Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA VIOLACION DE LUCRECIA


SPQR, Mary Beard, p. 126
Sin embargo, no fue la explotación de los pobres trabajadores lo que finalmente acabó con la monarquía, sino la violencia sexual: la violación de Lucrecia por parte de uno de los hijos del rey. Esta violación es casi con toda seguridad tan mítica como el rapto de las sabinas: los ataques a las mujeres marcan simbólicamente el inicio y el fin del período monárquico. Es más, los autores romanos que más tarde contaron la historia probablemente estaban influenciados por las tradiciones griegas, que a menudo vinculaban la culminación, y el fin, de la tiranía con delitos sexuales. Por ejemplo, en la Atenas del siglo VI a. C., se decía que las insinuaciones sexuales del hermano menor del gobernante a la pareja de otro hombre habían conducido al derrocamiento de la dinastía pisistrátida. Pero, mítica o no, para el resto de la época romana, la violación de Lucrecia supuso un punto de inflexión en la política, y empezó a debatirse su moralidad. Este tema se ha representado e imaginado repetidas veces en la cultura occidental desde entonces, desde Botticelli, pasando por Tiziano y Shakespeare, hasta Benjamin Britten; Lucrecia tiene también su pequeño papel en la exposición feminista de Judy Chicago, The Dinner Party, entre otras mil heroínas de la historia universal.
Livio cuenta un relato muy colorido de estos últimos ·momentos de la monarquía. Empieza con un grupo de jóvenes romanos que buscaban la manera de pasar el tiempo mientras asediaban a la vecina ciudad de Ardea. Una noche, mientras apostaban borrachos sobre cuál de sus esposas era mejor, uno de ellos, Lucio Tarquinio Colatino, propuso cabalgar de vuelta a casa (estaba tan solo a unos pocos kilómetros) y examinar a sus mujeres; esto, afirmó, demostraría la superioridad de su Lucrecia. Y así fue: porque mientras que todas las otras esposas fueron descubiertas de fiesta en ausencia de sus hombres, Lucrecia estaba haciendo exactamente lo que se esperaba de una mujer romana virtuosa: trabajar en el telar junto con sus criadas. Entonces, obedientemente, dio de cenar a su marido y a sus invitados.
No obstante, hubo una terrible secuela. Durante la visita, dice el relato, Sexto Tarquinio concibió una pasión .fatal por Lucrecia, y poco tiempo después cabalgó de noche hasta su casa. Tras ser de nuevo atendido cortésmente, entró en su habitación y exigió tener sexo con ella a punta de cuchillo. Cuando vio que la simple amenaza de muerte no la afectaba, Tarquinio  explotó su miedo al deshonor: amenazó con matarla a ella y a un esclavo (como se ve en el cuadro de Tiziano para que pareciese que había sido descubierta en el más ignominioso acto de adulterio. Ante esto, Lucrecia accedió, pero cuando Tarquinio hubo regresado a Ardea, ella mandó llamar a su marido y a su padre, les contó lo sucedido y se suicidó.

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