Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DEL ALCOHOL


Hacerse todas las ilusiones, Jospe Pla, p. 128
A veces me maravillo al pensar en la cantidad de días, de semanas, durante las que no tomo ni un aperitivo, ni un coñac, ni un whisky. Dejé de tomar aperitivos en 1957 porque me hacían mucho daño. El coñac, en 1959. Por falta de dinero no he tenido nunca, en estos últimos años, acceso al whisky -al bueno, quiero decir-. Durante todo este período de dictadura franquista solo se han podido beber cosas infectas, de ínfima categoría. El vino español, incluyendo el de La Rioja, no tiene ningún valor. Es un vino que no se puede beber solo: siempre hay que acompañarlo con algo de comer. Los coñacs andaluces no tienen nada que ver con los coñacs auténticos; son una cosa destructiva. Los champanes catalanes son contrarios al bienestar humano elemental y normalísimo. La gente del país bebe este líquido porque este es un pueblo de gente sobria que, por lo tanto, aspira, de vez en cuando, a encontrarse mal. Es fatídico.
Como siempre he tenido sed, he bebido durante un montón de años estos líquidos y me han hecho mucho daño. Me han envejecido; cuando he prescindido de ellos, ya no tenía remedio. El daño estaba hecho. Llega un momento en que el daño producido por el alcohol es irreparable. Es precisamente mi caso. El estado de la arteria de mi pierna izquierda no es más  que un síntoma de envejecimiento producido por el alcohol. A pesar de la situación, no sería capaz, en este tema, de sermonear a nadie. Si tenéis sed, bebed, no le pongáis límites. Si el alcohol os tiene que servir para algo positivo, aprovechadlo. El alcohol es muy útil. El alcohol-no cabe duda- es muy útil, pero hace un daño terrible. El alcohol ha producido las cosas más fascinantes de la cultura -no me refiero a la cultura universitaria, sino a la auténtica-. Pero el alcohol, por eso mismo, es la muerte fatídica.
A veces tomo un whisky, sesenta pesetas. Cada artículo equivale a un número irrisorio de whiskys. Es el único alcohol que se puede tomar. El menos perjudicial, el alcohol diurético, el líquido de la bondad, de la fantasía, de la imaginación. El whisky convierte al hombre, como engullidor de sopas de leche, en un ser desdoblado y crítico, observador y atento dentro de la inevitable y necesaria fantasía.

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