Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

REDES DE MUJERES


Odiseicas, Carmen Estrada, p. 245

Virginia Woolf llama la atención en Una habitación propia sobre lo poco frecuente que es en la literatura el que se presente a dos mujeres como amigas y no solo como madres o hijas, y que se las muestre por algo distinto a su relación con los hombres.

Siguiendo la misma idea, el llamado test de Bechdel, popularizado a partir de la tira cómica de Alison Bechdel The rule en 1985, permite calificar a las películas -aunque podría aplicarse igualmente a las obras literarias de ficción- como aceptables desde el punto de vista feminista si se cumplen tres condiciones: que aparezcan al menos dos personajes femeninos, que se comuniquen entre sí y que la conversación se refiera a algo distinto a un hombre .

Si bien es cierto que en ningún episodio de la Odisea hay mujeres individualizadas que se relacionen entre sí de manera directa, más allá de los vínculos que se establecen entre ama y esclavas, y que en toda la obra las mujeres participan en función de los desplazamientos del protagonista masculino, Odiseo, sí que aparecen conexiones específicamente femeninas desde la distancia.

Una de ellas, muy interesante por su contenido y sus circunstancias, atraviesa incluso la frontera que divide a vivos y muertos. Odiseo lleva casi doce años fuera de Ítaca: diez de guerra y dos de viajes fallidos que no le permitieron regresar. No sabe nada de su familia. Las primeras noticias sobre su mujer las recibe en el Hades, donde encuentra al espíritu de su madre, Anticlea, que ha muerto durante su ausencia. Por ella sabe que Penélope continúa esperándolo en el palacio, que aún no se ha casado con nadie y que llora por él. Tras informarle sobre el resto de la familia y las circunstancias de su propia muerte, Anticlea le habla con cierto detalle de la condición de los mortales una vez que perecen, y añade: “¡Ay, hijo mío, el de más funesto destino entre los hombres! [ ... ] esta es la condición de los hombres cuando mueren. No sujetan ya carne ni huesos sus tendones, pues los consumió la fuerza del incandescente fuego en cuanto su ánimo abandonó los blancos huesos,  mientras que su espíritu anda revoloteando por aquí y por allá semejante a un sueño. Así que dirígete rápidamente hacia la luz del día para que, ya que sabes todo esto, al volver se lo cuentes también a tu mujer”. Es curioso que no pide que se lo cuente a su nieto Telémaco, el heredero, o a su marido Laertes, más próximo a la muerte a causa de su avanzada edad,· sino a su nuera, a la mujer.


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