente a su madre las patrañas que quiera. No es que no sea una criatura deseable, pero la madre, invirtiendo el tópico instaurado por Nabokov y adulterado después por Kubrick, me gusta mucho más, a pesar de que e] parecido entre las dos las convierta en réplicas de la misma mujer a distintas edades. La madre de Cindy se llama Roxanne y su madurez me resulta encantadora e incitante. No pocas veces he estado tentado de hacerle algún avance cuando nos hemos saludado en la calle o, como me sabe soltero y torpe, cuando ha venido a traerme algún plato especial cocinado por ella. Pero está casada con Pete, un ceñudo jefe de policía que vigila a la madre y a la hija como si fueran Port Knox y su sagrada reserva de oro nacional. Me imagino enemistándome con mi vecino por culpa de cualquiera de sus dos mujeres y tiempo después, por mucho que Samantha Miller, mi amiga policía, tratara de ayudarme, enfrentándome indefenso como un terrorista sexual a las implacables leyes y jurados de este país. Sólo de pensar en ese escenario judicial, me entra un sudor frío que me ayuda a apartar el objetivo de inmediato de la codiciada presa de tantas perversas fantasías masculinas, la colegiala corrupta, creada en respuesta a los ambiguos deseos del adulto de recuperar una imagen consumible de la inocencia para luego destruirla sin remisión. Y más en un contexto social cada vez menos tolerante con esa clase de patologías individuales. Así acaba mi ficción edénica, me sentía próximo al paraíso de los sentidos, aunque fuera como un fantasma infiltrado sin permiso, hasta que me veo obligado a abandonarlo a la fuerza. La historia de mi vida.
Sabe que soy director de cine y me ha visto muchas veces usando la cámara en los aledaños de la casa. A pesar del riesgo de incurrir en un delito, no puedo evitar que la cámara decida por mí y la filmo. Recurriendo al zoom vuelvo palpitantes algunos detalles morfológicos que la distancia disminuye y a los que ella también quiere realzar ante mis ojos con la mímica de sus posturas y gestos, una técnica de exhibición aprendida en las revistas que devora como todas las de su especie buscando modelos de éxito con los que identificarse y triunfar en la vida. Un día de éstos me creará un problema serio, se presentará en casa con intenciones definidas por la subcultura adolescente a la que pertenece y tendré que echarla y arriesgarme a que le cuente a su madre las patrañas que quiera. No es que no sea una criatura deseable, pero la madre, invirtiendo el tópico instaurado por Nabokov y adulterado después por Kubrick, me gusta mucho más, a pesar de que e] parecido entre las dos las convierta en réplicas de la misma mujer a distintas edades. La madre de Cindy se llama Roxanne y su madurez me resulta encantadora e incitante. No pocas veces he estado tentado de hacerle algún avance cuando nos hemos saludado en la calle o, como me sabe soltero y torpe, cuando ha venido a traerme algún plato especial cocinado por ella. Pero está casada con Pete, un ceñudo jefe de policía que vigila a la madre y a la hija como si fueran Port Knox y su sagrada reserva de oro nacional. Me imagino enemistándome con mi vecino por culpa de cualquiera de sus dos mujeres y tiempo después, por mucho que Samantha Miller, mi amiga policía, tratara de ayudarme, enfrentándome indefenso como un terrorista sexual a las implacables leyes y jurados de este país. Sólo de pensar en ese escenario judicial, me entra un sudor frío que me ayuda a apartar el objetivo de inmediato de la codiciada presa de tantas perversas fantasías masculinas, la colegiala corrupta, creada en respuesta a los ambiguos deseos del adulto de recuperar una imagen consumible de la inocencia para luego destruirla sin remisión. Y más en un contexto social cada vez menos tolerante con esa clase de patologías individuales. Así acaba mi ficción edénica, me sentía próximo al paraíso de los sentidos, aunque fuera como un fantasma infiltrado sin permiso, hasta que me veo obligado a abandonarlo a la fuerza. La historia de mi vida.
JOY DIVISION EN PROVIDENCE
De Providence, de Juan Francisco Ferré, p. 308
Agradecí que no hubiera nadie en el salón esperándome y me senté a descansar en uno de los sillones sin encender la luz para no llamar la atención de los demás ocupantes. Subí después a la segunda planta, pero la habitación donde había pretendido desnudar a Eva contra su voluntad, como comprobé con disgusto, la ocupaban ahora Andy y Phil, durmiendo abrazados en la misma cama. Roncaban en estéreo y en la habitación había un olor repelente. Sentí más asco todavía, pero ahora ese sentimiento me hería y provocaba un dolor agudo, antes al menos me había servido de consuelo. Hallé a Eva en un pequeño dormitorio trasero, atravesada en la cama de cualquier manera, dormida encima de las sábanas y la coicha. Me desnudé y me acosté junto a ella mientras la División del Placer cantaba Love will tear us apari dentro de mi cabeza, como un concierto sólo para fans en un club decrépito y exclusivo de las afueras de cualquier ciudad industrial del mundo. La póstuma voz de lan Curtis, el vocalista de Joy Division, reciclaba versiones del mismo estribillo desgarrador en un bucle acústico que en sí mismo constituía ya una forma creativa de suicidio. El amor nos destruirá de nuevo. Esta vez sin remedio...
Estaba helado. Me abracé a Eva tiritando antes de quedarme dormido. Cuando desperté, Eva se había levantado y pate- cía estar mirando algo por la ventana con gran atención. Eran las seis y media y entraba un poco de luz en el dormitorio. Me levanté para besarla y abrazarla, creyendo que existía de nuevo una oportunidad de reconciliarnos. Estaba llorando y se apartó de mí, como asqueada. Según pude observar sin sorpresa, Andy y Phil habían madrugado y estaban cargando el todoterreno aparcado detrás de la casa con sus grandes mochilas y su equipo de buceo. No sentí ningún alivio cuando los vi marcharse unos minutos después de que Eva abandonara la habitación sin decirme nada.
Agradecí que no hubiera nadie en el salón esperándome y me senté a descansar en uno de los sillones sin encender la luz para no llamar la atención de los demás ocupantes. Subí después a la segunda planta, pero la habitación donde había pretendido desnudar a Eva contra su voluntad, como comprobé con disgusto, la ocupaban ahora Andy y Phil, durmiendo abrazados en la misma cama. Roncaban en estéreo y en la habitación había un olor repelente. Sentí más asco todavía, pero ahora ese sentimiento me hería y provocaba un dolor agudo, antes al menos me había servido de consuelo. Hallé a Eva en un pequeño dormitorio trasero, atravesada en la cama de cualquier manera, dormida encima de las sábanas y la coicha. Me desnudé y me acosté junto a ella mientras la División del Placer cantaba Love will tear us apari dentro de mi cabeza, como un concierto sólo para fans en un club decrépito y exclusivo de las afueras de cualquier ciudad industrial del mundo. La póstuma voz de lan Curtis, el vocalista de Joy Division, reciclaba versiones del mismo estribillo desgarrador en un bucle acústico que en sí mismo constituía ya una forma creativa de suicidio. El amor nos destruirá de nuevo. Esta vez sin remedio...
Estaba helado. Me abracé a Eva tiritando antes de quedarme dormido. Cuando desperté, Eva se había levantado y pate- cía estar mirando algo por la ventana con gran atención. Eran las seis y media y entraba un poco de luz en el dormitorio. Me levanté para besarla y abrazarla, creyendo que existía de nuevo una oportunidad de reconciliarnos. Estaba llorando y se apartó de mí, como asqueada. Según pude observar sin sorpresa, Andy y Phil habían madrugado y estaban cargando el todoterreno aparcado detrás de la casa con sus grandes mochilas y su equipo de buceo. No sentí ningún alivio cuando los vi marcharse unos minutos después de que Eva abandonara la habitación sin decirme nada.
SOBRE EL DOCTOR CORDELIER
De El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde Apéndice III. Imágenes de abyección (Nota sobre la filmografía de Jeckyll y Hyde), p. 218-219
Pero la mejor aportación del cine europeo a Jeckyll y Hyde es el film de Jean Rendir, desgraciadamente no muy conocido, El testamento del doctor Cordlier. Rendir es uno de los más grandes artistas del cine mundial de todos los tiempos y dirigió esta película al final de su carrera, en 1959, justo el mismo año en que produjo La comida en la hierba, de la que es complemento intelectua1.
En La comida sobre la hierba el conjuro pagano de la flauta de Pan despierta el instinto de vida en un grupo de comensales y lo hace prevalecer jubilosamente, en el multicolor escenario de un paisaje campestre, sobre la maraña de convenciones burguesas que generan el malestar de la civilización. La película El testamento del Dr. Cordelier, filmada en blanco y negro, describe el destino contrario al que lleva el retorno de lo reprimido cuando no es la vida sino una razón egoísta quien busca satisfacerlo.
La acción no se sitúa en el Londres de la época victoriana, sino en el París actual, y sin embargo, pese a esa y otras libertades, la película es la más fiej al espiritu de la novela de Stevenson de cuantas han sido producidas. Un reputado psiquiatra, el Dr. Cordelier, experimenta en sí mismo sobre el alma y logra materializar su parte instintiva en un abyecto doble de sí llamado Opale, más joven y ágil, pero de deforme y repulsiva apariencia, con ropas colgantes y cabeza ladeada, Los experimentos de Cordelier, cuya personalidad dual encarnó con gran lucidez el actor Jean Louis Barrault, inquietan a dos amigos suyos, el notario Joly y el también psiquiatra Severin que representan igual que él, aunque menos arriesgadamente, la hipócrita combinación de oportunismo e intolerancia de la clase burguesa. Los desmanes de Opale degeneran en crímenes y escapan al control de Cordelier, quien se ve obligado a ponerles fin suicidándose. La lección moral implícita del film, que probablemente no hubiera rechazado Stevenson, es que sólo la humilde y sencilla naturaleza sabe satisfacernos. Cuando no es ella, sino el orgullo y la hipocresía quienes dan secreta y calculadamente rienda suelta al instinto reprimido, la consecuencia inevitable es, dicho en términos freudianos, que el impulso tanático prevalece sobre el erótico, desencadenando la tragedia.
INCIPIT 213. PANTALEON Y LAS VISITADORAS / MARIO VARGAS LLOSA
—Despierta, Panta .—dice Pochita—. Ya son las ocho. Panta, Pantita.
—Las ocho ya? Caramba, qué sueño tengo —bosteza Pantita—. ¿Me cosiste mi galón?
—Sí, mi teniente —se cuadra Pochita—. Uy, perdón, mi capitán. Hasta que me acostumbre vas a seguir de tenientito, amor. Sí, ya, se ve regio. Pero levántate de una vez, ¿tu cita no es a...?
—Las nueve, sí —se jabona Pantita—. ¿Dónde nos mandarán, Pocha? Pásame la toalla, por favor. ¿Dónde se te ocurre, chola?
—Aquí, a Lima —contempla el cielo gris, las azoteas, los autos, los transeúntes Pochita—. Uy, se me hace agua la boca: Lima, Lima, Lima.
—No sueñes, Lima nunca, qué esperanza —se mira en el espejo, se anuda la corbata Panta—. Si al menos fuera una ciudad como Trujillo o Tacna, me sentiría feliz.
—Qué graciosa esta noticia en El Comercio —hace una mueca Pochita—. En Leticia un tipo se crucificó para anunciar el fin del mundo. Lo metieron al manicomio pero la gente lo sacó a la fuerza porque creen que es santo. ¿Leticia es la parte colombiana de la selva, no?
—Qué buen mozo te ves de capitán, hijito —dispone la mermelada, el pan y la leche sobre la mesa la señora Leonor.
—Ahora es Colombia, antes era Perú, nos la quitaron
—unta de mantequilla una tostada Panta—. Sírveme otro poquito de café, mamá.
—Como nos mandaran de nuevo a Chiclayo —recoge las migas en un plato y retira el mantel la señora Leo.
9
INFERNO
INFERNO, II
Io non Enea, io non Paolo sono
Me degno a ció, nè io, ne altri crede.
Los dos amigos discutían sobre (criticaban a) los simbolistas franceses de camino al CAGPES. De pronto un choque frontal. Un agujero en el tiempo, una vida atravesando un segundo, un instante cruzando la existencia. Un universo gusano.
Aparecieron transustanciados en un palacio de marfil, recorriendo la terraza de una torre encaramada sobre la cima de una colina, una punta coronada por nieves perpetuas. Ambos se desplazaban con largas batas blancas, tez pálida, pelo albino, extenso y lacio, como elfos, con polícromas voces y extraños gestos simétricos. Atravesaron desiertas galerías, cruzaron corredores, se pendieron de torres y pasearon por balconadas. Nada.
Salieron fuera, a la montaña sin árboles ni flores. Las nubes del horizonte se unían a un espeso mar de espuma. Formidables glaciares flotaban en la invisible superficie. La niebla cubría todo de tal forma que apenas se intuían las sierras, ríos y valles desaparecían entre el blanco y el marfil.
Así pues, volvieron al interior del palacio, recorrieron sus patios, sus claustros, sus almenas; todo a la búsqueda de algo que no fuese el tiempo o la sombra de lo que ellos habían sido.
De pronto se encontraron en la biblioteca y se sorprendieron abriendo innúmeros libros sin texto, formidables bestiarios faltos de imágenes, herbolarios vacíos y magnas enciclopedias sin entradas. Por fin entraron en varias salas de cine intercomunicadas, proyectaban, simultánea y repetidamente, tres películas de Andy Warhol: Haircut (No.1), Haircut (No.2) y Haircut (no.3). Salieron a un inmenso salón de baile desocupado, con los atriles cubiertos por partituras níveas, admiraron la estancia decorada por óleos de Rothko, estatuas sin título de Brancusi, números de Fontana y variaciones de Gabo.
Esto no es nada –dijo uno de ellos.
-Lo peor es el dolor físico –le contestó su amigo.
Con un guiño Lucifer avisó a Belial, su virrey, y una trampilla se abrió en el suelo de mármol. Las llamas ascendieron por el tiro que se formó al exterior. Alborotados los esperaban Satanás, Belcebú y Astartot, con una trama enmarañada de castigos y penas; pero Plutón, gobernador de la primera línea del infierno, puso un cierto orden e impuso una espera. Mefistófeles les escogió el peor lugar de su principado, aquel donde las ascuas eran líquidas y el aire azul.
Io non Enea, io non Paolo sono
Me degno a ció, nè io, ne altri crede.
Los dos amigos discutían sobre (criticaban a) los simbolistas franceses de camino al CAGPES. De pronto un choque frontal. Un agujero en el tiempo, una vida atravesando un segundo, un instante cruzando la existencia. Un universo gusano.
Aparecieron transustanciados en un palacio de marfil, recorriendo la terraza de una torre encaramada sobre la cima de una colina, una punta coronada por nieves perpetuas. Ambos se desplazaban con largas batas blancas, tez pálida, pelo albino, extenso y lacio, como elfos, con polícromas voces y extraños gestos simétricos. Atravesaron desiertas galerías, cruzaron corredores, se pendieron de torres y pasearon por balconadas. Nada.
Salieron fuera, a la montaña sin árboles ni flores. Las nubes del horizonte se unían a un espeso mar de espuma. Formidables glaciares flotaban en la invisible superficie. La niebla cubría todo de tal forma que apenas se intuían las sierras, ríos y valles desaparecían entre el blanco y el marfil.
Así pues, volvieron al interior del palacio, recorrieron sus patios, sus claustros, sus almenas; todo a la búsqueda de algo que no fuese el tiempo o la sombra de lo que ellos habían sido.
De pronto se encontraron en la biblioteca y se sorprendieron abriendo innúmeros libros sin texto, formidables bestiarios faltos de imágenes, herbolarios vacíos y magnas enciclopedias sin entradas. Por fin entraron en varias salas de cine intercomunicadas, proyectaban, simultánea y repetidamente, tres películas de Andy Warhol: Haircut (No.1), Haircut (No.2) y Haircut (no.3). Salieron a un inmenso salón de baile desocupado, con los atriles cubiertos por partituras níveas, admiraron la estancia decorada por óleos de Rothko, estatuas sin título de Brancusi, números de Fontana y variaciones de Gabo.
Esto no es nada –dijo uno de ellos.
-Lo peor es el dolor físico –le contestó su amigo.
Con un guiño Lucifer avisó a Belial, su virrey, y una trampilla se abrió en el suelo de mármol. Las llamas ascendieron por el tiro que se formó al exterior. Alborotados los esperaban Satanás, Belcebú y Astartot, con una trama enmarañada de castigos y penas; pero Plutón, gobernador de la primera línea del infierno, puso un cierto orden e impuso una espera. Mefistófeles les escogió el peor lugar de su principado, aquel donde las ascuas eran líquidas y el aire azul.
RENE FUE SOLO UN INSTRUMENTO, UNA FACHADA NADA MAS
Xornal.com. SUPLEMENTOS/ Contexto
R Varela: “Non sería nobre deixar o barco agora, salvo que mo pedise o presidente”
Roberto Varela está no albo. Mentres o mundo da literatura ultimaba unha carta incendiaria na que se pedía a súa dimisión, o conselleiro de Cultura víase obrigado a desmentir en Madrid os rumores sobre a súa marcha
IAGO MARTÍNEZ | 07/02/2010 - 17:00 h.
Queren buscar a miña debilidade pero non, eu son cen por cen galego, e se non o sentise non estaría aquí agora. O galego é o meu idioma natal, tiven que aprender o castelán máis tarde. Dóeme que non se me considere galeguista.
Non teño ningunha intención de crear ningún tipo de enfrontamento, e menos con xente tan importante. Despois hai cousas que entendo menos, porque a min a mestura de escritores que aí hai paréceme un pouco estraña, pero en fin, estou disposto a falar con eles e explicarme. Xa o fixen, de feito.
Puxéronme unhas flores que eu lle tiña que entregar ao busto de Castelao e emocioneime. Non sabía que tiña que dicir unhas palabras, xa non había medios nin nada, e dixen o que me saíu do corazón: que aquel era o momento e o lugar para afirmar o meu compromiso irrenunciábel coa cultura galega. Non había case ninguén, pero a min pareceume que era o momento, moi simbólico, bonito, cunhas raiolas de sol alí ao fondo da ría, empezaba a chover... Saíume da alma e díxeno. O alcalde tamén quedou un pouco impresionado. Non foi gravado, pero había testemuñas. Foi importante para reconfortarme eu mesmo.
Está a pagar os pratos que rompe o conselleiro de Educación?
Non creo que o conselleiro de Educación estea a romper ningún prato.
Sánchez Bugallo di que lle ten aprezo persoal, pero repróchalle que lle fixese caso á “decisión política” de marxinar Santiago na campaña. Decisión que se tomou, dixo neste diario, “noutros ámbitos da Xunta”.
Que afirmación máis misteriosa, non sei a que se refire.
Puido sentar mal que lle dixese ao voceiro do PP en Santiago, Gerardo Conde Roa, e en público, “Gerardo, ya hablaremos”? Referíase precisamente a ese conflito co Concello.
Tamén dixen iso na Coruña? Iso xa é sacarlle punta a todo.
Non é certo, daquela, que lle presentou a súa dimisión ao presidente da Xunta en Madrid?
Como vai ser certo? Non é certo, e moitísimo menos que eu tivese un enfrontamento verbal co presidente, por favor! Mentira total. Sería absurdo. Iso saíu nun confidencial, e os xornalistas, con moi bo tino, preguntaron e non o publicaron.
Estou perdendo a inocencia. Non esperaba esas puñaladas, eses anónimos, os confidenciais de internet.
A oposición utiliza todo na miña contra.
FRASE DE LA SEMANA
“El y sus vecinos contemplan el mismo espectáculo, pero uno ve más donde el otro ve menos, uno ve negro donde el otro ve blanco, uno ve groseramente donde el otro ve con sutileza”
HJ
HJ
CHARLOT VS. JD SALINGER
Charlie Chaplin le quitó la chica a J.D.Salinger
Por Agencia EFE – hace 5 días
Londres, 30 ene (EFE).- El primer amor del novelista J.D. Salinger, fallecido este jueves en su casa de New Hampshire (EEUU), fue Ooona O'Neill, hija del famoso dramaturgo norteamericano Eugene O'Neill, pero se la quitó el actor Charlie Chaplin.
Según cuenta el biógrafo de Salinger, Kenneth Slawenski, en su libro "A Life Raised High" (Ed. Pomona), la ruptura de Oona con Salinger y su unión con el gran cómico británico fue "la gran tragedia romántica de la vida del primero".
"No había forma de escapar de aquello: las portadas de los periódicos llevaban fotos de Chaplin cuando le tomaban las huellas dactilares en un juicio por paternidad", escribe Slawenski en su biografía, de la que hoy publica extractos el diario "The Times".
"Los periódicos publicaban también artículos en los que se acusaba al actor de haberle tendido una trampa a la joven e inocente hija del dramaturgo favorito de América en un diabólico acto de trata de blancas", agrega.
"El episodio fue también públicamente humillante para Salinger. Todo el mundo sabía cuáles eran sus sentimientos hacia O'Neill. Los compañeros del Ejército a los que había mostrado orgulloso las fotos de Oona ahora le compadecían", escribe el biógrafo.
A pesar de todo, agrega, "el orgullo y la tenacidad de Salinger impidieron que se lamentara en público. Por el contrario, o hizo caso omiso de lo ocurrido o fingió una indiferencia estoica".
"Aparte de quejarse de incesantes aunque leves problemas de salud, Salinger evitó mostrar cualquier signo de resentimiento. No fue hasta julio de aquel año (1941) cuando finalmente reconoció que odiaba a Chaplin", cuenta Slawenski del autor de "El Guardián entre el Centeno
Por Agencia EFE – hace 5 días
Londres, 30 ene (EFE).- El primer amor del novelista J.D. Salinger, fallecido este jueves en su casa de New Hampshire (EEUU), fue Ooona O'Neill, hija del famoso dramaturgo norteamericano Eugene O'Neill, pero se la quitó el actor Charlie Chaplin.
Según cuenta el biógrafo de Salinger, Kenneth Slawenski, en su libro "A Life Raised High" (Ed. Pomona), la ruptura de Oona con Salinger y su unión con el gran cómico británico fue "la gran tragedia romántica de la vida del primero".
"No había forma de escapar de aquello: las portadas de los periódicos llevaban fotos de Chaplin cuando le tomaban las huellas dactilares en un juicio por paternidad", escribe Slawenski en su biografía, de la que hoy publica extractos el diario "The Times".
"Los periódicos publicaban también artículos en los que se acusaba al actor de haberle tendido una trampa a la joven e inocente hija del dramaturgo favorito de América en un diabólico acto de trata de blancas", agrega.
"El episodio fue también públicamente humillante para Salinger. Todo el mundo sabía cuáles eran sus sentimientos hacia O'Neill. Los compañeros del Ejército a los que había mostrado orgulloso las fotos de Oona ahora le compadecían", escribe el biógrafo.
A pesar de todo, agrega, "el orgullo y la tenacidad de Salinger impidieron que se lamentara en público. Por el contrario, o hizo caso omiso de lo ocurrido o fingió una indiferencia estoica".
"Aparte de quejarse de incesantes aunque leves problemas de salud, Salinger evitó mostrar cualquier signo de resentimiento. No fue hasta julio de aquel año (1941) cuando finalmente reconoció que odiaba a Chaplin", cuenta Slawenski del autor de "El Guardián entre el Centeno
ZAPATERO CITA A DIOS
Deuteronomio
14 No explotarás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus compatriotas, o un extranjero que vive en alguna de las ciudades de tu país.
15 Págale su jornal ese mismo día, antes que se ponga el sol, porque él está necesitado, y su vida depende de su jornal. Así no invocará al Señor contra ti, y tú no te harás responsable de un pecado.
14 No explotarás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus compatriotas, o un extranjero que vive en alguna de las ciudades de tu país.
15 Págale su jornal ese mismo día, antes que se ponga el sol, porque él está necesitado, y su vida depende de su jornal. Así no invocará al Señor contra ti, y tú no te harás responsable de un pecado.
EL HONOR DE LOS PRIZZI. JOHN HOUSTON
EL cuadro que se ve en el armario es "Los amantes", de PR Picasso
BUÑUEL EN PROVIDENCE
De Providence, de Juan Francisco Ferré, p. 228
Spielberg se precipita a estrecharme la mano mientras me advierte contra Buñuel sin contemplaciones. Tenga cuidado. Es un tipo muy peligroso, recuerde La dalia negra. Pobre Brian. El autor del crimen fue él, el autor de Él, no se equivoque de hombre. Tengo pruebas concluyentes sobre el caso, aunque no podría utilizarlas ante ningún jurado, ya me comprende, películas y fotografías de aficionados, cartas de Buñuel a algunas de sus amiguitas de Hollywood cornunicándoles que se excita con la idea de cortarlas en pedazos, confidencias iii extremis de testigos moribundos a los que no podría traicionar ahora sin perder a una parte de mi público, secuencias inéditas de sus propias películas y, por si fuera poco, el bodrio de Brian. Si no me cree, pregúntele a Marty, que lo sabe todo sobre películas y directores. Todo, créame. Marty es una enciclopedia ambulante, aunque cuando se pone pedante no lo aguanta nadie, ni siquiera ese bobo de George. Me estoy entusiasmando, disculpe, luego nadie se cree que no bebo alcohol ni me meto drogas. Soy así. Es la grandeza del cine. Cuando se trata de películas, me pongo como loco, no lo puedo evitar. La suya, por ejemplo. Me ha puesto a cien. Esto no me pasaba desde que vi en la intimidad de un pase privado, a solas con la viuda de Stanley, ya me entiende, su película póstuma, ¿cómo se llamaba? Algo sobre los ojos, ¿es que nadie se acuerda ya?
Spielberg se precipita a estrecharme la mano mientras me advierte contra Buñuel sin contemplaciones. Tenga cuidado. Es un tipo muy peligroso, recuerde La dalia negra. Pobre Brian. El autor del crimen fue él, el autor de Él, no se equivoque de hombre. Tengo pruebas concluyentes sobre el caso, aunque no podría utilizarlas ante ningún jurado, ya me comprende, películas y fotografías de aficionados, cartas de Buñuel a algunas de sus amiguitas de Hollywood cornunicándoles que se excita con la idea de cortarlas en pedazos, confidencias iii extremis de testigos moribundos a los que no podría traicionar ahora sin perder a una parte de mi público, secuencias inéditas de sus propias películas y, por si fuera poco, el bodrio de Brian. Si no me cree, pregúntele a Marty, que lo sabe todo sobre películas y directores. Todo, créame. Marty es una enciclopedia ambulante, aunque cuando se pone pedante no lo aguanta nadie, ni siquiera ese bobo de George. Me estoy entusiasmando, disculpe, luego nadie se cree que no bebo alcohol ni me meto drogas. Soy así. Es la grandeza del cine. Cuando se trata de películas, me pongo como loco, no lo puedo evitar. La suya, por ejemplo. Me ha puesto a cien. Esto no me pasaba desde que vi en la intimidad de un pase privado, a solas con la viuda de Stanley, ya me entiende, su película póstuma, ¿cómo se llamaba? Algo sobre los ojos, ¿es que nadie se acuerda ya?
INCIPIT 212. BAJO EL SIGNO DE MARTE / FRITZ ZORN
Soy joven, rico y culto; y soy infeliz, neurótico y estoy solo. Provengo de una de las mejores familias de la orilla derecha del lago de Zúrich, también llamada la Costa Dorada. He tenido una educación burguesa y me he portado bien toda mi vida. Mi familia es bastante degenerada, y probablemente también yo arrastre una notable tara genérica y además esté dañado por mi entorno. Por supuesto, también tengo cáncer, cosa que se deduce automáticamente de lo que acabo de decir. Pero con el cáncer existe una doble relación: por una parte es una enfermedad corporal, de la cual probablemente muera en un futuro no muy lejano, pero que quizá pueda llegar a superar y a sobrevivir; por la otra, el cáncer es una enfermedad del alma de la que sólo puedo decir: es una suerte que finalmente haya hecho eclosión. Quiero decir con ello que, de todo lo que he recibido de mi familia en el transcurso de mi existencia poco grata, lo más inteligente que hice jamás fue enfermar de cáncer. No quiero decir con esto que el cáncer sea una enfermedad que a uno le depare muchas alegrías. Pero aunque mi vida jamás se ha destacado por tener mucha alegría, después de una atenta comparación he llegado a la
VILA-MATAS EN EL NEW STATESMAN
Sick of literature
Montano
Enrique Vila-Matas (translated by Jonathan Dunne)
Harvill Secker, 326pp, £14.99
From the ghost of Hamlet to the sickness of Kafka, Montano constantly opposes the distinction between literature and reality. Evading genre, the narrator Montano’s memoir shows itself as fantasy, and his discourses on literature become part of his
self-delusion. It is an incredible literary patchwork, a tireless search for definition. And from the award-winning author of books as challenging as Bartleby & Co, we would not expect an easy ride. This is post-Proust at its finest. The narrator’s identity is informed
by memory and delusion. There is no reality here: present, past, fantasy and truth are intertwined.
And it comes at the expense of being particularly enjoyable. If the narrator is “literature sick” then, by the end, so are we. It really is heavy stuff. But, as Montano himself admits, “the good part of not understanding a thing is that one can understand that thing as one chooses”. And he recalls Montaigne’s style of reading: “If he came across a difficult passage in a book, Montaigne left it.” Unfortunately, in this case, that would involve skipping the entire book. However, the importance of this difficult novel is that it demands more than a passive response from its reader. Exclusive and exasperating, this is not for the faint-hearted.
Nadia Saint
29 JANUARY 2007 | NEW STATESMAN | 67
Montano
Enrique Vila-Matas (translated by Jonathan Dunne)
Harvill Secker, 326pp, £14.99
From the ghost of Hamlet to the sickness of Kafka, Montano constantly opposes the distinction between literature and reality. Evading genre, the narrator Montano’s memoir shows itself as fantasy, and his discourses on literature become part of his
self-delusion. It is an incredible literary patchwork, a tireless search for definition. And from the award-winning author of books as challenging as Bartleby & Co, we would not expect an easy ride. This is post-Proust at its finest. The narrator’s identity is informed
by memory and delusion. There is no reality here: present, past, fantasy and truth are intertwined.
And it comes at the expense of being particularly enjoyable. If the narrator is “literature sick” then, by the end, so are we. It really is heavy stuff. But, as Montano himself admits, “the good part of not understanding a thing is that one can understand that thing as one chooses”. And he recalls Montaigne’s style of reading: “If he came across a difficult passage in a book, Montaigne left it.” Unfortunately, in this case, that would involve skipping the entire book. However, the importance of this difficult novel is that it demands more than a passive response from its reader. Exclusive and exasperating, this is not for the faint-hearted.
Nadia Saint
29 JANUARY 2007 | NEW STATESMAN | 67
TEATRO DEL DOLOR
Teatro del dolor
El mundo es un escenario donde todo empieza y acaba,
Mientras avanza el calendario la vida es una charada
En este teatro del dolor de la desilusión y la obsesión
Siempre tú y yo
La ovación final ya se apagó
La gente se marchó y nos dejó enfrentándonos
Tu como siempre estás muy bien
que gran papel, yo me confundo otra vez no se por qué
Entre los dos cayó el telón tu fuiste el gran actor de mi tragicomedia
Que mal final de un mal guión que absurda decisión
Por eso aquí se acaba la función
En este teatro del dolor, se ha muerto el director y el regidor se ha encomendado a Dios
El escenario se incendió sin esperar la escena de mi decepción, mi humillación
Entre los dos cayó el telón tu fuiste el gran actor de mi tragicomedia
Que mal final de un mal guión que absurda decisión
Por eso aquí se acaba la función
Por eso aquí se termina la función
Por eso se ha acabado la función
SNOPES (AGAMENON SNOPES)
* ELPAIS.com >
* España
JOSÉ MANUEL BALTAR BLANCO Presidente del PP en Ourense
"A partir de ahora, cuando yo hable, hablará Ourense"
JOSÉ PRECEDO - Ourense - 01/02/2010
P. Es difícil de entender que se pida neutralidad a Feijóo mientras el presidente provincial se decanta por usted.
R. Es una forma de verlo, pero parte de un error inicial: el señor Feijóo no vota en Ourense, está en una situación diferente a la de quienes sí van a decidir. Y aparte, José Luis Baltar es la persona que más luchó a esta fuerza política y que mejor conoce a los dos candidatos. El señor Feijóo llegó al partido aquí en Ourense hace cinco años. No cuenta con la información política necesaria para pronunciarse a favor de uno u otro.
P. ¿Cómo espera que sean ahora sus relaciones con Feijóo y con Rueda tras el congreso?
R. Espero que sean magníficas como hasta ahora, pero sucede que ahora, cuando yo hable, hablará Ourense, eso es lo único que cambió.
NABOKOVIANA
Babelia, 30.01.10
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
IDA Y VUELTA
Borrador de un sueño
Pero en Lausana, en la primavera y a principios del verano de 1977, su imaginación de novelista y de entomólogo era invadida por los malos sueños que anticipaban la muerte, y en sus momentos de lucidez comprendería que la novela vislumbrada con tanta claridad ya no iba a llegar a existir. El cuerpo hinchado y dolorido por la enfermedad era su prisión. Había contraído una infección hospitalaria que le inflamaba los bronquios, que le provocaba dolores insoportables en los dedos de los pies […]
Vera Nabokov no se decidió a cumplir la promesa hecha a su marido y cuando ella también murió, en 1991, las fichas estaban guardadas en la caja fuerte de un banco. El tiempo acentuaba la leyenda. Que en alguna parte estuviera preservada una novela inédita de Nabokov de la que nadie sabía nada confirmaba la duración de su presencia después de la muerte. […]
La hermosa novela ya construida en la imaginación de Nabokov resulta ser una serie de ráfagas inconexas, como los sueños mal recordados después de una noche de fiebre. La reiteración de lo familiar confirma la evidencia de un derrumbamiento. Hay una mujer de veinticuatro años tan delgada que su espalda parece la de un niño que se está bañando, y sus pechos los de una niña de doce; hay un padrastro sórdido que ronda a la niña cuando la madre no está: su nombre es Hubert H. Hubert; hay un hombre muy gordo que huele mal y es humillado sexualmente por esa mujer muy delgada que se llama Flora y sobre la que alguien escribirá una novela llamándola Laura; hay unos hombros que emergen de un vestido sin tirantes y son tan blancos como el empeine revelado por unas babuchas de terciopelo negro. En una sola ficha cabe la horrenda tristeza de un encuentro sexual fracasado: la mujer muy joven sentada de espaldas sobre el regazo del marido gordo, mirando distraída hacia algo mientras salta rítmicamente sobre él para acabar cuanto antes, sin que se encuentren nunca las miradas, "como sapos, como tortugas". Un hombre embotado y enfermo imagina la dulzura de morir o de ir borrándose poco a poco a sí mismo como se borra una figura sobre una pizarra.
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
IDA Y VUELTA
Borrador de un sueño
Pero en Lausana, en la primavera y a principios del verano de 1977, su imaginación de novelista y de entomólogo era invadida por los malos sueños que anticipaban la muerte, y en sus momentos de lucidez comprendería que la novela vislumbrada con tanta claridad ya no iba a llegar a existir. El cuerpo hinchado y dolorido por la enfermedad era su prisión. Había contraído una infección hospitalaria que le inflamaba los bronquios, que le provocaba dolores insoportables en los dedos de los pies […]
Vera Nabokov no se decidió a cumplir la promesa hecha a su marido y cuando ella también murió, en 1991, las fichas estaban guardadas en la caja fuerte de un banco. El tiempo acentuaba la leyenda. Que en alguna parte estuviera preservada una novela inédita de Nabokov de la que nadie sabía nada confirmaba la duración de su presencia después de la muerte. […]
La hermosa novela ya construida en la imaginación de Nabokov resulta ser una serie de ráfagas inconexas, como los sueños mal recordados después de una noche de fiebre. La reiteración de lo familiar confirma la evidencia de un derrumbamiento. Hay una mujer de veinticuatro años tan delgada que su espalda parece la de un niño que se está bañando, y sus pechos los de una niña de doce; hay un padrastro sórdido que ronda a la niña cuando la madre no está: su nombre es Hubert H. Hubert; hay un hombre muy gordo que huele mal y es humillado sexualmente por esa mujer muy delgada que se llama Flora y sobre la que alguien escribirá una novela llamándola Laura; hay unos hombros que emergen de un vestido sin tirantes y son tan blancos como el empeine revelado por unas babuchas de terciopelo negro. En una sola ficha cabe la horrenda tristeza de un encuentro sexual fracasado: la mujer muy joven sentada de espaldas sobre el regazo del marido gordo, mirando distraída hacia algo mientras salta rítmicamente sobre él para acabar cuanto antes, sin que se encuentren nunca las miradas, "como sapos, como tortugas". Un hombre embotado y enfermo imagina la dulzura de morir o de ir borrándose poco a poco a sí mismo como se borra una figura sobre una pizarra.
SNOPES (TAKE THE MONEY AND RUN SNOPES)
El País, domingo 31 de enero de 2010
Camba también amonestó a Baltar: "Le ruego que se ciña al informe de gestión", lo exhortó en medio del populista discurso. Pero Baltar dio rienda suelta a su emocional mitin: "¡Todo lo que soy os lo debo a vosotros, todo; siempre trabajé con la gente del pueblo!"
El secretario del PP gallego, Alfonso Rueda, apeló vagamente a la "tensión y circunstancias" que "tendrían que producirse de otra forma", pero acabó definiendo el PP orensano como un partido unido. "Ni dividido ni débil; la oposición tiene enfrente a un partido unido", sentenció. Unos minutos antes Diego Calvo, el número dos del PP en A Coruña, ya había advertido: "Que se echen a temblar PSOE y BNG de Ourense, van a desaparecer".
INCIPIT 211. PROVIDENCE / JUAN FRANCSICO FERRE
Toma 1: ZONA CERO
Podría suceder así pero también de otro modo, Es sólo el principio.
Me llamo Álex Franco y soy director de cine. O lo era, si lo prefieren. Vine a Providence a escribir el guión de una nueva película. Vine a Providence con la excusa de escribir el guión y preparar la película. Con la intención de reescribirlo, más bien, engañado por la promesa de poder filmarlo con una buena financiación y un equipo internacional de primer nivel. Alguien de cuyo nombre no puedo acordarme ahora lo había escrito previamente. No para mí, no necesariamente para mí. Lo había escrito y basta. Lo había escrito y ya no podría filmarlo, según supe después. El guión cayó en mis manos por algo que no me atrevo a llamar casualidad. Transcurría el año en que cumplía treinta y nueve y acabé, para terminar de celebrarlo, en Providence, capital del estado de Rhode Island, Estados Unidos, América, capital del Capital y sede central del sistema de operaciones del sistema.
Con la excusa de escribir, he dicho, y es una falsedad, una más en esta historia de falsedades sin cuento que es la historia del cine y también la mía, letra minúscula de esa misma histo
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