Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EL MALTRATADOR


El desván de las musas dormidas. F. Argüelles, p. 93

A menudo experimento un cierto terror cuando la realidad me golpea con descaro, cuando esa evidencia incuestionable que conforma lo real me desmantela algunas construcciones ideales que fue levantando mi memoria. Entonces me pongo a temblar y siento que algo se me escurre entre los dedos.

Había una mujer que vivía en la cuesta del lavadero y que venía a veces a refugiarse a nuestra casa huyendo de las palizas de su marido. Era muy joven y muy guapa, pero tenía un lunar en la frente del tamaño de un botón de camisa, así que era inevitable fijarse en aquella mancha y distraerse de su belleza. El marido era un animal. Con la misma vara pegaba a su mujer, a sus hijos y a las vacas. Un día su mujer y sus tres hijos desaparecieron. Mi padre habló con un párroco amigo suyo de la ciudad y gestionó el abandono. El maltratador era muy feo, el hombre más feo que habíamos visto jamás, más feo incluso que el quinquillero que vendía de viaje y que era a la vez judío y gallego. En cejas, las orejas y en los huecos de la nariz le brotaba la hierba.


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